Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

jueves, 28 de enero de 2016

La calle Primo de Verdad

Licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos
¿Por qué esta calle se llama así? —me preguntó uno de mis nietos cuando la recorríamos para llegar a la parte sur de la ciudad. Es una calle de un solo sentido que muchos automovilistas la utilizan como medio alterno en lugar de la llamada Félix Ortega que siempre tiene mucho tráfico.

Así de pronto, acerté a decirle que había sido una persona distinguida cuyos restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres en la ciudad de Guadalajara. Afortunadamente no me preguntó quien le había puesto ese nombre a esa calle de nuestra ciudad, pues no hubiera podido responderle.

El licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos fue, de hecho, un precursor de la independencia de nuestro país, dos años antes que el padre Miguel Hidalgo se levantara en armas en 1810, en Dolores Hidalgo. Precursor por sus ideas libertarias y la valentía para expresarlas en una época donde todavía existía el dominio español.

En el año de 1808, España se vio envuelta en una revolución del pueblo en contra de un gobierno impuesto por Napoleón, a cuyo frente dejó a su hermano José Bonaparte llamado despectivamente Pepe Botella. Ya se imaginarán por qué. Lo cierto es que los franceses aprovecharon la dimisión del rey Fernando VII al trono de España, para invadir ese país y poner un gobierno de su conveniencia.

Con el pueblo español en pleno levantamiento, las colonias americanas, especialmente México —se conocía como Nueva España— aprovecharon la oportunidad para promover un gobierno propio, contando con la buena disposición del virrey Iturrigaray, el ayuntamiento de la ciudad y la simpatía de todo el pueblo, menos los integrantes de la Audiencia, sus tristemente famosos oidores.

Cuando los planes de ese movimiento habían avanzado, el virrey convocó a una reunión a la que asistieron los integrantes del ayuntamiento, los inquisidores, el arzobispo y, desde luego, los oidores de la audiencia. Ahí, en su calidad de síndico, don Francisco Primo de Verdad y Ramos, pronunció unas palabras proféticas cuando se refirió al derecho de los pueblos de gobernarse sin sometimientos ajenos.

Fue la primera vez en que se hizo mención de la patria, de la libertad y de la independencia. Y fue en esa ocasión también cuando Primo de Verdad firmó su sentencia de muerte al hacer referencia a la soberanía del pueblo, como fin último de su derecho a gobernarse por sí mismo.

Los más alarmados fueron los oidores ya que serían los primeros afectados por los cambios que se veían llegar. En efecto, el virrey Iturrigaray se decidió a integrar una junta y un gobierno provisional y para el caso expidió circulares a los ayuntamientos para que sus representantes acudieran a la ciudad de México.

Pero en tanto los oidores intrigaron en tal forma que reunieron partidarios suyos para hacer prisioneros a los principales jefes del movimiento. Así, fueron detenidos el virrey, los miembros del ayuntamiento y otros personajes adheridos a la noble causa. Uno de ellos fue, naturalmente, el licenciado Primo de Verdad y Ramos.

En la cárcel del arzobispado pasó sus últimos días. La mañana del 4 de octubre de 1808 se conoció la noticia de que había muerto. Pronto se corrió la versión de que había sido envenenado. Nunca se supo la verdad de su muerte, aunque después de muchos años se tuvieron indicios de que en realidad falleció por ahorcamiento.

Por eso, esa calle que corre de norte a sur de nuestra ciudad lleva ese nombre en su recuerdo. Como otras más que atraviesan nuestra capital con los nombres de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Nicolás Bravo, Hermenegildo Galeana, todos patriotas que entregaron su vida por hacer de México un país independiente y soberano, tal como fue el anhelo de Francisco Primo de Verdad y Ramos.


Enero 28 de 2016.

miércoles, 27 de enero de 2016

Dos alumnos, dos amigos

Ayer desayuné con Rubén González González y con Jesús Manuel Flores Díaz Bonilla. Son dos alumnos que estuvieron en la escuela primaria del poblado Santo Domingo, allá por los años de los cincuenta. Los atendí en el quinto y sexto años junto con otros compañeros de su generación. Después de muchos años los volví a frecuentar ya convertidos en jefes de familia y dedicados a ganarse la vida de la mejor manera.

Rubén, hijo de un pionero del Valle de Santo Domingo, don Salvador González Moreno, es ahora un próspero agricultor y empresario. Jesús Manuel, por su parte, estudió la carrera de maestro y ahora ya jubilado obtuvo una licenciatura en psicología. Su tiempo lo dedica a impartir conferencias relacionadas con la enfermedad de la diabetes, a la par que es un activista del Club de Leones del cual ha sido unos de los más activos promotores.
        
Son desayunos del recuerdo: de un maestro rural que inició su trabajo en el poblado Sebastián Allende de la colonia Jalisco y después, durante cuatro años, en el poblado de Santo Domingo. Del internado que daba cobijo a muchos niños de comunidades alejadas permitiéndoles terminar su instrucción primaria a fin de acceder a estudios superiores. Del celo y dedicación del profesor Ricardo Fiol Manríquez, director de la escuela y del internado, que hacía maroma y teatro con tal de conseguir los alimentos para los albergados.

Y el tiempo pasó. Rubén inició sus estudios de secundaria en la ciudad de La Paz, pero antes de concluirlos regresó al Valle. Jesús Manuel, después de un tiempo en el que ayudó a su padre, don Manuel Flores, en la distribución de bebidas refrescantes en toda la región de Santo Domingo, se inscribió en la Escuela Normal Urbana de La Paz y cuando terminó sus estudios lo comisionaron al estado de Sinaloa. Al jubilarse regresó a nuestro Estado y ahora radica en nuestra ciudad capital.

Rubén y Jesús Manuel son personas importantes en su medio. Pero aparte de eso, tienen vivencias de su estancia en el Valle de Santo Domingo que recrean toda una época en la que, con el esfuerzo y sacrificio decidido de sus colonizadores, lograron convertir una región agreste y olvidada, en una donde la agricultura fue la fuente económica, no solo de ellos, sino que también de toda la entidad bajacaliforniana.

Con el paso de los años la amistad entre nosotros tres se ha ido afirmando. Cada ocasión en que Rubén viene a La Paz nos habla por teléfono para saludarnos e invitarnos a tomar un café para hablar de los tiempos idos. Y también de los presentes. Hace unos meses, nos presentó una colección de fotografías a color tomadas por él, en las que aparece gran parte de la flora que existe en la región del municipio de Comondú. Por su calidad lo ayudamos para que fueran exhibidas en la galería de arte Carlos Olachea y parece que dentro de poco también se expondrán en el Instituto Tecnológico de Ciudad Constitución o en otros lugares del municipio y del Estado.

Jesús Manuel es un gran conversador y rememora sucesos de su juventud ocurridos en el Valle de Santo Domingo. En ocasión del VIII Encuentro de Escritores Sudcalifornianos efectuado en el  mes de julio del año pasado, Rubén y Jesús Manuel participaron en una mesa redonda donde hablaron de su vida de estudiantes en el poblado de Santo Domingo, de sus compañeros del internado, de sus maestros y en lo particular, del que los atendió en sus últimos años de estudios. Y es que ese Encuentro fue dedicado a mi persona.

Los dos amigos me guardan un gran respeto que es correspondido por todo lo que significa haber sido su maestro y hoy es su amigo. Cierto, hay diferencias de edades, pero al compartir esos momentos agradables el tiempo desaparece y solamente queda, para el recuerdo, tres seres que se niegan a olvidar su paso por esta vida, aquella donde dos alumnos y un educador reconocen mutuamente el valor de la amistad y el reconocimiento.


Enero 27 de 2016.

martes, 19 de enero de 2016

Leer para ser mejores

Desde hace varios años el Consejo de la Comunicación lleva a cabo una campaña tendiente a fomentar el hábito de la lectura y para ello se vale,--uno de tantos medios—de inserciones en los periódicos con las leyendas Leer para ser mejores, Leer para aprender y Lee 20 minutos al día. Acompañan a los anuncios fotografías de artistas y deportistas, entre ellas nuestra coterránea Paola Espinosa. En “El Sudcaliforniano” aparece todos los días la publicidad del Consejo.

Naturalmente al hablar del fomento a la lectura debemos hacer mención de las bibliotecas públicas, ya que son los lugares donde los niños y los jóvenes tienen la oportunidad de encontrar los libros de su preferencia y disfrutar de ellos el tiempo que deseen. Además, los pueden obtener en préstamo para leerlos cómodamente en sus casas, incluso en compañía de sus familiares.

Aquí en nuestra ciudad existen siete bibliotecas públicas y otras tantas de instituciones educativas. La Justo Sierra, a un lado del museo de Antropología e Historia, contiene cerca de diez mil libros diversos, entre ellos cuentos infantiles y novelas recientes. Por lo demás en el resto del Estado se encuentran funcionando 57 bibliotecas públicas que son aprovechadas por los estudiantes de los niveles básico y superior.

Y hablando de bibliotecas, en el periodo de gobierno del licenciado Ángel César Mendoza Arámburo se inauguró la Biblioteca de las Californias, con un acervo de libros referentes a la historia, la cultura y el arte de Baja California. Allí se encontraba la colección completa The Baja California Travels Series de la Dawson Book Shop y otros libros de autores extranjeros y mexicanos.

Durante el gobierno del licenciado Leonel Cota Montaño esa institución desapareció y a la fecha no se sabe bien a bien en manos de quien quedó ese importante acervo bibliotecario. Lástima porque muchos interesados en la historia de nuestro pasado acudían —yo entre ellos-- a esa biblioteca en busca de información.

La referencia viene al caso porque a fines del año pasado el Instituto Sudcaliforniano de Cultura, a través de su Coordinación de Fomento Editorial, publicó un interesante libro titulado “Una expedición a la nación guaycura en las Californias” cuyo autor es James Arraj.

En una investigación que le llevó 24 años, Arraj hace referencia a muchos cronistas e historiadores como fuentes bibliográficas y como justificación a su trabajo. Por cierto, algunos de ellos de gran prestigio como Harry W. Crosby, Peter Masten Dunne, Ernest J. Burrus, Michael Mathes y por supuesto, varios investigadores sudcalifornianos como Eligio Moisés Coronado, Gilberto Ibarra Rivera y Harumi Fujita.

Y como fuentes bibliográficas quedan porque muchos de esos libros –al menos yo— no los conocemos. Un tanto por no estar traducidos al español y también por su alto precio. Puede ser que algunos de los historiadores de nuestra ciudad los hayan adquirido pero los guardan como oro molido.

Lo anterior nos lleva a sugerir la conveniencia de que el gobierno del Estado vuelva a crear la Biblioteca de las Californias en uno de los edificios que tiene disponibles y que los volúmenes iniciales sean proporcionados gratuitamente por los historiadores y escritores locales, además de las instituciones educativas que, como la UABCS, tienen colecciones de libros que han editado, así como el Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

De tomarse en cuenta esta iniciativa, casi estamos seguros que la biblioteca contará desde sus inicios con no menos de 300 obras que se refieran a la Baja California. Y con el apoyo económico del gobierno y la iniciativa privada se podrán adquirir otras más hasta hacer de esa institución una de las más importantes de nuestra entidad.


Enero 18 de 2016.

lunes, 11 de enero de 2016

Hernán Cortés en California (II)

Hernán Cortés, fundador de la ciudad de La Paz.
Cortés permaneció un poco más de un año en Santa Cruz, de mayo de 1535 a junio de 1536. Fue mucho tiempo para un hombre que trató de encontrar algo más en esta tierra árida y desconocida. Dicen los historiadores que contra su costumbre, no dejó nada escrito sobre sus experiencias en ese remoto lugar de la Nueva España.

No lo hizo porque no hubo nada trascendente que fuera de interés para las autoridades virreinales, aunque después, por informes de aquí y de allá, se fueron conociendo pormenores de su estancia en la península.

Se sabe que organizó al menos cuatro expediciones por tierra para conocer la parte sur y la región al norte a la altura de Bahía Magdalena. Y en la última, al mando del capitán Juan de Jasso, se conservan las instrucciones  que escribió Cortés para el caso de encontrarse con grupos indígenas, yacimientos de metales y sitios susceptibles para establecer nuevos poblamientos, además de la flora y la fauna de la región.
                                                                                         
         Es notable la actitud de Cortés respecto al trato con los indígenas. A pesar de que siempre los tuvieron como enemigos, incluso causantes de la muerte de varios soldados, ordenó a Jasso que los tratara con consideración, evitando las confrontaciones armadas y el respeto a sus formas de vida.

La expedición de Juan de Jasso salió de Santa Cruz en el mes de julio de 1535. Lo acompañaron soldados de a pie como de caballo. Con él iba Francisco de Ulloa quien después tuvo un papel relevante como navegante. Después de 80 días de recorrido regresaron a Santa Cruz. Salvo por su travesía por la costa de la Mar del Sur, Jasso no encontró nada importante que informar.

No se sabe si a partir de ese mes de julio organizó otras expediciones. Lo que sí es cierto fue la mortandad que originó la estancia en Santa Cruz debido más que nada a la falta de comida y los constantes ataques de los indígenas. Y esto se supo por las declaraciones de un grupo de soldados que regresaron enfermos a la costa de Sinaloa y fueron aprehendidos por Nuño de Guzmán, el eterno enemigo de Cortés.

En un documento llamado Provanza esos soldados dieron testimonios de cómo fue la vida en Santa Cruz. Por ellos se sabe que la expedición desde un principio estuvo condenada al fracaso, ya que la falta de provisiones fue constante, por lo que tuvieron que mantenerse con las hierbas del campo y animalillos del monte. Después, cuando el hambre causó la muerte de muchos de ellos, aprovecharon la carne de los caballos y el ganado que habían llevado consigo. Y no podían alejarse mucho del poblado por temor a las flechas de los indios. Aún así, varios murieron por esta causa.

Lo cierto es que la expedición de Cortés a California fue un rotundo fracaso. Cuando al fin, ante la insistencia del virrey Antonio de Mendoza volvió a la capital de la Nueva España, tuvo que aceptar lo difícil que fue sobrevivir en esa inhóspita región. Aunque terco como era, sin perder la esperanza sobre lo promisorio de esa tierra, dejó parte del contingente en Santa Cruz los que, después de varios meses, tuvieron que regresar a la contracosta.

Aún así no cejó en su empeño. En 1539 organizó una nueva expedición ahora al mando de Francisco de Ulloa, quien recorrió y puso nombres a las islas y bahías que descubrió en el interior del Mar de Cortés y en las costas de la Mar del sur, hasta los límites de la isla de Cedros.

Fue durante esa expedición que comenzó a llamarse a la tierra descubierta como California y la certidumbre de que era península y no isla. Dice Carlos Lazcano que Ulloa es uno de los personajes más importantes de la historia del noroeste de México. Que gracias a él se completó el reconocimiento de las costas de Sonora y de casi todas de la península, incorporándolas así al dominio de España.

Hay más que decir sobre Cortés y su permanencia en Santa Cruz. Pero lo anotado es quizá suficiente para normar el criterio de los sudcalifornianos, a fin de otorgarle el reconocimiento que merece al fundador de nuestra ciudad.


Enero 11 de 2016.

jueves, 7 de enero de 2016

Hernán Cortés en California (I)

El pasado mes de diciembre, el día 2 pero de 1547, murió en Castilleja de la Cuesta, una pequeña comunidad cercana a la ciudad de Sevilla, el llamado conquistador de México, Hernán Cortés. Respetando su última voluntad, sus restos descansan en la capilla anexa del antiguo Hospital de Jesús en la capital de nuestro país.

El nombre de este personaje está ligado con la historia de la Baja California, ya que a él se le atribuye la fundación de nuestra ciudad un 3 de mayo de 1535. Ese día tomó posesión de la tierra recién descubierta y al lugar donde desembarcó le puso por nombre Puerto y Bahía de Santa Cruz. Y así se le siguió llamando hasta que Sebastián Vizcaíno en 1596 lo cambió por el de La Paz.

Desde ese año, La Paz fue un lugar visitado por los exploradores y los que se dedicaban al comercio de perlas. El último que llegó ahí fue el almirante Isidro de Atondo y Antillón quien le llamó Nuestra Señora de Guadalupe, pero el nombre no prosperó.

En 1720, los padres Juan de Ugarte, Jaime Bravo y Clemente Guillén establecieron la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, quedando como residente el jesuita Bravo. Construyó una pequeña iglesia que con el tiempo desapareció, ignorándose el lugar exacto donde estaba.

Y ya a partir del año de 1821 La Paz comenzó a poblarse con familias permanentes, a tener sus propias autoridades y aprovechar su lugar estratégico para el comercio marítimo. En 1830 se convirtió en la capital del entonces territorio de la Baja California.

Han pasado 480 años desde que Hernán Cortés llegó a nuestra península. Y en las últimas décadas las autoridades organizan los festejos de la fundación de La Paz. Escenifican el desembarco de las fuerzas expedicionarias españolas y el recibimiento que les hicieron los indígenas guaycuras ese tres de mayo, con la reina Calafia al frente.

Son los días en que se menciona el nombre de Hernán Cortés como el personaje principal de ese hecho histórico. Pero pasados los festejos nadie se acuerda de él, como si el recuerdo y el reconocimiento de su obra estuvieran vedados para los sudcalifornianos. Y no debe ser así.

Son muchos los que aseguran, entre ellos Carlos Lazcano, que fue Hernán Cortés quien llevó a cabo el primer intento por colonizar la península estableciendo la comunidad de Santa Cruz, la primera que hubo en las Californias. Y Lazcano aclara que “en casi todas las ciudades del mundo se hace un reconocimiento a sus fundadores y pioneros; sin embargo, en el caso de la ciudad de La Paz esto no parece cumplirse. Ahí no existen calles que lleven el nombre de Cortés, ni monumentos levantados a su memoria, ni siquiera una placa que recuerde sus afanes por establecer aquí una comunidad hispana…”.

En efecto, Cortés tenía la firme intención de crear un establecimiento permanente en Santa Cruz y por eso se hizo acompañar de más de 300 personas, incluyendo 37 mujeres, dos sacerdotes franciscanos, herreros, carpinteros, médicos, cartógrafos, además de indios amigos y esclavos. Junto con los caballos embarcó ganado y aves de corral.

Es de creerse que con estos recursos humanos inició la construcción de un poblado con estancias para él y sus principales lugartenientes, una iglesia para los santos oficios y todo ello rodeado de una cerca para impedir el acoso de los indígenas. Un terreno acondicionado como panteón sirvió para enterrar los restos de los veinte marinos que perdieron la vida en la malograda expedición de Fortín Jiménez.

De todo lo anterior se desprende la conclusión de que Cortés tenía la firme intención de colonizar la tierra recién descubierta y fue por eso de su larga estancia en Santa Cruz. Firme en esa convicción él, junto con su gente, pasaron penalidades, hambre, enfermedades y muerte. Y para completar el drama de la colonización siempre tuvieron la amenaza permanente de los indios guaycuras.


Enero 07 de 2016