Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 18 de marzo de 2016

Mi amigo, El Gato

Bueno, su nombre era Juan Francisco Angulo Avilés y fue mi compañero de estudios en la Escuela Normal Urbana de La Paz. Su familia vivía a manzana y media de mi casa y es por eso de nuestra amistad. Pero, aparte, nos unió la pobreza y las ganas de terminar una carrera que nos permitiera una mejor forma de vida.

Se distinguía Juan Francisco porque era alto y muy flaco, de tez morena, parco en el hablar y de difícil sonrisa. Era un tanto reservado quizá por sus problemas familiares, pero el hecho de sufrir carencias económicas no lo amilanaba. Y fue así como, a pesar de todo, logró terminar sus estudios profesionales con excelentes calificaciones.

En los dos últimos años en la Escuela Normal nos apoyamos mutuamente cinco amigos: Ricardo Fiol, J. Guadalupe Aguirre, Felipe Lucero, Juan Francisco y yo. Dio la coincidencia de que éramos alumnos que teníamos nuestro propio hogar en la ciudad, ya que los otros compañeros de estudios estaban alojados en un internado donde recibían hospedaje y alimentación.

Lo curioso es que a Juan Francisco no le molestaba que le llamaran gato. Como es común con los apodos que se repiten constantemente a veces se olvidaba su nombre y entonces lo identificaban como “El Gato Angulo. Vivía con su madre doña Lucía y dos hermanas, pues su padre se apartó de ellos. Pero de alguna manera se acordó de él, ya que el señor se apellidaba Avilés.

Cuando terminamos nuestros estudios en la Normal, la Dirección Federal de Educación nos otorgó plazas de maestros y nos comisionó a diferentes lugares del entonces Territorio Sur de Baja California. Juan Francisco comenzó su trabajo en el rancho  Las Calabazas, Ricardo en Cabo San Lucas, Aguirre en Mulegé, Felipe en una comunidad del estado de Sonora y yo en el Valle de Santo Domingo.

Fue en el ciclo escolar 1950-1951. En vacaciones de julio y agosto, por mutuo acuerdo, hicimos la prueba de admisión en la Escuela Normal Superior de la  ciudad de México, donde mi amigo El Gato terminó la especialidad de matemáticas,  después de seis años de asistir en vacaciones a esa institución educativa. Su esfuerzo fue recompensado ya que consiguió ingresar al sistema de secundarias impartiendo asignaturas en la escuela de San José de Cabo.

Gracias a su desempeño y eficiencia en la docencia, años después las autoridades lo designaron como director de la escuela secundaria de Loreto. Un poco antes había contraído matrimonio con María Luisa Cañedo con la que tuvo cinco hijos. En Loreto, una pequeña población de relevancia histórica—ahí se fundó la primera misión jesuita en el año de 1697—la familia de Juan Francisco vivió años felices.

Cuando venía a La Paz nos reuníamos para refrendar nuestra amistad. Era un hombre feliz, con una buena posición social y económica gracias a su tenacidad y fuerza de voluntad. Para facilitar sus traslados de Loreto a la capital compró una Suburban que lucía orgulloso y en ella varias veces lo acompañamos recorriendo nuestra ciudad, mientras platicábamos de nuestras vidas.

Todo iba bien, hasta que en un examen médico le diagnosticaron un crecimiento anormal en su corazón, con las consiguientes complicaciones en su sistema cardíaco. Lo internaron en la clínica del ISSSTE, pero a pesar de las atenciones médicas Juan Francisco no logró sobrevivir.

¡Ah!, pero que valiente y estoico fue cuando supo de su fin inevitable. Estuvimos a su lado los últimos días y siempre nos recibía con la sonrisa en los labios. —“Ya me voy, amigos, pero hay les encargo a mi madre y mi familia”. Y después, con la ironía de que siempre hizo gala, nos invitaba: “A ver cuando nos vemos por allá, para seguir platicando”.

Una efímera existencia para un hombre que luchó denodadamente para ocupar un lugar de privilegio en la sociedad bajacaliforniana.

Un 16 de junio de 1967 su gran corazón dejó de latir. Murió joven pues tenía 39 años de edad. Su último deseo fue que lo sepultaran en la población de Loreto y así se hizo. En el panteón de ese lugar, sus familiares y los padres de familia de la escuela secundaria que él dirigió levantaron un monumento y debajo del mismo descansan los restos del que fue un amigo querido, cuyo recuerdo se aviva cuando mencionamos su nombre: Juan Francisco —El Gato—Angulo.


Marzo 15 de 2016.

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