Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

miércoles, 17 de enero de 2018

Un mes de enero, pero de 1942

La apacible vida de los habitantes del poblado de Santo Domingo, localizado en el extremo norte del Valle de Santo Domingo, se vio interrumpida por el arribo de trece camiones de redilas que transportaban 218 personas, entre hombres mujeres y niños procedentes de la ciudad de La Paz. Era el dos de enero de 1942 y el contingente era una parte de los campesinos sinarquistas llegados del interior de la república, con el fin de establecer una colonia agrícola en esa región.

Nueve días después llegó el segundo grupo —eran 400 personas en total— acompañado de su dirigente Salvador Abascal. En un principio trataron de buscar acomodo en un lugar al oeste del poblado conocido como Santo Domingo el viejo, a un kilómetro de distancia. Allí levantaron sus viviendas rústicas y una pequeña iglesias provisional. Construyeron un horno para cocer ladrillos pues tenían la intención de quedarse en ese lugar, nomás que el agua del pozo que abrieron resultó salada y no tuvieron otra opción que cambiarse de lugar.

Fue por eso que en el mes de mayo se trasladaron a un sitio conocido como Plan de Caballos, unos diez kilómetros al sur de Santo Domingo y ahí han permanecido hasta la fecha. Pero en esos primeros años, entre 1942 y 1949, muchas familias dejaron la colonia porque no soportaron las carencias en que vivían dado que no recibían suficiente ayuda para su subsistencia.

Y el recuerdo viene al caso por un libro que escribió la maestra Elizabeth Acosta Mendía titulado “Paisajes y personajes de María Auxiliadora, un proyecto colonizador en el Territorio Sur de la Baja California,(1940-1944)”. Para ella, con mi felicitación, inserto un fragmento de la reseña que escribió el licenciado Ramón Beteta, quien acompañó al presidente Miguel Alemán en su visita al Valle de Santo Domingo en el mes de abril de 1951.

EN EL VALLE DE SANTO DOMINGO.- “Aterrizamos en la pista apenas terminada en la colonia María Auxiliadora, después de volar desde La Paz una hora por regiones desérticas. Al bajar del avión contemplamos un espectáculo impresionante: ante nosotros, inmóviles, como en una vieja estampa, alineados como niños de escuela, cubiertos completamente de polvo, están hasta cuarenta hombres, mujeres y niños. En el centro ondean tres banderas nacionales desteñidas hasta el grado de que sus colores no son ya reconocibles y sus antiguas águilas ya en desuso sugieren la de las banderas veteranas de pasadas batallas. Los hombres visten en forma semejante a los de la frontera, pero con ropas mil veces remendadas. Las mujeres tienen ese aspecto gris que dan la resignación y la miseria. Los niños se cubren sus vestidos que niegan haber salido de una casa de comercio, porque carecen de toda pretensión de forma y estilo, pues más bien se asemejan a las batas desteñidas con que se visten los santos en ciertas iglesias de nuestros pueblos. Todos están en expectación. Cuando se acercan al señor presidente y su comitiva prorrumpen inesperadamente cantando el Himno Nacional. Sus voces salen rasgadas, fuertes, decididas, más de quien canta son de quien afirma o de quien reta. Su emoción es demasiada profunda para expresarse en discurso o en aplauso. Han necesitado de las palabras de nuestro himno para dar la bienvenida al Primer Magistrado de la Nación. ¡Patria. Patria, tus hijos te juran…”. El aire se ha electrizado; las voces tienen un sentido religioso. Se ha creado una comunión entre los recién llegados y los que esperaban. No podemos mirarnos los unos a los otros…”.

Y el exsecretario de Hacienda, termina así: “Yo he visto muchas recepciones: algunas fueron impresionantes por el número de personas que concurrieron; otras, por la alegrías de los manifestantes; otras, por el adorno de las calles. Las hubo bien organizadas, las he contemplado también tumultuosas, espontáneas, incontenibles, pero la de Santo Domingo es la única que no olvidaré jamás…”.

Enero 17 de 2018.

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