Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

miércoles, 13 de abril de 2016

Un toro alzado y una güera correlona

El domingo pasado me invitaron a pasar el día en un paraje en la orilla del cauce de un arroyo, allá por un lugar conocido como El Saltito, por el rumbo del hotel Las Cruces. Cerca de la playa nos internamos en una brecha y después de unos 500 metros llegamos al improvisado campamento donde nos esperaba mi hija Virginia y otra familia.

Debajo de unos palos blancos tenían las provisiones y a un lado un fogón en el que se preparaba el desayuno y el infaltable café de talega. Al rato estábamos disfrutando de una rica machaca de pescado acompañada de tortillas de harina y un buen trozo de queso.

Me extrañó que no hubieran pernoctado en la playa como es común, pero como la prudencia mantiene amistades, me abstuve de preguntar. Fue lo mejor, porque al rato Pancho, un ranchero que nos acompañaba, y otro conocido como El Tomate, me invitaron a conocer una poza localizada al final del arroyo.

Conforme avanzábamos el cauce se fue haciendo angosto flanqueado por altas paredes de roca que bien medían unos cincuenta metros de alto. Casi al llegar, pasamos por un corral construido a todo lo ancho del cañón, --unos veinte metros— con su correspondiente portón. Al final, entre un nido de rocas estaba la poza. Y de lo alto escurría un delgado hilo de agua que la mantenía llena.

Y fue entonces cuando supe el porqué del paraje en ese lugar. —“A este corral le llamamos falso— me comenzó a explicar Pancho-- . Aquí llegan las reses alzadas a tomar agua y entonces las encerramos para devolverlas a sus dueños”

--Pero, ¿a qué le llaman reses alzadas? le pregunté. – Bueno —me contestó— son los animales que se van de los ranchos y ya no vuelven. A veces pasan dos o tres años remontados e incluso muchas vacas tienen crías que crecen sin tener dueño. A mí —continuó— los dueños me pagan por localizarlas y éste es un buen lugar para atraparlas, porque llegan aquí en busca de agua.

--Oye —le replique— pero el paraje está lejos de este lugar. ¿Cómo te das cuenta cuando llegan a la poza? ---“Es que todos los animales pasan por este lugar cuando bajan de la sierra. No hay otro camino”. Y con esta explicación se dirigió a nuestro vehículo que nos llevaría de regreso al campamento.

Estábamos en palique después de la comida, cuando de pronto Pancho se levantó apresurado diciendo: --¡Ahí va uno! Tomó una reata y corrió para alcanzar al animal. La señora que nos acompañaba, quien es propietaria de un rancho, corrió tras él con la mala fortuna que el toro cuando la vio se regresó y trató de embestirla.

--“Patas para que las quiero ha de haber pensado y emprendió veloz carrera por entre la arena del arroyo. Con el toro detrás de ella ya no corría sino volaba. Cuando parecía inminente la cornada, de pronto apareció un perro que se interpuso y con fuertes ladridos hizo que el animal se desviara. Era El Guante, un perro que utilizaba Pancho para acorralar las reses montaraces.

Después de lazado, ahora sí con la ayuda de la Güera y el Tomate, lo atrincaron en un palo verde es espera del dueño. Era un animal bravo, por lo que costó mucho trabajo subirlo a la traila. Pero al fin el dueño se fue con su toro pensando en los veinte mil pesos que recuperó.

--“Valió la pena —me dije--haber venido a este lugar”. Aunque por otro lado, me causó indignación darme cuenta de que para llegar a ese paraje tuvimos que detenernos en un portón de recia estructura, cerrado con un candado. Para abrirlo hay que pedirle permiso a una familia extranjera que tiene una residencia cercana a la playa.
De regreso a La Paz, ya por la tarde, encontramos varios vehículos que se dirigían a las playas de ese lugar. Tuvieron que regresarse pues encontraron cerrado el paso. Es ya una propiedad privada.

Abril 12 de 2016

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