Cuando leí en el periódico “El
Sudcaliforniano” que un estudiante del Centro de Estudios Tecnológicos del Mar
del municipio de Los Cabos había ganado el primer lugar nacional en un concurso
de declamación, compartí su alegría y la dedicación que puso para lograrlo.
Pero el gozo se fue al pozo
cuando me enteré de que el nombre de la poesía con la que había triunfado llevó
el nombre de “La juventud y mi Baja Sur”. Y que fue su maestro y asesor Enrique
Valera quien fue el autor de ese poema. Desde luego, quizá la mayoría de los
alumnos de ese plantel compartieron su entusiasmo sin darle importancia al
mensaje que lleva implícito esa composición. Porque, caray, vamos de mal en
peor en eso de conservar la identidad y la conservación de nuestras raíces
históricas.
De Alberto Marroquín, el
declamador, a lo mejor no valoró el contenido de la poesía, pero en cambio su
maestro demostró una total ignorancia en lo que se refiere al nombre oficial de
nuestra entidad que es Baja California Sur. Yo sé que en la región de Los Cabos
se va haciendo común usar los vocablos Baja Sur, pero siempre hemos tenido
confianza en los maestros los que, por su formación profesional y ética, se
oponen a que se suprima el término California.
El profesor Valera debe estar
enterado de que hace años existen intentos de identificar a nuestro Estado con
el nombre de Baja Sur. Y que esos intentos vienen de personas y empresas
extranjeras norteamericanas habida cuenta que en su país tienen a la verdadera
California. Y lo más triste es que muchos de los que manejan los medios de
comunicación, los publicistas y empresarios mexicanos se han coludido con ellos
sin que haya alguien que lo evite.
Claro que existe un decreto que
prohíbe cualquier otro nombre que no sea Baja California Sur para referirse a
nuestra entidad. Pero como parece ser que a nuestras autoridades les importa
poco aplicarlo, pues entonces seremos nosotros, quienes a base de protestas
privadas o públicas, exigiremos que nadie utilice los términos Baja Sur para
identificar nuestra entidad.
Aún es tiempo de remediarlo. De
lo contrario dentro de poco, como ya lo dijo un periodista nativo, en vez de
llamarnos californianos nos dirán “bajeños o sureños” Y adiós nuestra
identidad.
La región de Los Cabos merece
que se respeten sus raíces históricas. En los años de 1847 y 1848, sus
habitantes hicieron un frente común para enfrentar a los invasores gringos.
Héroes como Manuel Mijares, Mauricio Castro, Ildefonso Green, ofrecieron lo
mejor de sí mismos, incluso su vida, con tal de librar a nuestra tierra del
dominio extranjero. Y claro, defendiendo siempre a su querida Baja California.
Hoy son otros los invasores.
Pero no lo hacen con las armas sino con el poder del dinero. Y poco a poco se
han estado apoderando de lo mejor de nuestras costas con el señuelo de que al
construir grandes desarrollos turísticos contribuyen a la economía de la
región. Y es que nuestros vecinos no dan paso sin huarache. Como la humedad se
van infiltrando, aprovechándose de la ingenuidad y el importamadrismo de las
autoridades que no ven lo que pasa ante sus ojos.
Y es aquí donde la participación
de los maestros resulta de vital importancia. Ellos tienen la responsabilidad
de salvaguardar los valores del pueblo sudcaliforniano a través de su ejemplo.
Sus alumnos deben conocer las raíces de nuestra nacionalidad y de cómo, a
través de varios siglos, esta región de nuestro país comenzó a llamarse
California.
Bien hará Mario Alberto
Marroquín en conocer los poemas de distinguidos sudcalifornianos como Filemón
C.Pïñeda, José Alberto Peláez Trasviña, José María Garma. Y que en próximos
concursos de declamación le podamos escuchar “Calafia” de Fernando Jordán.
Junio
02 de 2016.
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