Este 22 de diciembre, la figura egregia de don José María
Morelos, el héroe de la independencia de nuestro país, representada en el
monumento localizado en un pequeño jardín de nuestra ciudad, estuvo más
solitaria que nunca. Solitaria como debió estarlo en vida aquel hombre que fue
fusilado en esa fecha por orden del gobierno virreinal español, en el año de 1815.
Continuador de la lucha iniciada en 1810 por don Miguel
Hidalgo, libró frecuentes combates contra las tropas realistas en Acapulco, Tixtla,
Izúcar, Taxco y Cuautla. Pero su presencia fue más significativa porque alentó
la integración del Congreso de Chilpancingo que expidió la Constitución de
Apatzingán, el 22 de octubre de 1814
Para su tiempo la constitución fue un conjunto de leyes que
llenaba las aspiraciones de un pueblo que había sido dependiente de un dominio
extranjero durante tres siglos. En ella apareció por primera vez las facultades
de la soberanía la que residía originariamente en el pueblo y que eran
atribuciones se la soberanía la facultad de dictar leyes, la facultada de
hacerlas ejecutar y la facultad de aplicarlas en los casos particulares. Todo
esto a través de tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
A través de 22 capítulos, la constitución hace referencia a
los ciudadanos, forma de gobierno, de la elección de diputados al Congreso, del
Supremo Gobierno, etc. Por cierto, cuando hace mención de las provincias que
comprende la América Mexicana, no hace mención de la Baja California.
Pero mientras el Congreso sesionaba con miras a la
aplicación de los postulados constitucionales la guerra continuaba. Con
victorias y derrotas, las fuerzas insurgentes defendían palmo a palmo las
regiones conquistadas. Y a pesar de la superioridad numérica de las tropas
realistas los patriotas mexicanos nunca se arredraron.
Cuando, como resultado de una traición, Morelos fue hecho
prisionero, juzgado, excomulgado y sentenciado a muerte, allá en las montañas
del sur otros caudillos sostuvieron la bandera de la independencia, como
Vicente Guerrero, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Al final de la guerra en
1821, correspondió a Guerrero y el jefe realista Agustín de Iturbide, jurar la
independencia de México del dominio español.
Fueron 21 años de luchas permanentes, desde que don Miguel
Hidalgo las iniciara el 16 de septiembre de 1810. A través de esos años el
suelo de México fue regado con la sangre de miles de patriotas —y también de la
parte contraria— entre ellos los iniciadores Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo.
Y otros caudillos después como el mismo Morelos, Galeana y Matamoros.
Por eso, por la trascendencia histórica de ese movimiento
libertario es que los mexicanos no debemos olvidarlo. Por eso también la
llamada de atención del reportero Miguel Rubio en el sentido de que el congreso
local no hubiera recordado esa fecha importante en los anales de nuestro país,
sobre todo porque la sala de sesiones lleva el nombre del insurgente más
destacado de la independencia nacional.
Lo mismo se podría decir de la escuela secundaria que se
encuentra frente al monumento y que lleva el nombre de José María Morelos y
Pavón. Aunque se justifica la disculpa por el periodo de vacaciones, estoy
seguro que en sus clases de historia sus maestros realzarán la vida y los
hechos de este mexicano ejemplar el que, a pesar de los 200 años de su
sacrificio, aún vive en el recuerdo de todos los que habitamos este país
independiente y libre.
Diciembre
29 de 2105
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