Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

martes, 29 de diciembre de 2015

Morelos, de la Independencia de México

Este 22 de diciembre, la figura egregia de don José María Morelos, el héroe de la independencia de nuestro país, representada en el monumento localizado en un pequeño jardín de nuestra ciudad, estuvo más solitaria que nunca. Solitaria como debió estarlo en vida aquel hombre que fue fusilado en esa fecha por orden del gobierno virreinal español, en el año de 1815.

Continuador de la lucha iniciada en 1810 por don Miguel Hidalgo, libró frecuentes combates contra las tropas realistas en Acapulco, Tixtla, Izúcar, Taxco y Cuautla. Pero su presencia fue más significativa porque alentó la integración del Congreso de Chilpancingo que expidió la Constitución de Apatzingán, el 22 de octubre de 1814

Para su tiempo la constitución fue un conjunto de leyes que llenaba las aspiraciones de un pueblo que había sido dependiente de un dominio extranjero durante tres siglos. En ella apareció por primera vez las facultades de la soberanía la que residía originariamente en el pueblo y que eran atribuciones se la soberanía la facultad de dictar leyes, la facultada de hacerlas ejecutar y la facultad de aplicarlas en los casos particulares. Todo esto a través de tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

A través de 22 capítulos, la constitución hace referencia a los ciudadanos, forma de gobierno, de la elección de diputados al Congreso, del Supremo Gobierno, etc. Por cierto, cuando hace mención de las provincias que comprende la América Mexicana, no hace mención de la Baja California.

Pero mientras el Congreso sesionaba con miras a la aplicación de los postulados constitucionales la guerra continuaba. Con victorias y derrotas, las fuerzas insurgentes defendían palmo a palmo las regiones conquistadas. Y a pesar de la superioridad numérica de las tropas realistas los patriotas mexicanos nunca se arredraron.

Cuando, como resultado de una traición, Morelos fue hecho prisionero, juzgado, excomulgado y sentenciado a muerte, allá en las montañas del sur otros caudillos sostuvieron la bandera de la independencia, como Vicente Guerrero, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Al final de la guerra en 1821, correspondió a Guerrero y el jefe realista Agustín de Iturbide, jurar la independencia de México del dominio español.

Fueron 21 años de luchas permanentes, desde que don Miguel Hidalgo las iniciara el 16 de septiembre de 1810. A través de esos años el suelo de México fue regado con la sangre de miles de patriotas —y también de la parte contraria— entre ellos los iniciadores Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo. Y otros caudillos después como el mismo Morelos, Galeana y Matamoros.

Por eso, por la trascendencia histórica de ese movimiento libertario es que los mexicanos no debemos olvidarlo. Por eso también la llamada de atención del reportero Miguel Rubio en el sentido de que el congreso local no hubiera recordado esa fecha importante en los anales de nuestro país, sobre todo porque la sala de sesiones lleva el nombre del insurgente más destacado de la independencia nacional.

Lo mismo se podría decir de la escuela secundaria que se encuentra frente al monumento y que lleva el nombre de José María Morelos y Pavón. Aunque se justifica la disculpa por el periodo de vacaciones, estoy seguro que en sus clases de historia sus maestros realzarán la vida y los hechos de este mexicano ejemplar el que, a pesar de los 200 años de su sacrificio, aún vive en el recuerdo de todos los que habitamos este país independiente y libre.

Diciembre 29 de 2105

jueves, 17 de diciembre de 2015

Un regalo equivocadoLa playera, prueba del delito.

La playera, prueba del delito.
Por costumbre, en el día de mi cumpleaños y en Navidad mis hijos me regalan prendas de vestir, algunas de las cuales pasa mucho tiempo sin estrenarlas. A mi edad y sin buscar mejorar mi apariencia, los regalos permanecen en el armario durmiendo al lado de sus etiquetas.

A veces, esto ha sido motivo de quejas de mi familia por lo que consideran un desprecio a sus afanes de agradarme. En ocasión reciente, mi hija Ana María me reprochó porque un traje que me regaló el año pasado todavía no lo había usado y vaya, ni me acordaba de que lo tenía en mi guardarropa.

Fue por eso que la semana pasada me dediqué a buscar los regalos y encontré una playera de manga larga propia para estos meses de frío. –“Esta si me va a servir” —me dije— y sin pensarlo mucho la aparté para ponérmela al día siguiente. Como la vi superficialmente no me di cuenta de las leyendas impresas en ella, cosa común en esta clase de prendas.

Por la mañana, protegiéndome con ella, me dirigí a las oficinas del agua potable que se encuentran cerca de la Escuela Normal Urbana, con la buena y a la vez mala suerte de encontrar a un estimado amigo quien también andaba en esos menesteres. Después de los saludos de rigor, se me quedó viendo y no dudó en decirme: --“¿Oye, no eres tú uno de los que defiende a capa y espada que no se le llame a nuestra tierra Baja Sur?

Me extrañó la pregunta pero lo contesté afirmativamente. Pero a mi vez le repliqué: --¿a qué viene la pregunta? Y entonces para mi sorpresa y bochorno me dijo:”Porque traes en tu playera la propaganda que dice lo contrario”. Cierto, en ese instante me quité la prenda —traía una camiseta debajo— y en efecto en la parte que da a la espalda decía Baja Sur, México, con letras grandes y una estampa con una montaña, un cardón, un coyote y un conejo.

No me lo van a creer, pero volví a mi casa apresuradamente, llevando la dichosa playera apretujada entre mis manos. La guardé en lo más profundo del clóset, y ahí permanecerá como recuerdo de la metida de pata que casi da al traste de mis convicciones. Y es que yo he sido, junto con otros buenos escritores y periodistas sudcalifornianos, defensor acérrimo de que no se mutile el nombre de nuestro Estado.

Apenas ayer, Eligio Moisés Coronado, en sus crónicas sudcalifornianas, insertó el decreto del gobierno del Estado que prohíbe la utilización del término Baja como sinónimo de Baja California Sur. Y prescribe multas para todos aquellos que no respeten lo estipulado en ese documento oficial. Y a como están las cosas, será conveniente un decreto más en el que se prohíba también el uso de Baja Sur que ya es utilizado por comercios, revistas, eventos deportivos, publicidad turística y párele de contar.

¿Se imagina usted cuantas playeras con ese letrero ofensivo andan exhibiendo los habitantes de La Paz y otros pueblos de nuestro Estado? O pensar que haya otras prendas u objetos que venden en los comercios que también ostentan esa leyenda. Como si fuera una campaña orquestada por personas o grupos que persiguen fines inconfesables, a la que no son ajenos mexicanos mal nacidos y extranjeros con afanes de dominio territorial.

Total, me disculpé con el amigo que me hizo el reproche y le prometí escribir un artículo a manera de crónica sobre este regalo equivocado y la imprudencia que cometí al exhibirlo. Si lo lee, ojalá ya no dude de mis convicciones de seguir defendiendo el nombre de Baja California Sur.

Diciembre 16 de 2015.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los oasis y la misión de Santa Gertrudis la Magna

Misión Santa Gertrudis la Magna.
Los oasis en Baja California siempre han sido fuentes de vida. En una región desértica como lo es la península californiana el agua adquiere un valor especial sobre el que gira la supervivencia y el desarrollo de sus habitantes. Por eso, los primeros poblamientos de la península y después durante el establecimiento de las misiones religiosas, los oasis han dado origen a varias poblaciones y muchas rancherías a todo lo largo y ancho de esta región.

Desde la fundación de la Misión de San Bruno en 1683 por el padre jesuita Eusebio Francisco Kino, fueron 17 centros religiosos fundados por esta orden y siempre alrededor de lugares donde existían oasis. Pero encontrarlos fue extremadamente difícil, lo que obligó a los padres jesuitas a efectuar grandes recorridos, por lo regular a cientos de kilómetros, hasta descubrir las fuentes de agua donde establecer sus misiones.

Así fundaron, a partir de 1697, las misiones de Loreto, San Javier, Mulegé, Comondú, La Purísima, San Ignacio, San Luis Gonzaga, La Paz, Todos Santos, Santiago y otras más. Debido a las dificultades económicas y la falta de misioneros, las fundaciones fueron espaciadas de tal manera que necesitaron 70 años, hasta 1767, para lograr sus propósitos evangelizadores.

En los últimos años de su estancia en la península, los padres jesuitas fundaron las misiones de San Francisco de Borja, Santa Gertrudis La Magna y la última Santa María de los Ángeles, en 1776. Estas tres misiones localizadas un poco más allá de los límites del actual estado de Baja California Sur, fueron atendidas en su momento por los padres de la misión de San Ignacio.

La historia de la misión de Santa Gertrudis La Magna es muy interesante. La mayoría de los historiadores, entre ellos Miguel León Portilla y Pablo L. Martínez apoyados en las crónicas del padre jesuita Miguel del Barco, aseguran que la misión fue fundada en 1752 por el padre Jorge Retz. En cambio, Carlos Lazcano dice que en realidad fue el sacerdote Fernando Consag el primero en establecerla en 1737, cuando el padre visitador de los jesuitas de la California, Andrés García, lo comisionó para establecer una nueva misión en la parte norte.

Lazcano aclara que la confusión se debe a que los primeros 14 años, antes de que estuviera en su sitio actual, a esta misión se le apoyaba desde San Ignacio y se le conocía con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores. Y aunque Fernando Consag fue el que la cambió a su sitio actual, quien la empezó a atender fue el padre Retz a partir de 1752.

A poco de establecerse en la misión de Santa Gertrudis —narra Carlos Lazcano— el padre Retz dio principio a los trabajos agrícolas que le permitieron a su misión cierta autonomía. Encontró un manantial un poco más amplio y el construyó un canalito para regar la poca tierra de cultivo que se disponía. Pero igual acarreó tierras de otras partes a fin de obtener mejores siembras. Construyó acequias y pilas que le permitieron sembrar y cosechar en poco tiempo. El maíz y el trigo florecieron, junto con frutales como olivos, higos, granadas, uvas y dátiles. Con las uvas, el padre Retz elaboró los primeros vinos del norte peninsular, tradición que se conserva hasta nuestros días.

El padre Retz hizo florecer esta misión, algo notable ya que se encontraba en medio del desierto central de la península, con una de las geografías más hostiles de la península. Cuando el padre Consag entregó la misión al padre Retz, ésta contaba con alrededor de mil indígenas cochimíes bautizados. Para 1762 la población era de 1735 y ya cuando los jesuitas fueron expulsados de California quedaban mil en la misión. Después las epidemias fueron reduciendo la población indígena, hasta que la misión fue abandonada en 1822.

Al abandonarse la misión la custodia quedó en manos de los habitantes del lugar. En la actualidad la atendía el señor Eugenio Ceseña Urías, quien tenía a su cargo organizar los festejos en honor de la virgen, todos los 17 de noviembre de cada año.

Quien desee conocer el oasis y la hermosa y bien conservada misión de Santa Gertrudis la Magna, debe viajar a la población de Vizcaíno y de allí al lugar conocido como El Arco. De esa comunidad se recorren 33 kilómetros a través de tramos arenosos y pedregosos, por lo cual es necesario vehículos de doble tracción. El recorrido de realiza en un tiempo aproximado de una hora con cuarenta minutos. El edificio se localiza en una meseta al pie de una gran sierra; un arroyo corre alrededor de la misma. La vegetación es escasa, con árboles frondosos en el lecho del arroyo. Vale la pena visitarla porque los oasis contribuyeron a la evangelización de los indígenas de Baja California.

Diciembre 14 de 2015.

lunes, 7 de diciembre de 2015

1967 y el periódico “El Sudcaliforniano”

Don Carlos Morgan (+) y Mario Vázquez Raña (+), director 
general de  Organización Editorial Mexicana.
Mi encuentro con el periódico que fundara Carlos Morgan Martínez en 1967 no fue de mi gusto. No había pasado un año de su presencia en nuestra ciudad de La Paz, cuando apareció un artículo en su primera plana criticándome por haber tenido la audacia de fungir como perito de joyas arqueológicas.

El asunto sucedió así. Un día de tantos recibí la invitación de las autoridades judiciales para que actuara como perito para determinar la autenticidad de unas piezas arqueológicas que tenía en venta un señor que llego del interior de la república. Lo tenían detenido en los separos de la policía junto con la mercancía.

La conclusión fue inmediata. Después de observar con detenimiento las piezas e incluso raspar en su superficie, me di cuenta que eran burdas imitaciones de las que abundan en los centros arqueológicos del centro de la república y de las zonas de Tabasco y Yucatán. Además, el precio que pedía por ellas distaba mucho del valor real de las verdaderas.

No son genuinas —me decía asustado el vendedor— ni tampoco las robé. Las compré en un mercado artesanal donde hay muchas de ellas.

Total, con mi declaración el asustado señor quedó libre, pero con la advertencia de que en futuras ocasiones debería mostrar el recibo de compra del comercio expendedor. Y, desde luego, mi experiencia sirvió porque en mis viajes que hacía al interior de la república adquirí varias muestras arqueológicas de imitación.

En esos años del inicio del periódico ya se publicaba en nuestra ciudad “El Eco de California” que se especializaba en temas regionales, al contrario de “El Sudcaliforniano” que contenía información nacional y del extranjero. Por eso, los envidiosos le llamaban “el papelote del nombre prestado” y a don Carlos “el pirata Morgan”.

Cuando Carlos Morgan se retiró de la dirección del periódico, fundó después “El Diario Peninsular” y “El Forjador”. Este último me publicó varios artículos, lo mismo que “El Eco” y el “BCS”. Y después de muchos años, a partir del año de 1999, “El Sudcaliforniano” me publicó casi 200 crónicas muchas de las cuales me sirvieron para publicar cuatro libros. Fue cuando era director el estimado amigo y excelente periodista Jesús Chávez Jiménez, y después el actual don José Escobar García quien por varios años ha sabido llevar a ese diario por los caminos de un verdadero medio de comunicación masiva.
                                                                                         
Y como siempre, no faltan anécdotas en la vida de este medio informativo. Humberto de los Ríos, un viejo amigo de las imprentas relata que en una ocasión don Carlos Morgan solicitó su ayuda para maquilar la información del periódico dado que su linotipo se había descompuesto. Así que durante tres o cuatro días el contenido de “El Sudcaliforniano” se maquiló en los talleres de “El Eco de California” donde trabajaba Humberto. Por supuesto la ayuda fue un tanto sigilosa a fin de que no se diera cuenta Félix Alberto Ortega Romero, propietario de este último periódico, por aquello de la competencia.

En la actualidad “El Sudcaliforniano” es un órgano informativo reconocido por la sociedad. Con un tiraje de 20,000 ejemplares se distribuye en las principales ciudades y pueblos de nuestro Estado. Además de las noticias, tiene secciones de sociales, deportivas, policíacas y de los cinco municipios. Cuenta, además, con una sección de información nacional e internacional y otra titulada La República. En su sección de Opinión colaboran prestigiados comentaristas y periodistas de renombre del ambiente nacional. Y le da cabida a otros de nuestra ciudad quienes escriben crónicas, asuntos culturales y análisis de la problemática local.

Por todo ello quiero pensar que tenemos “El Sudcaliforniano” para rato.

Diciembre 05 de 2015

domingo, 6 de diciembre de 2015

Pinturas rupestres, misiones y oasis

Misión de Santa Rosalía de Mulegé.
La semana pasada, el día 2 para ser exactos, el archivo Histórico Pablo L. Martínez presentó su reciente publicación de la autoría de la maestra Elizabeth Acostas Mendía, la doctora María de la Luz Gutiérrez y el licenciado Leonardo Varela Cabral.

El libro que lleva por título “Pinturas rupestres, misiones y oasis de la Baja California” es bilingüe, editado en español e inglés e ilustrado con numerosas fotografías a color y blanco y negro. De gran formato, la edición fue patrocinada por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura, el INAH, y la propia institución archivística.

El tema de las pinturas rupestres de las sierras de San Francisco y Guadalupe en la región central de la península siempre ha llamado la atención, no solamente de investigadores mexicanos sino también de científicos extranjeros. Pero inexplicablemente permanecieron ignoradas durante mucho tiempo, aunque ya los misioneros jesuitas habían hablado de ellas, incluso con la opinión de que las pinturas plasmadas en las cuevas de esas sierras habían sido grabadas por un grupo primitivo de gran estatura que llegaron a la península hace doce mil años.

En la presentación del libro se hizo alusión a la temática desarrollada por los autores y, en el caso de las pinturas, la doctora Gutiérrez, autora de un ensayo sobre ellas, centró su atención  en la influencia  del paisaje como elemento mágico que originó esas muestras de arte pictórico. Los recursos naturales como el agua en los oasis, los animales del desierto y del mar, incluso los volcanes donde se proveían de los pigmentos para sus creaciones, formaron parte simbólica de los grupos indígenas que habitaron, no se sabe si temporalmente, esas agrestes regiones de la Baja California.

Por su parte, la maestra Acosta Mendía se refirió a las misiones jesuitas y dominicas que se fundaron a partir de 1697, cuando el padre Juan María de Salvatierra fundara la misión de Loreto. Como antecedente citó las primeras expediciones a la península, desde que Hernán Cortés tomara posesión de la misma  en el puerto y bahía de Santa Cruz, el 3 de mayo de 1535. En el texto aparecen los planos de algunas misiones y fotografías inéditas de algunas de ellas.

En el capítulo sobre los oasis, Leonardo Varela coincidió con la doctora Gutiérrez de que el agua fue un elemento vital en la vida de los grupos primitivos que llegaron a la península, no solamente los que originaron las pinturas rupestres hace miles de años, sino también en la supervivencia de los grupos aborígenes que encontraron los españoles a su llegada a esta tierra.

Lo significativo en este caso es que los oasis sirvieron como referencia para fundar las misiones jesuitas y dominicas a todo lo largo y lo ancho de esta región de nuestro país. Misiones que pasados los años se convirtieron en ciudades y pueblos como el propio Loreto, Mulegé, San Ignacio, La Paz y San José del Cabo.

El libro publicado bajo la responsabilidad del Archivo Histórico Pablo L. Martínez viene a llenar un vacío en la historiografía de nuestra península. Aunque hay otros textos que se refieren a las pinturas, misiones y oasis, muchos de ellos en lengua extranjera, lo cierto es que en nuestro idioma y con la información relevante sobre estos vestigios culturales, solamente  contábamos con las obras de Enrique Hambleton, Miguel Mathes y Salvador Hinojoza Olivas.

Cierto, el INAH tiene publicados varios libros interesantes sobre este patrimonio, pero no han tenido la divulgación necesaria.  Es por eso la importancia de la obra que el Archivo presentó recientemente


Diciembre 04 de 2015.

viernes, 4 de diciembre de 2015

La cuera del vaquero sudcaliforniano

Por la distancia —y por la edad— no asistí a Comondú el pasado 15 de noviembre, donde se llevó a cabo el VI Festival del Vino Regional. Fue una lástima porque no pude disfrutar de un buen vaso de ese licor tradicional, y también por no haber podido presenciar el Primer Concurso de exhibición del Traje del Vaquero Regional que tuvo lugar ese mismo día.

Pero gracias al estimado amigo Simón Óscar Mendoza tuve una información amplia del éxito de ese concurso. Simón formó parte del jurado que calificó los atuendos de los vaqueros participantes, tanto del animal que montaban como de la vestimenta de los jinetes, vestimenta que tradicionalmente se conoce como “cuera”.

Como el concurso no tuvo la difusión suficiente, sólo se contó con siete participantes y de ellos fueron tres los que obtuvieron premios de diez mil, siete mil y cinco mil pesos. El primer lugar fue para el señor Darío Higuera Meza, del rancho El Jarillal; el segundo para don Leonardo Gerardo Camacho, del pueblo de San Isidro y el tercer lugar correspondió a Juan de Dios Peralta García, de San Miguel de Comondú.

Me cuenta Simón que el concurso despertó mucho entusiasmo y que incluso muchos niños y jóvenes mostraron interés en presenciar ese evento, que creo es la primera vez que se realiza en nuestro Estado. De seguro los próximos concursos multiplicarán el éxito de ahora.

Desde luego, el más entusiasmado con esta clase de eventos culturales es nuestro amigo Simón Óscar. Y no le falta razón. Él ha sido uno de los mayores divulgadores de las tradiciones de nuestra tierra, en especial de las costumbres y formas de vida de los vaqueros que habitan en los múltiples ranchos de la geografía peninsular.

Gracias a sus constantes recorridos por los diversos vericuetos de las sierras donde se encuentran ranchos cuyos habitantes mantienen las costumbres heredadas de sus antepasados, es que ha adquirido vastos conocimientos de ellos, sobre todo en todo lo que respecta al cuidado y mantenimiento del ganado, y las peripecias que a diario realizan en busca del mismo en las regiones agrestes de sus localidades.

Fue en esos ranchos donde Óscar conoció la indumentaria usual de los vaqueros serranos. Y fue por eso, por ayudar a conservar la tradición, que se dio a la tarea de escribir un libro al que tituló “El campeador de la California”, sin más ayuda que su esposa y su entusiasmo.

Utilizando un lenguaje coloquial y con imágenes de rancheros y la descripción de su vestuario y de sus monturas, el autor se da tiempo para hablar de las características de las viviendas y la clase de alimentos que consumen. Es un texto completo que no debe dejarse de admirar.      
        
Por otro lado, y en relación al concurso efectuado en Comondú, nuestro amigo es de la opinión de que estos eventos deben multiplicarse en toda nuestra entidad y propone que el siguiente se haga en la comunidad de San Blas, subdelegación de San Antonio, dado que a su alrededor existen antiguos ranchos cuyos vaqueros participarían sin duda alguna.

Desde luego el Ayuntamiento de La Paz tendría una intervención decisiva en su organización, y en base a la convocatoria respectiva aportar los premios en efectivo, tal como lo hizo el ayuntamiento de Comondú en el evento realizado a mediados del pasado mes de noviembre.

Por lo pronto tenemos que felicitar a los organizadores del festival del vino regional y del primer concurso de traje regional, entre ellos la profesora Jackeline Verdugo, por su celoso afán de salvaguardar las costumbres del pueblo sudcaliforniano.


Noviembre 25 de 2015.