miércoles, 1 de julio de 2015

La calle trunca

Bueno, en realidad son varias las calles truncas que existen en la ciudad de La Paz, sobre todo en los fraccionamientos del sur, donde los desarrolladores para ahorrar espacios, limitaron las calles construyendo conglomerados de casas habitación.

Por lo que respecta al centro de la ciudad son varias las calles en estas condiciones, aunque algunas de ellas justificadas por la topografía del terreno donde se comenzó a fundar nuestra capital. Ahí están las calles Agustín Arriola que termina en el entronque con la Zaragoza; la Carlos M. Esquerro que finaliza en la 16 de septiembre; la Zaragoza de escasos 300 metros limitada por las calles Ocampo y la 16 de Septiembre. Y los callejones más que calles conocidas como José Antonio Mijares y 21 de agosto de 1944.

Existen tres calles trazadas ya en un nuevo plano de la ciudad que elaboró en 1861 y que recibieron los nombres de Antonio Rosales, Independencia y Reforma, que por una u otra razón quedaron truncadas. La primera, la que por cierto decían que se llamaba así por en tiempos antiguos frente a las casas había muchos rosales, cuando se construyó el nuevo palacio de gobierno la interrumpió, aunque más adelante siguió su ruta hasta llegar a la calzada Margarita Maza de Juárez más conocida como Alta Tensión.

La segunda, Independencia, también corrió semejante suerte, pues cuando se levantó el edificio de la escuela técnica industrial sobre la calle Isabel la Católica, quedó trunca. Pero al igual que la Rosales después del edificio continuó sin otra interrupción.  En cuanto a la calle Reforma, de hecho comienza en la Revolución de 1910, aunque para muchos habitantes de La Paz es una calle truncada ya que no llega hasta la orilla de la playa.

La calle Reforma es una hermosa calle pero eso sí con mala suerte. Pese a su nombre que tiene un gran significado porque recrea una parte importante de la historia de nuestro país, hace años las autoridades se han olvidado de su mantenimiento,

Cuando hace dos años se inició el programa de pavimentación de las calles de nuestra ciudad se creyó que una de las primeras en atenderse iba a ser la Reforma dado el pésimo estado en que se encuentra. Sin embargo no fue así y hoy la calle está llena de hoyancos como sí, dijo un vecino criticón, fueran cráteres de la luna. Y los automovilistas le sacan la vuelta a un hoyo y caen en otro.

Y también tiene mala suerte, porque cuando escribí el libro Calles y Monumentos de la ciudad de La Paz en el año de 2001, me olvidé de ella, de su historia y de las familias que antaño la habitaron y las que hoy residen en esa rúa. Familias como la de Félix Ortega Aguilar, Alfonso González Isáis, el periodista Rogelio Olachea, Arturo González y su taller de electrónica, César Avilés,  Severiano Delgado y su botica, José González, Jesusita Lizardi, Salvador (Chavalito) Ibarra, Martín Avilés Avilés, padre de mi buen amigo del mismo nombre, del escritor Guillermo Arrambídez Arellano y de Miguel Miranda.

Cada una de estas familias conforman la historia colectiva de La Paz de Antaño, como bien lo dijera Rogelio Olachea. Son recuerdos de una ciudad apacible, amigable, donde los problemas de la inseguridad y el trasiego de drogas eran desconocidos. Con carencias, pero amoldables a ellas, esas familias vivieron en paz y armonía durante muchos años, y muchas de ellas fueron testigos de los cambios sociales y políticos que fueron teniendo lugar en nuestra ciudad.

Por eso, los vecinos de la calle Reforma merecen que las autoridades atiendan su reclamo de tener una calle, su calle, en mejores condiciones que las actuales.


Julio 01 de 2015.

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