El
licenciado Manuel Torre Iglesias, maestro de generaciones de la Escuela Normal
Urbana de la ciudad de La Paz, escribió un libro al que tituló “Sudcalifornia
en la leyenda y en la historia” y en él aparece un artículo con el nombre de El
descubrimiento y fundación de La Paz.
En una
polémica con un amigo cuyo identidad se reserva, afirma que la fundación de
nuestra ciudad fue el 28 de marzo de 1596, cuando Sebastián Vizcaíno arribó a
este lugar y le puso por nombre La Paz y que el 3 de mayo de 1535 fue
descubierta, no fundada por Hernán Cortés.
Justifica
su alegato diciendo que Vizcaíno formó un poblado y que incluso en 1602 cuando
regresó todavía existía. Y es que, según testimonio del fundador, “procedí a
fundar el fuerte y poblado y con el trabajo de cien hombres de la tripulación
levanté los muros de la fortaleza capaz hasta para quinientos soldados. Los
padres franciscanos no ayudaron a reducir a los naturales que no opusieron
resistencia, antes los bautizamos y nos sirvieron de guías para dar con las
perlas que de tan notorios augurios trujimos empeñados…”.
En
esto de la fundación de La Paz, el historiador Pablo L. Martínez también dio su
punto de vista al referir que fueron cinco los intentos de fundación de La Paz
y que la segunda fue la de Vizcaíno. La última muchos años después, en 1811,
cuando autorizaron al soldado Juan José Espinoza para que viviera en el lugar,
dotándolo de un terreno donde construyó su vivienda y el compromiso de atender
al personal de los barcos que llegaban de vez en cuando.
Cuando
el rey Felipe III autorizó el segundo viaje de Vizcaíno a California en 1602, le
dio instrucciones de recorrer los litorales de la península por la parte del
Océano Pacífico pero le prohibieron que se internara por el Mar de Cortés. Su
misión era la de levantar planos topográficos de su recorrido hasta la altura
del cabo Mendocino, un poco más allá de la bahía de San Francisco.
En sus
embarcaciones San Diego, Santo Tomás y Tres Reyes le puso nombres a bahías,
islas, puntas, sustituyendo en varias de ellas los nombres dados por Juan
Rodríguez Cabrillo, en 1542. Muchos de esos bautizos todavía existen en la
actualidad.
En los
nueve meses de exploración por los litorales de California—de junio de 1602 a
febrero de 1603—las tripulaciones sufrieron penalidades y peligros por la falta
de agua y provisiones. La aridez de las regiones a las que iban llegando no
tenían lo que ellos necesitaban, no obstante el contacto que tuvieron con los
indios a quienes les solicitaban su ayuda. En una ocasión tuvieron que
enfrentarse con las armas a un grupo de ellos que protegían un pequeño
manantial.
Ante
la desesperada situación en que se encontraban, a Vizcaino no le que quedó otra
alternativa que ordenar que el Santo Tomás y Los Tres Reyes, regresaran a
Acapulco, mientras que él en el San Diego remontaban las costas de la hoy
California de los Estados Unidos.
Uno de
los mayores peligros y que causó la muerte de varios tripulantes fue la
enfermedad del escorbuto muy común en las travesías marítimas de esos tiempos. Cuando
el San Diego iba de regreso, muchos de sus marinos iban enfermos por la falta
de alimentos frescos como las frutas y verduras. Por eso, al llegar a las
costas de Sinaloa lo primero que hicieron fue proveerse de esos comestibles.
Pero
no fue fácil porque desembarcaron lejos de los poblados. Por fortuna, algunos
de los marineros descubrieron en los montes cercanos una fruta que los indios conocían
como “jucoixtle” que no era otra que nuestra conocida pitahaya agria. Al cabo
de varios días los enfermos sanaron y Vizcaíno pudo continuar su viaje rumbo a
Acapulco.
Y
respecto a nuestra popular fruta silvestre, bien se vale decir “sufrieron
porque quisieron” ya que, dada la abundancia de pitahayales en la península, pudieron saborearlas en todo su viaje. Digo.
Abril
30 de 2018
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