Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Una muestra de odio racial

Poco le duró el gusto, digo, si fray Junípero Serra se enteró en el más allá, de su canonización por el papa Francisco en estos últimos días de septiembre durante su visita a la ciudad de Washington, Estados Unidos. Porque apenas antier, el lugar donde fue sepultado fue dañado por vándalos que destruyeron varias lapidas y la basílica del misionero franciscano manchada con pintura.

En una crónica que escribí el 6 de septiembre, me referí a fray Junípero y su fugaz permanencia en la Baja California al frente de los misioneros franciscanos que sustituyeron a los jesuitas en el año de 1768. Fugaz, porque al año siguiente, junto con el gobernador Gaspar de Portolá, llegó a la Alta California a fin de fundar nuevas misiones en esa extensa región.

La primera misión fundada fue la de San Diego de Alcalá el 16 de julio de 1769 y la segunda, San Carlos Borromeo en el mes de junio de 1770, en un lugar llamado Carmelo, cerca de la hoy ciudad de Monterey. Hoy, el pueblo de Carmel es una comunidad de 4,000 habitantes y tuvo su momento de fama en 1980, cuando eligió al actor Clint Eastwood como su alcalde.

En Carmel yacen los restos de Serra. Y en la ciudad de Washington se encuentra un monumento con su efigie en la sala de estatuas, monumento que fue visitado por el papa Francisco. En el solemne acto de canonización el jerarca de la Iglesia dijo de fray Junípero: “Buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos. Tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida: supo decir pero especialmente supo vivir diciendo «Siempre adelante»”.

Pero Serra no ha sido el único que ha sufrido agravios. En la historia de la evangelización de las Californias existen varios casos de misioneros que fueron objeto de represalias de parte de los grupos aborígenes. La peor de ellas fue el asesinato de los padres jesuitas Nicolás Tamaral y Lorenzo Carranco, de las misiones de San José del Cabo y Santiago, en el año de 1734.

Un año después los causantes de la rebelión —Botón y Chicori— fueron apresados y condenados a muerte.

Otro caso fue el del padre Félix Caballero de la orden de los dominicos y fundador de la misión de Nuestra Señora de Guadalupe, en 1834. Por supuestos abusos contra los indios de la región, un cacique llamado Jatñil intentó matarlo. Se salvó de milagro escondiéndose bajo las faldas de la cocinera. Como el susto no se le quitó, pidió su traslado a la misión de San Ignacio buscando su seguridad. Pero le falló, porque a los pocos meses murió en condiciones extrañas, quizá envenenado.

Otro que no le fue tan bien fue el padre dominico Eudaldo Surroca de la misión de Santo Tomás de Aquino. En 1803 lo encontraron muerto en sus aposentos y su deceso se lo cargaron a una cocinera de nombre Bárbara, quien con dos cómplices llevaron a cabo el asesinato. Dicen las crónicas que ella era la amante del sacerdote, pero que la tenía incomunicada, sujeta a sus caprichos y abusos sexuales.

De modo que a fray Junípero no le fue tan mal. La policía, eficiente de por sí en los Estados Unidos, pronto dará con los vándalos y serán castigados con el rigor de la justicia de ese país. Y las lápidas y la basílica donde descansa el ahora santo de la Iglesia católica, quedarán inmaculadas, como fue la vida y la obra de este extraordinario misionero.

Será quizá la ciudad de Querétaro una de las primeras en edificar un templo donde se le venerará, dado que fue en la Sierra Gorda de ese estado donde Serra dejó un recuerdo imperecedero.

Septiembre 30 de 2015.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Linck y la misión de San Francisco de Borja

Desde la ciudad de Ensenada el estimado amigo Carlos Lazcano me invitó al IV Festival de la Antigua California, en honor del padre jesuita Wenceslao Linck, fundador de la misión de San Francisco de Borja Adac, evento a realizarse en estos últimos días de septiembre.

Conferencias, exposiciones fotográficas y recorridos históricos son parte del Festival organizado por el Museo de Historia de Ensenada. En esta ocasión se contará con la presencia de la historiadora Simona Binková, de la Universidad de Praga. República Checa, de donde era originario Linck.

En el folleto que se publicó con la investigación y textos de Carlos, se da a conocer que Wenceslao Linck llegó a California en 1762 y ese mismo año fundó la misión de San Francisco de Borja Adac, kilómetros más adelante de la misión de Santa Gertrudis La Magna. Estos dos centros religiosos hoy se localizan en el Estado vecino de Baja California.

Esa región de la península estaba poblada por los indios cochimí y fue a ellos a quienes les llevó la palabra de Dios a través de su conversión a la religión católica. Dicen las crónicas que la misión atendió a cientos de nuevos feligreses y que ello fue posible gracias a un manantial que permitió la agricultura en pequeña escala, la plantación de árboles frutales y la ganadería.

Cuando los jesuitas fueron expulsados de California en 1768, los franciscanos y después los dominicos se hicieron cargo de la misión, hasta el año de 1822 en que fue abandonada por falta de habitantes. De esa fecha hasta el presente la misión ha permanecido resguardada por la familia de don José Gerardo que atiende los antiguos huertos y promueve los festejos del santo en el mes de octubre.

Linck fue el último de los misioneros jesuitas que exploró la parte norte de la península hasta llegar cerca de lo que es hoy la ciudad de Ensenada. En sus correrías llegó hasta la sierra de San Pedro Mártir y la bahía de San Felipe, siempre en busca de sitios adecuados para fundar misiones y de posibles puertos para el galeón de Manila.

Después de su retiro de California, Linck siguió oficiando hasta el año de 1797 en que murió en su país natal. Para los habitantes de la Baja California la vida y la obra de Wenceslao Linck es un tanto desconocida, y es por eso que el Museo de Historia de Ensenada ha preparado esos eventos en su memoria.

En crónica anterior he hecho alusión a los padres jesuitas Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén y de su participación en la fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, en 1720. Anda por ahí un libro de mi autoría titulado “Tres hombres ilustres de Sudcalifornia” en el que hago mención especial del padre Bravo y el escaso conocimiento que se tiene de él.

Aparte de cofundadores de la misión de La Paz, Juan de Ugarte —a quien el doctor Miguel Mathes le llamó el Atlante de California— realizó una gran labor en la misión de San Francisco Javier y Clemente Guillén hizo lo propio en la misión de Los Dolores. Son personajes significativos en la historia de la Baja California. Y sin embargo…

En Ensenada existen la Sociedad de la Antigua California, la Fundación Barca, el Museo de Historia, el Seminario de Historia y muchos de sus habitantes preocupados por divulgar la historia antigua de la península. Y lo demuestran en cada ocasión con la publicación de libros, folletos, conferencias y exposiciones alusivas. Y festivales como el de ahora en memoria de Wenceslao Linck.

En cambio nosotros durmiendo el sueño de los justos. Cierto que contamos con la UABCS y otras instituciones superiores, además del Instituto Sudcaliforniano de Cultura. Pero ellas no tienen fines específicos relacionados con la divulgación histórica de nuestra entidad.

Para ello necesitamos una institución independiente que se encargue de dar a conocer y divulgar nuestro pasado. Y un mecenas que apoye las actividades de esa institución. ¿Será posible?

Septiembre 26 de 2015.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Una calle para un gran hombre

Hace unos días apareció en el periódico “El Sudcaliforniano” un artículo de Manú Dornbierer que habla sobre Gilberto Bosques, cónsul de nuestro país en Francia allá por los años treinta del siglo pasado. Ella dice que bien merece que la capital de la república imponga su nombre a una calle por su gran labor humanitaria a favor de los miles de refugiados que tuvieron que emigrar de Francia y España por los peligros de la segunda guerra mundial y la dictadura de Francisco Franco.

Propone Manú que el nombre de la actual avenida Presidente Masaryk sea sustituido por el de Bosques, habida cuenta que aunque Masaryk fue un personaje relevante en su país no tiene gran significado en el nuestro. Y sí Gilberto por haber hecho posible que veinte mil españoles llegaran a México enriqueciendo la cultura y la ciencia y un soporte más para su desarrollo.

La información viene a cuento porque aquí en nuestra ciudad de La Paz existen nombres de calles que bien pueden cambiarse por otros. Una de ellas es la conocida como Isabel la Católica, nombre que no tiene ninguna relación con la historia sudcaliforniana. O la Antonio Rosales, un revolucionario sinaloense sin ninguna influencia en el acontecer de nuestra entidad.

En su lugar pudiera pensarse en mujeres y hombres distinguidos de nuestra tierra como el ingeniero Modesto C. Rolland, el poeta Filemón C. Piñeda, el doctor Raúl Carrillo Salgado y otros más. Sin menospreciar a nadie, se trata de raíces culturales sudcalifornianas indispensables para salvaguardar nuestra identidad.

Pero no es el caso de cambiar por cambiar, según el criterio de autoridades pasadas. Existieron nombres de calles en el centro de la ciudad que jamás debieron cambiarse. Tal es el caso de las actuales Carlos M. Esquerro, Agustín Arriola y la Ignacio Bañuelos Cabezud. Sus nombres antiguos eran Comercio, Puerto y Muelle, y así se les conoció durante todo el siglo XIX y mediados del veinte.

Hace unas décadas se autorizó nueva nomenclatura para las calles Conde de Revillagigedo y el virrey Antonio de Mendoza y en su lugar se colocaron los nombres del profesor Marcelo Rubio Ruiz y Gral. Félix Ortega Aguilar. Desde luego los cambios fueron aceptados por la población de nuestra ciudad, sobre todo porque los primeros, además de poco conocidos, son personajes de la época colonial.

Pero no se crea que las calles van de acuerdo con su nombre. En anteriores crónicas me he referido a esta incongruencia. Y es que, por malas decisiones, a distinguidos bajacalifornianos les ha correspondido callejones o callecitas irrelevantes. Y también para otros que no siendo de nuestra entidad, merecieron el reconocimiento de nuestro pueblo.

Mauricio Castro, Ildefonso Green, Clodomiro Cota; los padres jesuitas Clemente Guillén, Juan de Ugarte y Jaime Bravo son hombres que debieron tener calzadas y bulevares, además de que sus efigies adornaran la calzada Forjadores de la Baja California.

Así las cosas, tal como lo propuso Manú, sería saludable que la calle Isabel la Católica se cambiara por la de Modesto C. Rolland, por su gran contribución al progreso de nuestro país. Creo que los paceños, incluidos desde luego, la numerosa familia Rolland que existe en nuestro Estado, estarían de acuerdo en tal propuesta.

Claro, corresponderá a la Comisión de Nomenclatura y Numeración del municipio de La Paz llevar adelante las ponderaciones necesarias para ese fin.

Septiembre 23 de 2015.

domingo, 20 de septiembre de 2015

La cultura en Sudcalifornia

La nueva administración estatal ratificó a Christopher Amador Cervantes como director del Instituto Sudcaliforniano de Cultura. Con ese nombramiento atenderá las diversas actividades que desarrollan las instituciones afines como el Teatro de la Ciudad, el Archivo Histórico Pablo L. Martínez, la galería de arte Carlos Olachea, la Casa de la Cultura, la Escuela de Música y la Coordinación de Bibliotecas Públicas.

En el decreto que creó el Instituto en el año de 1994, también se incluyeron como dependencias del mismo a XBCS Radio Cultural Sudcaliforniana y el Museo Regional de Antropología e Historia. También la biblioteca de las Californias ya desaparecida por una mala decisión de un gobierno anterior.

Paralelamente el I. S. C. deberá impulsar las actividades de las academias de danza y grupos de teatro independientes, las artes visuales, los documentales cinematográficos, así como la producción editorial la que en los últimos años ha tenido un desarrollo significativo. Por supuesto todo lo anterior será posible con un presupuesto adecuado tanto de parte de la federación como del gobierno estatal.

Y hablando de los apoyos económicos al desarrollo cultural —sobre todo a las artes— es justo aclarar que éstos han provenido en gran parte del Conaculta mientras que el gasto corriente ha sido por cuenta del Gobierno del Estado. Sería oportuno, ahora que se inicia un nuevo sexenio, diseñar estrategias y evaluar el trabajo de los recursos humanos con que cuenta el Instituto, así como analizar la productividad económica de las diversas actividades culturales que se realizan.

Al respecto, es bueno recordar que como sector de actividad económica, las industrias culturales y creativas a nivel nacional, contribuyen con el 7.3 % del producto interno bruto, que colocan a este sector como uno de los principales ramos productivos. En el caso particular de nuestro estado habrá que hacer un diagnóstico del comportamiento económico de la cultura y conocer que áreas son generadoras de ingresos.

Por otro lado, ahora que el gobierno federal creó la Secretaría de Cultura independizándola de la SEP y con la facultad de tener su propio presupuesto y con programas que no necesitan el visto bueno de esa secretaría, esa decisión abre un campo muy extenso de posibilidades. Una de ellas la de dejar de ser el patio trasero del gobierno como ha ocurrido en los últimos sexenios. Pero para ser eficiente, la Federación debe asignarle recursos suficientes, dado que va a necesitar una reestructuración a fondo de las instituciones culturales del gobierno federal, adelgazar quizá la burocracia y darle un mejor destino a los dineros que manejará.

Aún no se sabe cómo será la relación con los estados, porque muchos de ellos, incluyendo el nuestro, estaban con directa dependencia con Conaculta y sus programas. En gran parte los recursos para las actividades culturales provenían de ese Consejo y en menor proporción del gobierno estatal.

Por otro lado es incongruente que ahora que la cultura nacional será dirigida por una secretaría, aquí en nuestro estado dependerá de la SEP cuando lo más cuerdo sería que se creara la Secretaría de Cultura Estatal, con rango parecido a la del gobierno federal.

Pero en tanto se aclaran las cosas y se reorganiza el equipo de trabajo junto con los programas a realizar en el presente sexenio, habremos de darle un voto de confianza a Christopher Amador a fin de que lleve a buen puerto la cultura sudcaliforniana.

Septiembre 19 de 2015.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Ochenta y cinco y tres

Lejos ha quedado Santa Rosalía mi lugar de origen. Y la escuela primaria Ignacio Allende, y la escuela secundaria Morelos, y el Valle de Santo Domingo generador de mi vida profesional como maestro. Su recuerdo se va esfumando con el tiempo como las nubes pasajeras.

Cuando el cardiólogo me operó de las arterias coronarias me dijo: “Quedó muy bien, le doy diez años de vida” y le contesté: “doctor, hágamela buena con tres”. Han pasado ya cinco años y aún me quedan otros cinco según el diagnóstico del cirujano.

Nomás que los esfuerzos físicos y las dietas me restringen a veces más de la cuenta. Los primeros debo evitarlos y las segundas me prohíben los placeres propios de las buenas comidas, con manteca y condimentos. Pero como dijo un jurisconsulto no muy honesto: “las leyes se hicieron para violarlas.

Hace poco el estimado amigo Luis Rosas Meza, encargado de los talleres gráficos del municipio, me obsequió una copia del poema de Jorge Luis Borges al que tituló INSTANTES, el que por cierto comienza con una frase que dice “si pudiera vivir nuevamente mi vida”. Esa frase la utilizó años antes Nadine Stair en su poema que empieza “If I had my life to live over again”. Los dos poemas tienen semejanzas y son extraordinarios.

Bueno, pero lo que quiero decirles es como termina el poema de Borges: “Si pudiera volver a vivir/comenzaría a andar descalzo a principios/de la primavera/y seguiría descalzo hasta concluir el otoño/. Contemplaría más amaneceres,/y jugaría con más niños/ si tuviera otra vez vida por delante/. Pero ya ven, tengo 85 años/y sé que me estoy muriendo/.

El poema de Borges me hizo recordar otro de Amado Nervo titulado En Paz que concluye así: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz/¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”. Por coincidencia los dos murieron fuera de su país. Nervo en Montevideo, Uruguay. Borges, en Ginebra, Suiza.

Dos grandes poetas latinoamericanos que hablaron sobre la vida y la muerte. Tenían derecho a hacerlo por la existencia fecunda que llevaron y porque dieron prestigio a la literatura del continente. Su obra, por imperecedera, merece recordarse en toda ocasión.

Los ochenta y cinco los disfruté con mi familia. Por la mañana un sabroso menudo que preparó mi hija Virginia, Y en el transcurso del día las felicitaciones de muchas amigas y amigos a través de Facebook y otros por la vía telefónica. Regalos pocos pero muy significativos, entre ellos un hermoso arreglo floral enviado por mi compadre el profesor Ricardo Fiol Manríquez.

Pero el más emotivo fue el de uno mis nietos más pequeños cuando me preguntó: “¿Abuelito, no te vas a morir pronto, verdad? Y es que cuando se quiere de verdad los deseos de permanencia ocupan un lugar preferente.

Del 12 de septiembre a este día son ochenta y cinco años y tres días, “ai la llevamos”, como dijo el ranchero. Pero lo cierto es que a pesar del tiempo transcurrido, aún me quedan energías para escribir, para soñar, para tratar de realizar cosas que he dejado pendientes. Y claro, cuando todo acabe —espero que no sea tan pronto— quedará inconclusa mi pregunta: ¿Valió la pena mi paso por este mundo?

Por lo demás, mientras el cuerpo aguante seguiré con lo que ha sido mi pasión. Leer mucho y escribir, como las crónicas que semana tras semana aparecen en el periódico El Sudcaliforniano. Para que quiero más, aparte del amor de mi familia.

Septiembre 15 de 2015.

jueves, 10 de septiembre de 2015

El sudcaliforniano olvidado

El miércoles pasado el grupo Reflexión escuchó la plática del ingeniero Jorge M. Rolland Constantine quien radica en la ciudad de Querétaro, sobre la vida y la obra de su abuelo el también ingeniero Modesto C. Rolland, originario de esta ciudad de La Paz y que se distinguió en su tiempo por ser un innovador en el arte de la construcción a base de concreto armado.

Fue una exposición detallada y completa de este sudcaliforniano que en su juventud incursionó en la política, ocupó altos puestos en las administraciones públicas de esa época y fue el constructor de la plaza de toros México en la capital del país, el estadio de la ciudad de Jalapa y otras obras de no menos importancia.

El nombre de Modesto C. Rolland es poco conocido en nuestro estado, sobre todo porque la mayor parte de su vida la pasó en el centro de la república. De niño asistió a las escuelas de Santa Rosalía y La Paz. En el Instituto Rosales de la ciudad de Culiacán se recibió de maestro y posteriormente hizo la carrera de ingeniería en la ciudad de México.

En los últimos meses se han insertado en el periódico El Sudcaliforniano uno o dos artículos sobre la vida y la obra del ingeniero Rolland. En el 2007, en mi libro “Narraciones de ayer y de hoy” incluí una crónica con el título de ¿Quién fue Modesto C. Rollland? Ahora, con la documentada investigación realizada por su nieto y que es suficiente para la edición de un libro biográfico, estaremos en condiciones de valorar la presencia de este personaje en el  progreso de nuestro país.

Jorge Rolland vino a La Paz en busca de mayor información sobre su abuelo. Lo único que pudimos decirle es que el historiador Pablo L. Martínez en su libro “Guía familiar de la Baja California” insertó el dato del matrimonio de Juan Francisco Rolland y María de Jesús Mejía, padres de don Modesto. Y también de uno de los hermanos de éste el señor Guzmán Rolland que se casó con doña Julia Piñeda.

Como consecuencia de este último matrimonio se formó una familia muy conocida en nuestra ciudad. Recordamos a cinco de sus hijos, los profesores María de Jesús  y David, a José (cuate), María del Refugio y Juan B. quien fue subjefe de Hacienda en esta ciudad.

María de Jesús, conocida cariñosamente como la Chuy Rolland, llenó toda una etapa en el magisterio sudcaliforniano. Fue una activista en tareas sociales y la fundadora y directora durante varias décadas de la escuela primaria “Rosendo Robles”.

La señora Julia Piñeda era hermana de Filemón C. Piñeda, uno de los distinguidos poetas sudcalifornianos, quien a su vez fue el padre del profesor César Piñeda Chacón, Incansable promotor de las artes y la cultura de nuestro Estado. Y todos por lazos de parentesco, son parientes del ingeniero Modesto C. Rolland y, desde luego del ingeniero Jorge.
Bueno, pues después de la plática sobre su abuelo, los asistentes al desayuno del grupo Reflexión propusieron que sus restos fueran depositados en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. Se tomó nota de ello, pero en tanto, lo mejor sería que una de las calles de la ciudad llevara su nombre, o bien un fraccionamiento o colonia. Que una de las aulas o auditorio del Instituto Tecnológico lo recordara o bien que su busto se colocara en la calzada Forjadores de la Baja California.

Con este homenaje, a la vez que se reconocen los méritos del ingeniero, se hará perdurable el apellido Rolland, uno de los más antiguos de la Baja California.

Septiembre 10 de 2015.

*Nota del editor
Si lo desea, puede ver y descargar el libro Narraciones de ayer y hoy directamente de este blog o a través del siguiente enlace:
https://drive.google.com/folderview?id=0BxYWdR7T4Rp0flA1cDQ2b2FZR1puWjVON3pKTWhzajFPeHFkeDhWU3RtNEI5aEtzU2ViYzQ&usp=sharing

lunes, 7 de septiembre de 2015

Una guayabera y los chiles en nogada

Hace días recibí la invitación para asistir a la toma de posesión de Carlos Mendoza Davis como el nuevo gobernador de nuestro estado. En una pequeña tarjeta adjunta indicaba que los hombres deberían llevar guayabera de manga larga. “ Bueno —me dije— para el calor septembrino es lo más adecuado”.

Ahora, faltando dos días para el acto, recordé que no tengo una camisa de esas características y que si deseaba asistir debería conseguir una. Lo más fácil sería comprarla en una de las tiendas de ropa, pero en la primera de ellas al preguntar por el precio me arrepentí. Costaba la friolera de 1,400 pesos. Así las cosas, me resigné a ver por la televisión la trasmisión del evento.

Ayer, una de mis nietas, la doctora en ciencias Martha Reyes, me habló por teléfono para invitarme a saborear unos chiles en nogada que había adquirido especialmente para nosotros —mi esposa y yo—. Claro, invitación tan especial no podíamos despreciarla, así es que a eso del mediodía llegamos a su casa dispuestos a darle mate a ese famoso platillo poblano.

Mientras se hacían los preparativos de la comida iniciamos una plática sobre diversos temas de actualidad sin faltar, por supuesto, el incremento de la criminalidad en nuestra entidad. Y entre un tema y otro, les dije de la invitación a la toma de posesión y la imposibilidad de asistir por falta de una guayabera de manga larga.

Mi nieta se me quedó viendo y de pronto me interrumpió para decirme: “abuelito, no te preocupes, Carlos tiene varias —Carlos es su esposo y doctor en ciencias igual que ella— y te puede prestar una”. Por fortuna él es de estatura semejante a la mía y es flaco como yo. Con premura se levantó y en menos de tres minutos ya me hacía entrega de una prenda de color blanco que me quedó a la medida.

Así es que, a la par de degustar los chiles en nogada, por cierto riquísimos, aseguré mi presencia en la toma de posesión del nuevo gobernante de Baja California Sur. “Pero, —me pregunté—“¿porqué lo de la guayabera si en esos actos protocolarios lo más común es el traje?”. Preguntando aquí y allá, me informaron que era un reflejo de la forma de vestir del exgobernador del estado, don Ángel César Mendoza Arámburo y que incluso en su toma de posesión en 1975 se presentó con ese atuendo.

En esos años se hizo muy popular la guayabera porque el presidente Luis Echeverría la usaba cotidianamente. Y claro, todos los funcionarios de su gobierno hacían causa común con él. En las fotografías de ese año, aparecen el presidente, Félix Agramont Cota —gobernador saliente—, Ángel César y el profesor Manuel Salgado Calderón vistiendo esa prenda. De seguro, muchos de los asistentes al solemne acto los imitaron.

El hecho mismo de recordar a su padre revela una gran sensibilidad de su hijo Carlos. Durante su registro como candidato a gobernador por el PAN, aseguró que por herencia trae la vocación de servicio y el amor a Sudcalifornia y porque de sus padres comprendió el don de la amistad y la humildad.

Así es que asistiremos a un acto inusitado en Baja California Sur y en nuestro país. Aquí tenemos una familia de gobernadores para bien de todos: el Lic. Ángel César Mendoza Arámburo, Alberto Andrés Alvarado Arámburo y Carlos Mendoza Davis. Los dos primeros de gratos recuerdos por su excelente y honesta administración; del último sus reiterados deseos de seguir el ejemplo de sus antecesores.

Septiembre 07 de 2015.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Junípero Serra y la Baja California

Hace unos días en el periódico El Sudcaliforniano apareció una nota en la sección República, en la que se da conocer que el día 23 de septiembre en la ciudad de Washington se canonizará a fray Junípero Serra, el misionero franciscano fundador de varias de las misiones de la Alta California y años antes de las misiones de la Sierra Gorda del estado de Querétaro.

La vida y la obra de este fraile son un tanto desconocidas por los habitantes de esta península, dado que por su corta estancia en ella —un año— no realizó acciones trascendentes, como lo hicieron en su tiempo los misioneros jesuitas. En esos años, de 1768 a 1772, los franciscanos solamente atendieron en la medida de sus posibilidades las misiones que dejaron los jesuitas después de su expulsión en 1767.

Con la autorización del rey de España, el visitador José de Gálvez brindó todo su apoyo a fin de que los franciscanos llegaran a la Alta California donde realizaron una extraordinaria hazaña fundando misiones como las de San Diego de Alcalá, San Bernardino, San Carlos Borromeo y la de Santa Bárbara.

El recorrido desde la Baja California hasta la Alta en el año de 1769 es descrito con detalles en el diario que escribió el padre Serra el cual, gracias a la buena disposición del historiador Carlos Lazcano, fue publicado en el 2002 por el gobierno del estado, la fundación Barca y el Museo de Historia de Ensenada. En la introducción del libro Carlos dice:

Formando expedición por tierra con el gobernador Portolá, inicia Serra la marcha hacia el norte. La preocupante herida de su pierna ulcerada hacía tan torpe y pesado su caminar… Pero Fray Junípero no se rinde. El primero de julio de 1769 llegan al puerto de San Diego y, mientras las tropas izan la bandera de España y levantan el campamento, el padre Serra enarbola la cruz y funda la primera misión en la Alta California”.

Serra era un hombre de carácter firme y de una gran voluntad. A pesar de sus dolencias superó obstáculos y fue el fundador de las primeras nueve misiones. Lazcano dice de él: “Miles y miles de kilómetros pisó en su fecunda vida. Cojeando y valiéndose de un bastón, visita las misiones para estar con sus hermanos los misioneros. Predica, confirma, bautiza, confiesa y aún le queda tiempo, para él el más precioso, en el que se ocupa de los problemas y necesidades de sus queridos indios”.

El 28 de agosto de 1784 falleció y fue sepultado en la misión de San Carlos Borromeo, cerca de Monterrey. El 25 de septiembre de 1988, Juan Pablo II, quien había visitado la tumba de fray Junípero Serra, lo beatificó solemnemente en la ciudad de Roma. Y ahora, el 23 de septiembre será canonizado por el papa Francisco durante su visita a esa ciudad norteamericana. El solemne acto se llevará a cabo en la basílica del Santuario de la Inmaculada Concepción, que es la mayor iglesia católica en los Estados Unidos y una de las más grandes del mundo.

Son diversos los historiadores que se han referido a la vida y la obra de Serra. La más importante, quizá, es la de fray Francisco Palou que escribió “La vida de fray Junípero Serra”, publicado por la editorial Porrúa en su colección Sepan Cuantos. También la conferencia que ofreció en esta ciudad el doctor Lino Gómez Cañedo titulada “Un lustro de administración franciscana en Baja California.”

Serán, desde luego, los estados de Querétaro y el de California en los Estados Unidos, los que estarán de plácemes, porque sintieron la presencia de este misionero, cuyo recuerdo vivirá reflejado en las misiones que fundó tanto en México como en los Estados Unidos.

Septiembre 04 de 2015.