Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

martes, 14 de junio de 2016

Los recelos de Cuauhtémoc Morgan

Lo de periodista lo trae en la sangre. Hijo de don Carlos Morgan, el fundador del periódico “El Sudcaliforniano”, Cuauhtémoc siguió sus pasos y con el paso del tiempo, junto con su esposa Hermelinda, fundaron el blog Colectivo Pericú, en la ciudad de San José del Cabo.

Aprovechando los espacios del blog, en los últimos días este periodista ha escrito dos artículos que se refieren al peligro que entraña la penetración paulatina de los norteamericanos en la península de la Baja California, en especial de la parte sur. Y no de ahora, sino a través de muchos años atrás, iniciándose con el despojo de la mitad de nuestro territorio nacional debido a la guerra de los años de 1846 a 1848.

En su último artículo da cuenta de las instalaciones militares norteamericanas que se establecieron en Bahía Magdalena y Pichilingue, a mediados del siglo pasado. Concesiones otorgadas por los presidentes Benito Juárez y Porfirio Díaz hicieron posible la presencia en aguas mexicanas no sólo de navíos de guerra sino de toda una flota que navegaba oronda como en su casa.

Afortunadamente esas concesiones fueron derogadas aún con la molestia de los norteamericanos que pretendían renovarlas. Pero durante muchos años la presencia ominosa de los extranjeros era motivo de alarma para los habitantes de estas regiones. Y como no, si los barcos de guerra hacían frecuentes ejercicios disparando sus cañones que rompían la quietud de la isla Magdalena y sus alrededores.

Esta información de Cuauhtémoc, nos hace recordar otra invasión aunque temporal de las tropas de los Estados Unidos que establecieron varias bases militares en el territorio de la Baja California, en especial en la parte norte. Fue en 1941 y 1942, a raíz de la declaración de guerra contra el Japón, motivado por el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.

Unos días después de ese atentado, tropas norteamericanas penetraron a nuestro país supuestamente con permiso de la Secretaría de la Defensa Nacional de México. Además de las bases que establecieron, grupos de aviones de caza y bombarderos se dirigieron al sur de la península según ellos para protegerla.

Esta intromisión a la soberanía de nuestro país, hizo pensar que no era contra el Japón el peligro de la invasión, sino de los Estados Unidos. Con el pretexto de colaborar en la defensa de las costas mexicanas, ya tenían dispuesto un ejército en la frontera listo para invadir la Baja California.

En ese mismo mes de diciembre el presidente Manuel Ávila Camacho nombró al general Lázaro Cárdenas como encargado de la Comandancia General del Pacífico, con sede en la ciudad de Ensenada. Al llegar a ese lugar fue enterado de la presencia de las tropas militares norteamericanas en varios lugares de la región e incluso que una brigada había ocupado Santa Rosalía.

Así es que la primera tarea del general Cárdenas fue la expulsar de la península a los invasores. No sin pretextos y argumentos en contra, el 25 de enero de 1942 las tropas de los Estados Unidos abandonaron nuestro país. Al respecto, bien lo dice Gregorio Sosenski de que “la penetración de tropas norteamericanas en la Baja California, el 20 de diciembre de 1941, con el fin de establecer bases militares, significaron una grave amenaza para la integridad territorial y la soberanía nacional de México…”.

De invasiones a invasiones. Ayer por la fuerza de las armas y hoy con el poder del dólar. Una invasión silenciosa que mi estimado amigo Cuauthémoc no desconoce, puesto que diariamente la observa en esa región de Los Cabos. Aunque esas intromisiones a nuestro país son cosas del pasado, lo cierto es que trascienden al presente y es por ello de su importancia.

Junio 14 de 2016.

viernes, 3 de junio de 2016

Otra decepción más

Cuando leí en el periódico “El Sudcaliforniano” que un estudiante del Centro de Estudios Tecnológicos del Mar del municipio de Los Cabos había ganado el primer lugar nacional en un concurso de declamación, compartí su alegría y la dedicación que puso para lograrlo.

Pero el gozo se fue al pozo cuando me enteré de que el nombre de la poesía con la que había triunfado llevó el nombre de “La juventud y mi Baja Sur”. Y que fue su maestro y asesor Enrique Valera quien fue el autor de ese poema. Desde luego, quizá la mayoría de los alumnos de ese plantel compartieron su entusiasmo sin darle importancia al mensaje que lleva implícito esa composición. Porque, caray, vamos de mal en peor en eso de conservar la identidad y la conservación de nuestras raíces históricas.

De Alberto Marroquín, el declamador, a lo mejor no valoró el contenido de la poesía, pero en cambio su maestro demostró una total ignorancia en lo que se refiere al nombre oficial de nuestra entidad que es Baja California Sur. Yo sé que en la región de Los Cabos se va haciendo común usar los vocablos Baja Sur, pero siempre hemos tenido confianza en los maestros los que, por su formación profesional y ética, se oponen a que se suprima el término California.

El profesor Valera debe estar enterado de que hace años existen intentos de identificar a nuestro Estado con el nombre de Baja Sur. Y que esos intentos vienen de personas y empresas extranjeras norteamericanas habida cuenta que en su país tienen a la verdadera California. Y lo más triste es que muchos de los que manejan los medios de comunicación, los publicistas y empresarios mexicanos se han coludido con ellos sin que haya alguien que lo evite.

Claro que existe un decreto que prohíbe cualquier otro nombre que no sea Baja California Sur para referirse a nuestra entidad. Pero como parece ser que a nuestras autoridades les importa poco aplicarlo, pues entonces seremos nosotros, quienes a base de protestas privadas o públicas, exigiremos que nadie utilice los términos Baja Sur para identificar nuestra entidad.

Aún es tiempo de remediarlo. De lo contrario dentro de poco, como ya lo dijo un periodista nativo, en vez de llamarnos californianos nos dirán “bajeños o sureños” Y adiós nuestra identidad.

La región de Los Cabos merece que se respeten sus raíces históricas. En los años de 1847 y 1848, sus habitantes hicieron un frente común para enfrentar a los invasores gringos. Héroes como Manuel Mijares, Mauricio Castro, Ildefonso Green, ofrecieron lo mejor de sí mismos, incluso su vida, con tal de librar a nuestra tierra del dominio extranjero. Y claro, defendiendo siempre a su querida Baja California.

Hoy son otros los invasores. Pero no lo hacen con las armas sino con el poder del dinero. Y poco a poco se han estado apoderando de lo mejor de nuestras costas con el señuelo de que al construir grandes desarrollos turísticos contribuyen a la economía de la región. Y es que nuestros vecinos no dan paso sin huarache. Como la humedad se van infiltrando, aprovechándose de la ingenuidad y el importamadrismo de las autoridades que no ven lo que pasa ante sus ojos.

Y es aquí donde la participación de los maestros resulta de vital importancia. Ellos tienen la responsabilidad de salvaguardar los valores del pueblo sudcaliforniano a través de su ejemplo. Sus alumnos deben conocer las raíces de nuestra nacionalidad y de cómo, a través de varios siglos, esta región de nuestro país comenzó a llamarse California.

Bien hará Mario Alberto Marroquín en conocer los poemas de distinguidos sudcalifornianos como Filemón C.Pïñeda, José Alberto Peláez Trasviña, José María Garma. Y que en próximos concursos de declamación le podamos escuchar “Calafia” de Fernando Jordán.

Junio 02 de 2016.