Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

jueves, 28 de abril de 2016

Como Chayito no hay dos

Chayito Morales con el profesor Leonardo Reyes Silva.
Para los niños y los jóvenes su nombre se ha convertido en una leyenda. Para los que ya peinamos canas su recuerdo es la de una mujer que llegó a la ciudad de La Paz y se enamoró de sus atardeceres y le cantó ilusionada a su belleza, semejante a las perlas que antaño adornaban su bahía.

Antes de ella dos residentes de nuestra ciudad —Margarito Sández y Luis Peláez— dieron a conocer una canción de su inspiración que llegó a considerarse el himno de Baja California. En los años cincuenta ya la cantábamos siendo estudiantes de la Escuela Normal Urbana. Así empezaba: Costa azul, tropical/ California mujer indolente/es tu cielo tan ardiente/y tu suelo fecundo y sensual.

Con el paso del tiempo muchos compositores han dedicado sus canciones a nuestra ciudad. Y muchos intérpretes como los Hermanitas Flores y las Hermanas Huerta las han divulgado a nivel nacional. Aunque ahora poco se difunden, todavía recordamos a Francisco Arámburo y su “Paceñita; a Rogelio Olachea con su “Rinconcito de La Paz”; Aurora Flores con “Paraíso oculto” y Tomás Méndez autor de “Golondrinas de La Paz.

“Puerto de Ilusión” nació con buena estrella. Gracias a la inspiración de Rosario Morales Rodríguez, más conocida en el medio artístico como Chayito Morales, está hermosa canción fue estrenada en nuestra ciudad en el año de 1953 y desde entonces ha tenido un éxito inusitado. Fue el 3 de mayo de 1966 cuando, por motivo de celebrarse la fundación de La Paz, el programa radiofónico La Hora Nacional grabó y difundió esta canción en las voces de las Hermanitas Flores: Aurora y Balvina.

Por cierto, en ese programa se incluyó el corrido “Santo Domingo” interpretado por Chayito, acompañada del trío Los Madrigales. Es la presencia de una mujer en el imaginario colectivo de los sudcalifornianos que sin quererlo logró, a través de su inspiración, que Baja California Sur fuera escuchada en todo México, incluso en otros países del mundo.

Pero Rosario fue agradecida con la tierra que la acogió durante muchos años. Se dio tiempo para componer varias canciones. Además de “Puerto de Ilusión” y “Santo Domingo”, escribió y le puso la melodía a “Tierra Guaycura”, “Brisa del Mar”, “Huella en el Alma” y “Buscador de Amistad”.

En el mes de octubre de 1999, el gobierno del estado y la Asociación de Actores, Compositores e Intérpretes, A. C. le ofrecieron un homenaje que tuvo lugar en el Teatro de la Ciudad. Ahí, con la emoción del momento, Chayito cantó Puerto de Ilusión acompañada por el mariachi Peninsular. Además estrenó una composición dedicada a uno de los pueblos más tradicionales de nuestro estado, a la que llamó “Mi San Ignacio hermoso”.

Desafortunadamente no poseemos la letra ni la melodía de ella.
                        
De buena fuente sabemos que el XVI Ayuntamiento de La Paz le hará un reconocimiento con motivo de los festejos, en el próximo mes de mayo, de la fundación de nuestra ciudad. Será una buena oportunidad para escuchar de nueva cuenta sus composiciones, sobre todo aquella que es considerada como un símbolo de nuestra tierra, y que empieza así:

La noche se aleja ya/empieza a salir el sol/y las gaviotas vienen de lejos/cruzando mares/ buscando amor//. También con el corazón/cansado de navegar/llegué a estas playas tibias y claras/y anclé mis ansias para soñar//

Y Chayito vivió 13 años en La Paz. Después, por circunstancias de la vida, tuvo que radicarse en la ciudad de Guadalajara, donde ha pasado sus últimos años. Ahora, a sus 93 abriles, con la nostalgia encima, vuelve su mirada y sus recuerdos a la ciudad de sus amores y le susurra:-- “ Eres como una perla que el mar encierra, así te guarda mi corazón…”.

Yo tuve el privilegio de conocerla y disfrutar de su amistad. Por eso, ahora que las autoridades municipales reconocen su valía como compositora y le ofrecen apoyo en su vejez, lo menos que puedo decir es que es un acto de sensibilidad hacia los artistas que, como ella, dedican su vida a ensalzar los altos valores del arte y la cultura.


Abril 29 de 2016

miércoles, 27 de abril de 2016

La Paz y sus cronistas

Va para cinco años que el buen amigo Ramón Silva me obsequió dos casetes grabados con sus recuerdos de la ciudad de La Paz. En ellos habla de los taxistas, de las panaderías, de los peluqueros, de las tiendas, de los barrios y de otras cosas que guarda en su memoria.

Ramón se remonta a los años cuarenta y cincuenta y realmente son un testimonio de esos tiempos que, como dice una canción “se fueron para no volver”.  Por cierto me platicó que la mayoría de sus relatos aparecieron en un periódico pero que no lo había conservado. Así es que el contenido de las cintas grabadas bien merece que se conozca por medio de la letra impresa.

Y hago mención del “Negro” Silva, como se le conoce, porque hace poco salió publicado un libro por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura que hace referencia a una época más reciente y cuyo autor es el arquitecto Filiberto Cota. Con el nombre de “Crónicas rústicas y urbanas de la ciudad de La Paz”, este escritor recrea sucesos y personajes, incluyendo anécdotas de su niñez y algunas costumbres de esos años que se fueron.

Pero al menos, existe ese libro de Filiberto. Como un folleto del periodista Rogelio Olachea que publicó en el año de 1973, que es un compendio de relatos, cuentos, leyendas y anécdotas. Otros cronistas como Manuelita Lizárraga, Mario Guadalupe Fernández Caro y Rodolfo Aguilar Salgado, que han hecho referencia al pasado de nuestra ciudad, no han tenido la oportunidad de ver publicado sus escritos en una obra impresa.

Desde luego, merece especial mención Rosa María Salgado Mendoza, autora del excelente libro “Crónicas de mi puerto” que abarca el período de 1830 a 1959. De él dijo Francisco Arámburo Salas en el prólogo: “Los atractivos párrafos de Rosita, con su memoria casi fotográfica y la consulta atinada y cuidadosa de sus archivos, nos dan una clara idea de cada lugar, como una fiel muestra de su conocimiento asombroso  de lo que la rodeaba en aquel tiempo, enriquecido además con la amenidad de su estilo, de una inteligencia notable y de una innata facilidad de palabra…”.

A propósito de Paco Arámburo, es notable el interés que siempre ha tenido por dar a conocer aspectos del pasado no sólo de La Paz sino de toda nuestra entidad. A través de su libro “Siluetas de Sudcalifornia” y de sus videos, ha hecho remembranzas de hechos y personajes, haciendo énfasis en los hermosos paisajes de nuestra tierra.

No podemos olvidar a Gilberto Piñuelas Bañuelos y el grupo que conforma el Colectivo de Historia Urbana los que, a través de libros y artículos periodísticos han dado a conocer muchos aspectos del pasado de La Paz. Pero, de manera sobresaliente, su preocupación por conservar la imagen de nuestra ciudad representada en sus monumentos  y el reconocimiento del centro histórico.

En su libro “Historia gráfica de la ciudad-puerto de La Paz” hace alusión a los mapas, planos y fotografías de nuestra capital con detalladas explicaciones de cada uno de ellos. Con alumnos de la UABCS y del Centro de Información Municipal publicaron, en el año de 2006, seis libros que llevaron el título de “Imágenes, Crónicas y Tradiciones Paceñas”.

Lo mismo podemos decir de Eligio Moisés Coronado, un cronista de toda la vida. En los últimos años ha publicado más de 300 artículos relacionados con la historia de La Paz y del estado. Ha sido cronista oficial del gobierno de la entidad y hasta hace menos de un año lo fue del municipio de La Paz.

Gracias a estos divulgadores del pasado de nuestra ciudad ha sido posible mantener muchas de sus costumbres y tradiciones, aunque a mi juicio, han constituido una barrera que se opone a dejar en el olvido lo que ha sido La Paz a través del tiempo. Una barrera que llama al orgullo de vivir en una ciudad centenaria en la que los paceños, a través de muchos años, la han conformado a su imagen y semejanza.

En el futuro, seguramente otras personas convertidas en cronistas, continuarán trayendo al presente los hechos y personajes del ayer, tal como lo han hecho los escritores que se  han mencionado. La historia de nuestra ciudad merece ser recordada; es lo menos que podemos hacer para un lugar que nos ha dado cobijo durante tantos años.


Abril 26 de 2016

miércoles, 20 de abril de 2016

Los veneros del diablo en Baja California

Hace una semana, un funcionario del gobierno federal declaró que en la península de la Baja California y en el Golfo existía petróleo y que se tenía como una reserva para el futuro. Al menos así lo demuestran los trabajos que llevaron a cabo las brigadas de PEMEX allá por los cincuenta del siglo pasado.

En el valle de Santo Domingo, en la zona de La Purísima y a la altura de Las Pocitas estuvieron varios meses realizando exploraciones bajo tierra y los pozos que perforaron los clausuraron con materiales de fierro y cemento. Todavía se pueden observar, aunque algunos quedaron en propiedades privadas. También se efectuaron muestras en el Golfo de California, por la zona de la isla de Cerralvo.

Los jefes de las brigadas nunca dieron explicaciones sobre los resultados de esos trabajos. Levantaron sus campamentos y de seguro los informes los rindieron a la gerencia de Petróleos Mexicanos, en la capital de la república.

Resulta extraño que sea ahora cuando se divulgue la existencia de petróleo en Baja California. Aunque con eso de la reforma energética que da oportunidad para que empresas extranjeras participen en la explotación del oro negro, no sería casual el querer convertir esta región en un gran campo petrolero con la intervención de compañías petroleras norteamericanas y europeas.

La idea en sí puede ser benéfica para el desarrollo del estado, dada la gran estructura económica y social que significaría esa industria. Pero, por otro lado, entrañaría un serio peligro al conceder la entrada del capital extranjero y los numerosos equipos humanos que emigrarían a nuestra península. Y eso sin contar el enorme interés que siempre se ha tenido para adueñarse de esta región de nuestro país.

Según el anuncio, la explotación de este valioso recurso, si se autoriza, tendrá que someterse a los lineamientos de las áreas naturales protegidas, como son los casos del propio Golfo de California y las que se crearán en la región norte de nuestro estado. Aunque, al modo viejo, les valdrá lo que el viento a Juárez, aduciendo que es por el bien de la nación.

Por sí o por no, es aconsejable que los habitantes de nuestro estado y del vecino del norte adquieran amplia información de cómo se la mascan las compañías transnacionales en eso de apoderarse de las riquezas de nuestro país. Harán bien en leer el libro de Francisco Martín Moreno “México Negro” que narra la historia de los orígenes de la explotación petrolera en los estados de Veracruz y Tamaulipas.

En el año de 1995, el maestro Ángel J. Hermida Ruiz, me obsequió un libro titulado “La batalla por el petróleo en Veracruz” que no tiene desperdicio. Dice en él que las compañías que se establecieron crearon muy serias dificultades a nuestros gobiernos y explotaron sin medida a nuestra riqueza y a los trabajadores mexicanos, al grado de que un presidente de la república, Plutarco Elías Calles, lamentó que México hubiera tenido petróleo.  Fue por eso también que el poeta Ramón López Velarde, en su hermoso poema “Suave Patria” expresara: “El niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros del petróleo, el diablo.”

Y por coincidencia, la semana pasada Sandino Vázquez, de la coordinación de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultura, me regaló el libro “El cronista” de José Ángel Riquer; y cuando lo empecé a leer me di cuenta que su contenido se refiere al comienzo de la explotación petrolera en la zona rural de Las Choapas, en el estado de Veracruz.

Así es que debemos tener mucho cuidado con eso del petróleo. Sin ánimos de poner en tela de juicio la reforma energética, creo saludable que se piense en las opciones que ofrece nuestro estado para continuar con su desarrollo como son el turismo, su industrialización y la pesca.

Abril 20 de 2016

lunes, 18 de abril de 2016

Un navegante y el galeón San Salvador

Puede ser que en los próximos meses tengamos la oportunidad de ver anclado en el muelle fiscal de nuestra ciudad, la réplica de un galeón que utilizó el navegante y explorador Juan Rodríguez Cabrillo, en el año de 1542. Y eso porque el Museo Marítimo de San Diego lo construyó atendiendo a los documentos y planos que existen en España.

Aunque tienen planeado que esa embarcación recorra los lugares que visitó Cabrillo en el hoy estado de California, quizá exista la posibilidad de que llegue hasta nuestra ciudad, dado que fue el primer puerto al que llegó este navegante, a fin de iniciar su recorrido por toda la costa del océano Pacífico.

Carlos Lascano Sahagún, autor de un libro titulado “Más allá de la Antigua California, La navegación de Juan Rodríguez Cabrillo, 1542-1543”, dice que al iniciar su viaje lo hizo en dos embarcaciones más bien pequeñas, una la San Salvador que desplazaba unas 200 toneladas y la otra, una fragata llamada Victoria.

Con ellas recorrió toda la costa de la península y llegó a la altura del puerto de San Diego. Aunque él murió en el mes de enero de 1543, su tripulación navegó más al norte hasta llegar cerca de los límites de los estados de California y Oregon en el paralelo 41 grados. Después, debido al mal tiempo, el cansancio y la falta de alimentos los obligaron a retornar al puerto de Navidad, adonde llegaron en el mes de abril de 1543.

Ahora, con esa noticia de la construcción del galeón, me recuerda que hace ya varios años, creo en la administración municipal del licenciado Alfredo Porras, se hizo el intento de construir una de las carabelas que usó Hernán Cortés cuando vino a la península y fundó el Puerto y Bahía de Santa Cruz, un 3 de mayo de 1535.

La idea era utilizarla en ese día todos los años, en una representación simbólica del arribo de Cortés a tierras californianas. Pero el proyecto quedó como tal por falta de recursos económicos y por no contar con los planos originales de esas embarcaciones. Aunque, y eso era una posibilidad, el astillero de Abaroa lo pudo construir pues para eso se pintaban solos.

En cambio, al menos en años anteriores, el desembarco de los expedicionarios españoles se hacía por medio de una panga de 24 pies o más y, aunque usted no lo crea, impulsada por un potente motor fuera de borda. Y en la orilla lo esperaba la reina Calafia con todo su séquito, dándole la bienvenida con cantos y danzas. Tergiversación de la historia, no cabe duda.

Porque en la realidad no tuvieron ningún recibimiento, pues los indios estaban resentidos con ellos, por los abusos que cometieron Fortún Jiménez y sus hombres cuando llegaron a la península. Lo pagaron caro, pues la mitad de ellos murieron flechados por los pobladores de esta región.

Pero en lo que toca a Rodríguez Cabrillo, nos parece extraordinario que en la California americana se le recuerde de diversas maneras, como en una estampilla postal con su efigie y un monumento en la ciudad de San Diego. Aunque también en Ensenada se le brinda reconocimiento por haber sido el descubridor de ese lugar al que le dio el nombre de Puerto de San Mateo.

Aquí en nuestra ciudad de La Paz adolecemos de monumentos dedicados a los navegantes y exploradores que llegaron a Baja California. Nos hace pensar que es una parte de la historia que no merece recordarse. Y es al contrario: gracias a ellos fue posible conocer, desde el siglo XVI, una región que formó parte de México y al paso de los siglos lo sigue siendo.

Hombres como Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, el mismo Juan Rodríguez Cabrillo, Francisco de Ortega, Sebastián Vizcaíno e Isidro de Atondo y Antillón merecen un lugar de honor en nuestra centenaria ciudad.

Tendrá que llegar el momento en que el bulevar Forjadores de Sudcalifornia justifique su nombre, cuando a todo lo largo de él luzcan egregias las figuras de las mujeres y hombres que han contribuido al engrandecimiento de esta tierra. ¿Será posible?

Abril 19 de 2016

miércoles, 13 de abril de 2016

Un toro alzado y una güera correlona

El domingo pasado me invitaron a pasar el día en un paraje en la orilla del cauce de un arroyo, allá por un lugar conocido como El Saltito, por el rumbo del hotel Las Cruces. Cerca de la playa nos internamos en una brecha y después de unos 500 metros llegamos al improvisado campamento donde nos esperaba mi hija Virginia y otra familia.

Debajo de unos palos blancos tenían las provisiones y a un lado un fogón en el que se preparaba el desayuno y el infaltable café de talega. Al rato estábamos disfrutando de una rica machaca de pescado acompañada de tortillas de harina y un buen trozo de queso.

Me extrañó que no hubieran pernoctado en la playa como es común, pero como la prudencia mantiene amistades, me abstuve de preguntar. Fue lo mejor, porque al rato Pancho, un ranchero que nos acompañaba, y otro conocido como El Tomate, me invitaron a conocer una poza localizada al final del arroyo.

Conforme avanzábamos el cauce se fue haciendo angosto flanqueado por altas paredes de roca que bien medían unos cincuenta metros de alto. Casi al llegar, pasamos por un corral construido a todo lo ancho del cañón, --unos veinte metros— con su correspondiente portón. Al final, entre un nido de rocas estaba la poza. Y de lo alto escurría un delgado hilo de agua que la mantenía llena.

Y fue entonces cuando supe el porqué del paraje en ese lugar. —“A este corral le llamamos falso— me comenzó a explicar Pancho-- . Aquí llegan las reses alzadas a tomar agua y entonces las encerramos para devolverlas a sus dueños”

--Pero, ¿a qué le llaman reses alzadas? le pregunté. – Bueno —me contestó— son los animales que se van de los ranchos y ya no vuelven. A veces pasan dos o tres años remontados e incluso muchas vacas tienen crías que crecen sin tener dueño. A mí —continuó— los dueños me pagan por localizarlas y éste es un buen lugar para atraparlas, porque llegan aquí en busca de agua.

--Oye —le replique— pero el paraje está lejos de este lugar. ¿Cómo te das cuenta cuando llegan a la poza? ---“Es que todos los animales pasan por este lugar cuando bajan de la sierra. No hay otro camino”. Y con esta explicación se dirigió a nuestro vehículo que nos llevaría de regreso al campamento.

Estábamos en palique después de la comida, cuando de pronto Pancho se levantó apresurado diciendo: --¡Ahí va uno! Tomó una reata y corrió para alcanzar al animal. La señora que nos acompañaba, quien es propietaria de un rancho, corrió tras él con la mala fortuna que el toro cuando la vio se regresó y trató de embestirla.

--“Patas para que las quiero ha de haber pensado y emprendió veloz carrera por entre la arena del arroyo. Con el toro detrás de ella ya no corría sino volaba. Cuando parecía inminente la cornada, de pronto apareció un perro que se interpuso y con fuertes ladridos hizo que el animal se desviara. Era El Guante, un perro que utilizaba Pancho para acorralar las reses montaraces.

Después de lazado, ahora sí con la ayuda de la Güera y el Tomate, lo atrincaron en un palo verde es espera del dueño. Era un animal bravo, por lo que costó mucho trabajo subirlo a la traila. Pero al fin el dueño se fue con su toro pensando en los veinte mil pesos que recuperó.

--“Valió la pena —me dije--haber venido a este lugar”. Aunque por otro lado, me causó indignación darme cuenta de que para llegar a ese paraje tuvimos que detenernos en un portón de recia estructura, cerrado con un candado. Para abrirlo hay que pedirle permiso a una familia extranjera que tiene una residencia cercana a la playa.
De regreso a La Paz, ya por la tarde, encontramos varios vehículos que se dirigían a las playas de ese lugar. Tuvieron que regresarse pues encontraron cerrado el paso. Es ya una propiedad privada.

Abril 12 de 2016

lunes, 11 de abril de 2016

Baja Sur, ¡ajúa!

Un gringo, con el aval del Fideicomiso de Turismo de La Paz, es el autor de la serie televisiva “Destination Baja Sur” y hace días llegó a San José del Cabo para vanagloriarse del gran éxito que ha tenido ese programa a nivel mundial. Con la presencia de funcionarios —nos gustaría saber quienes estuvieron presentes— Bill Boyce, de la cadena televisiva NBC Sport, se mostró eufórico por el éxito de este documental ya que ha sido visto por más de seis millones de espectadores.

Pero luego enseñó el cobre. Los contratos con algunas cadenas televisivas, como Discovery Chanel y Amazon Prime deben ser millonarios, por lo que a él le toca una buena mochada. Y todo a costillas de nuestra ingenua península bajacaliforniana.

Y mire como se dan las cosas. En el mes de julio del 2003, apareció una nota periodística en la que la directora del Fideicomiso de Turismo de La Paz había respaldado la filmación de ese programa. Pero cuando dio a conocer el nombre de ese documental nadie objetó nada con excepción, claro, de unos cuantos desfacedores de entuertos, entre ellos el que escribe.

En una crónica que escribí en esos días y que apareció en el periódico “El Sudcaliforniano”, dije: “De cierto, la publicidad y el conocimiento de nuestro estado siempre da buenos dividendos para la industria sin chimeneas que es el turismo. Pero que para ello se dé falsa información en vez de beneficiar perjudica porque ¿dónde van a encontrar un lugar que se llame Baja Sur? Lo correcto sería “Destination Baja California Sur”.

Pero hay cierta maldad en estos descubridores de las bellezas de nuestra entidad. Saben de la fuerza tremenda que tienen los medios de comunicación y de cómo se difunden en cuestión de segundos por todo el mundo. Saben que el nombre correcto de nuestro estado es Baja California Sur, pero les da escozor pronunciarlo y prefieren modificarlo para conveniencia de ellos y de los que anhelan todavía apoderarse de este región de México.

De nada sirven las reiteradas protestas de sudcalifornianos bien nacidos, de intelectuales, periodistas y escritores, que miran con desesperación como las autoridades que pueden poner remedio a este atentado, se hacen como el tío Lolo, miran llover y no se mojan, les importa un carajo la historia y las tradiciones de nuestra tierra.

Y todo por las conveniencias de un turismo transnacional al que hay que guardarle todas las consideraciones aún a costa de la pérdida de nuestra soberanía. Y poco a poco se van introduciendo como la humedad. Pueblos tradicionales como El Triunfo ahora organiza competencias de Trail Run y MTB y Loreto, la antigua capital de Las Californias lleva a cabo un Domi Run.

Imagino a un habitante de Asia o África preguntando ¿dónde está Baja Sur? Le dirán que en México y que es una península en la que se encuentran los pueblos de Cabo San Lucas, San José del Cabo y La Paz. Y así la conocerán a menos que nuestro gobierno, poniéndose las pilas, aplique sin distinción lo estipulado en el decreto que prohíbe el uso de otro nombre que no sea el de Baja California Sur.

Y aquí la pregunta clave: -¿Que importa más, alcahuetear al turismo dejando que extranjeros como el gringo Boyce atente contra nuestra identidad, o defender, como lo hemos hecho en el pasado, esta querida tierra, so pena de que en pocos años  pierda su nombre original y comience a llamarse Baja Sur?

Que quede claro, no estamos en contra del crecimiento económico y social de nuestra estado. Todos los sectores, incluyendo el turismo, deben coadyuvar a lograrlo. Pero lo que rechazamos es que en aras de ese crecimiento se olviden nuestras raíces y no se respeten los símbolos que nos identifican como es el caso del nombre de nuestra entidad: BAJA CALIFORNIA SUR.

Abril 09 de 2016

martes, 5 de abril de 2016

Dos años ya

El 25 de marzo de 2014 murió un gran hombre y un mejor político. A base de tenacidad y esfuerzo logró lo que fue la ambición de toda su vida: ser gobernador del nuevo estado de Baja California Sur. De eso hacen ya cuarenta años y durante todo ese tiempo logró ganarse el reconocimiento y el cariño de su pueblo, al que sirvió como saben hacerlo los buenos sudcalifornianos.

La tarea no fue fácil. Como algo que comienza, tuvo que echar mano de toda su experiencia, para organizar y administrar un gobierno dentro del marco de una constitución local y con funcionarios capaces y conscientes de sus nuevas responsabilidades. Así, en los primeros días de su mandato, tomó la protesta del profesor Marcelo Rubio Ruiz, como secretario general; del profesor Armando Trasviña Taylor, como oficial mayor: del licenciado Guillermo Mercado Romero, como tesorero general; del ingeniero Alfonso González Ojeda, como secretario de Desarrollo y como secretario particular al licenciado Héctor Castro Castro.

En el recién creado Tribunal Superior de Justicia del Estado fueron comisionados los licenciados Matías Amador Moyrón, Rubén Aréchiga Espinoza, José Hernández Gómez y Jesús Sáenz Juárez. Y en la Procuraduría de Justicia del Estado se designó al licenciado Enrique Ortega Romero.

Con ellos y con otros más que conformaron su gabinete inició un gobierno de puertas abiertas, tal como le había prometido al presidente Luis Echeverría durante su discurso de toma de posesión. Y así fue durante los seis años de su gobierno. Sencillo en su trato, con la amabilidad que siempre lo caracterizó, recorrió todos los rincones de la media península encarando los problemas de las comunidades, para buscar sus posibles soluciones.

Los ayuntamientos de Mulegé, Comondú y La Paz coadyuvaron en estas acciones de bienestar comunal. Sergio Aguilar Rodríguez y Mario Vargas Aguiar de Mulegé, Daniel Moska Masaki y Eligio Soto López de Comondú y Jorge Santa Ana González y Francisco Cardoza Macías de La Paz, supieron de la forma dinámica de trabajar del gobernador y lo respaldaron ampliamente.

No fue una tarea fácil la de Ángel César Mendoza Arámburo. Pero la llevó a cabo contando con el apoyo y comprensión de su pueblo y claro, con la ayuda valiosa del gobierno federal. Como fue la creación de la universidad y la escuela normal superior. O la reconstrucción del antiguo palacio de gobierno, destruido en una administración anterior.

Cuando terminó su mandato en el mes de abril de 1981 el PRI lo invitó para que ocupara una dirección en el Comité Ejecutivo Nacional y posteriormente fungió como subsecretario de Inspección Fiscal en Hacienda. Después regresó a La Paz y aquí permaneció el resto de su vida. Cuando murió tenía 80 años de edad.

Es curioso cómo pasa la vida alejada de los oropeles. La parafernalia propia del mundo político crea un ambiente engañoso en torno a la valía de las personas. El poder político y muchas veces el económico se rodean de un aura de autenticidad que desaparece cuando se termina ese poder. Y son muchos los que disfrutan de esa falsa imagen en su vida privada.

Ese no fue el caso de Ángel César. Los que lo conocimos y conservamos su amistad de muchos años atrás, supimos de su don de gentes, de su alegría de vivir, de su respeto a las opiniones que no coincidían con las suyas. Cuatro amigos tuvimos la oportunidad de desayunar cada mes con él. Unos días antes del siguiente, nos habló para decirnos que el desayuno se posponía hasta que recuperara su salud. Pero ya no fue posible porque la enfermedad acabó con su vida.

En una crónica con motivo de su deceso escribí que la calidad humana que lo distinguió es la mejor herencia para su familia y también para los que, de una u otra forma, sintieron la influencia de su amistad.

04 de abril de 2016