Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 20 de febrero de 2015

Semblaza del profesor Leonardo Reyes Silva

Por Francisco López Gutiérrez

Acercarse a la vida y obra de Leonardo Reyes Silva es retener el suelo germinal donde se nutren las raíces de la sudcalifornidad. Recurrentes significados profundos y arraigados están ahí —en sus obras— tratados con naturalidad, amenidad y erudición, mas para ello se requiere contemplación y silencio frente a la esencia humanística y social de este memorialista perseverante. Sí, Reyes Silva sabe comunicar: es humilde; trasciende.

Me atrevo: el devenir y porvenir de la historia, la cultura y la tradición peninsular no la podremos entender a plenitud sin asomarnos la obra de Reyes Silva. Y más aún Leonardo Reyes Silva encarna el eco del fiel obrero y constructor de la Edutopía mexicana, sueño de Vasconcelos y el de Ornelas, ahora.

Así, en Leonardo desembocan los valores humanos fundamentales y los comparte con sus seres más cercanos; además, los imparte, con el ejemplo, a toda la gente tocada con el inasible halo de su amistad y sabiduría. Cuán afortunado soy de tener como mentor y amigo a este educador normalista sudcaliforniano.

El profesor Leonardo Reyes Silva es oriundo de Santa Rosalía, Baja California Sur, un pueblo minero localizado en la parte norte del estado. Hijo del matrimonio formado por Agustín Reyes Castellanos y Julia Silva de Reyes. Pasó los primeros siete años de su vida en ese puerto. Después por motivos de trabajo —su padre era militar— la familia se trasladó a la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, lugar donde cursó sus tres primeros años de instrucción primaria. En 1941 el batallón al que pertenecía su padre lo destinaron a la ciudad de La Paz, y fue allí donde terminó sus estudios hasta el sexto grado en la escuela Ignacio Allende conocida también como la número uno.

En esos años y gracias a la iniciativa del general Lázaro Cárdenas, presidente de México, el casino de Agua Caliente en la ciudad de Tijuana fue convertido en un Instituto Técnico Industrial con planes de estudios de prevocacional y vocacional con dependencia del Instituto Politécnico Nacional de la ciudad de México. Ofrecía también becas para alumnos del noroeste de la república, siempre y cuando contaran con el visto bueno de los gobiernos de las entidades respectivas. Fue así como Leonardo se inscribió en esa institución en el año de 1944.

Sus estudios en el ITI los combinó con una rígida disciplina castrense, ya que la escuela era semimilitarizada —el director en ese tiempo era un teniente coronel— y ello obligaba a levantarse a las seis de la mañana para los ejercicios militares portando los viejos máuseres .07 milímetros del ejército. En los desfiles, con motivo de las celebraciones cívicas, todo el alumnado participaba usando el uniforme verde olivo de gala, terciadas las armas y al frente la banda de guerra. Huelga decir que el contingente era la admiración de los habitantes de Tijuana.

Lamentablemente por situaciones económicas de la familia, al cabo de dos años de permanencia en el Instituto tuvo que abandonarlo y regresar a la ciudad de La Paz. Resuelto a ayudar al sostén de su familia, entró a trabajar en la escuela industrial en la sección de carpintería. Y allí se hubiera hecho viejo, si no es por otro joven quien también laboraba en ese centro. Él había llegado de la ciudad de México y estaba temporalmente trabajando porque tenía el propósito de inscribirse en la escuela secundaria del lugar. A insistencia suya también causó alta en la institución y juntos terminaron sus estudios en ese plantel.

Cuando egresaron de la escuela, Óscar Valdez regresó a la ciudad de México, mientras que Leonardo se inscribió en la Escuela Normal Urbana, anexa a la misma secundaria. En junio 1950 terminó la carrera de profesor de enseñanza primaria junto con 17 compañeros, entre ellos María Luisa Salcedo Morales, María Esther Sánchez Domínguez, Viola Castillo Castro, Ricardo Fiol Manríquez, Guadalupe Aguirre Tamayo, Juan Francisco Angulo y Arturo Salgado Martínez.

De su labor docente
            
En el mes de septiembre de ese año, las autoridades educativas lo comisionaron en la escuela de nueva creación “Gral. Agustín Olachea Avilés” del poblado Sebastián Allende en la colonia agrícola Jalisco del valle de Santo Domingo. Ahí trabajó dos años y en 1952 se trasladó a la comunidad de El Salvador, a la altura del kilómetro 157 de la carretera transpeninsular, donde prestó sus servicios en la escuela rural “Estado de Veracruz”

Al siguiente año solicitó su cambio de adscripción a la escuela “Estado de Querétaro” del poblado de Santo Domingo, localizado en el extremo norte del valle del mismo nombre. Ahí, colaborando con el profesor Ricardo Fiol Manríquez quien era el director de la escuela y encargado del internado, permaneció tres años para luego trasladarse a la escuela unitaria “5 de Febrero” de la colonia Agrícola La Purísima.

Cuando a principios de 1957 las autoridades lo cambiaron a la ciudad de La Paz, las experiencias vividas en la región agrícola del valle de Santo Domingo, lo motivaron para escribir el libro “Mis memorias del valle de Santo Domingo, 1950-1956”, patrocinado por el gobierno de la entidad, la Universidad Autónoma de Baja California Sur y el ayuntamiento de Comondú.

En La Paz prestó sus servicios en la escuela primaria “Carlos A. Carrillo”, y en 1958 junto con otros maestros participó en la creación de una escuela nocturna para trabajadores, misma que laboró en las aulas de la primaria. Por cierto ese plantel no logró su reconocimiento por la SEP, pero fue un loable esfuerzo de maestros como David Peralta Osuna, Domingo Agúndez Zumaya, Juan Gutiérrez Luque y de Julia García quien fungía como directora.

Después de tres años de estar comisionado en el sindicato de maestros a nivel local en su calidad de secretario general del mismo. El año de 1965 se reintegró al servicio docente en la escuela primaria “Plutarco Elías Calles” de Villa Insurgentes. Al año siguiente cambió su adscripción a la ciudad de La Paz haciéndose cargo de la dirección de la escuela “Benito Juárez”. Durante su estancia al frente de ese plantel publicó la “Geografía del Territorio de la Baja California” un texto para alumnos de tercer grado, “Efemérides, Ideario y Anécdotas de Benito Juárez” y “Benito Juárez, el educador”.

Aprovechando los cursos de verano de la escuela Normal Superior de Tepic, Nayarit, en 1967 terminó sus estudios como maestro en Lengua y Literatura Españolas. Su título expedido en 1977 está firmado por el coronel Rogelio Flores Curiel, gobernador en ese entonces del estado.

Cuando el profesor Rafael Hernández García ocupó la titularidad de la Dirección Federal de Educación, en 1972, comisionó al profesor Reyes Silva como jefe del Departamento Técnico de esa dependencia. Fue la época en que la SEP implantó nuevos planes de estudios en ese nivel educativo, sobre todo en la enseñanza de la metodología de la lectura y escritura en el primer grado. A él le tocó impartir los cursos de capacitación sobre el método natural visitando todas las zonas escolares de la entidad. Fue en ese periodo cuando publicó la “Historia del Estado de Baja California Sur” para los alumnos de enseñanza primaria, obra que se reeditó en los años de 1978 y 1989.

Con el respaldo de la estación radiodifusora XENT y la participación de todas las escuelas primarias de La Paz, durante varios años se llevó a cabo el concurso académico “Estudia y Vencerás”, el cual fue coordinado por el profesor Reyes Silva, a través del Departamento Técnico.

En 1974, mediante concurso escalafonario, se le otorgó el nombramiento de inspector de enseñanza primaria y fue también en esos años cuando compartió su tiempo impartiendo clases en los niveles de secundaria y preparatoria, en la Escuela Técnica Industrial y el Centro de Bachillerato Tecnológico y de Servicios No. 62. Al mismo tiempo y con motivo de la inauguración de la Escuela Normal Superior en 1976, le tocó ser fundador de ese plantel impartiendo las cátedras de Literatura Mexicana e iberoamericana, Fonética y Lingüística.

Cuando en 1981 se jubiló después de treinta años al servicio de la educación nacional, continuó laborando en la Escuela Normal Superior como subdirector y posteriormente como jefe del Departamento Técnico. Además fue catedrático en los cursos de verano durante varios cursos. Y como en ese año se iniciaba un nuevo periodo de gobierno presidido por el señor Alberto Alvarado Arámburo, se le invitó a colaborar en la Dirección de Acción Cívica, Social y Cultural. Meses después se le comisionó como jefe del Departamento de Planeación de la Unidad Coordinadora del Sector Educativo

Cronista Municipal y fundador del Archivo General Municipal

Durante 18 años estuvo al servicio del gobierno del estado, tiempo en que ocupó los cargos de secretario técnico del Consejo Estatal de Población, subdirector de Cultura y director del Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”. Después, en 1999, el X Ayuntamiento de La Paz lo nombró cronista municipal y en el 2005 el XII Ayuntamiento lo comisionó como encargado del Archivo General Municipal del cual fue su fundador. Por motivos de salud, en el 2009 renunció a los dos nombramientos.

De su obra literaria

El profesor Leonardo Reyes Silva, además de los ya mencionados, es autor de los siguientes libros y folletos: “El molino de viento”, “Cancionero popular sudcaliforniano”, “Calles y monumentos de la ciudad de La Paz”, “Casos y cosas del municipio de La Paz”, “La Paz y sus historias”, “Mitos, leyendas y tradiciones sudcalifornianas”, “Narraciones de ayer y de hoy”, “Historia del municipio de La Paz”, “Tres hombres ilustres de Sudcalifornia” y “Un viaje por la cultura sudcaliforniana”. Y las biografías del general Manuel Márquez de León, maestra Rosaura Zapata Cano, General Agustín Olachea Avilés y del maestro e historiador Pablo L. Martínez, cuyos restos descansan en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres.

En la actualidad es socio activo de la Asociación de Escritores Sudcalifornianos de la cual fue presidente fundador en 1999. Pertenece también al grupo ciudadano “Reflexión” de esta ciudad de La Paz. Ha sido colaborador permanente del periódico “El Sudcaliforniano” escribiendo crónicas y relatos de la historia sudcaliforniana, y diversas revistas bilingües.

Reconocimientos

Por su obra, el maestro Reyes Silva se ha hecho acreedor a muchos reconocimientos, entre los que destacan:
“Forjador de Generaciones”, Diploma de Alto Mérito otorgado por la Escuela Normal Superior del Estado.
Diploma de reconocimiento por su destacada trayectoria en la difusión de la historia, la tradición y la cultura expedido por la Secretaría de Educación Pública Estatal.
Valor Cultural 2006, entregado por el gobierno del Estado de Baja California Sur.