jueves, 23 de julio de 2015

Yo tengo un sueño


Gi Vinoch es un doctor en Ciencias que está estudiando un posdoctorado en el Cibnor. Desde una ciudad del sur de la India ha venido a La Paz porque se enteró que aquí existía una institución de excelencia en el ramo de la biotecnología. Pronto lo conocí y juntos hemos recorrido los lugares más interesantes de nuestra ciudad capital.

Al pasar por la calzada Forjadores de Baja California me preguntó donde estaban colocados los monumentos de las mujeres y los hombres distinguidos de nuestra tierra. Con un poco de pena le aclaré que no había ninguno, salvo un pequeño busto del general Félix Ortega Aguilar, de la revolución mexicana.

Se extraño, desde luego, y me platicó que en su país se guarda un permanente recuerdo de los hombres que lograron su independencia, como Gandhi, Nehru y otros más. No le pregunté si había calles o avenidas con los hombres de sus héroes. Pienso que sí.

En cuanto a la falta de monumentos de la calzada Forjadores, en años pasados, el doctor Francisco Martínez Mora como diputado del Congreso local emitió una convocatoria para que las instituciones oficiales y privadas donaran los monumentos, incluso proponía los materiales para ellos, con un costo moderado. Tentativamente se había pensado en los bustos de los personajes ilustres que están en la Rotonda —Gral. Manuel Márquez de León, maestra Rosaura Zapata Cano, Gral. Agustín Olachea Avilés, los educadores Jesús Castro Agúndez y Domingo Carballo Félix, Ildefonso Green y el historiador Pablo L. Martínez.

Pero como la calzada es extensa se pensó en otros más como el poeta Filemón C. Piñeda, Mauricio Castro, los sacerdotes jesuitas Juan María de Salvatierra y Juan de Ugarte, el exgobernador Agustín Arriola, los doctores Francisco Cardoza Carballo, Raúl Carrillo y Enrique VonBorstel. Incluso los que ha muerto recientemente como el ingeniero Félix Agramont Cota y el Lic. Ángel César Mendoza Arámburo, protagonistas de la conversión de nuestra entidad a un estado más de nuestro país.

En el mes de agosto de 1963, el pastor norteamericano Martín Luther King, con motivo de la defensa de los derechos civiles en ese país, pronunció un memorable discurso frente al monumento de Abraham Lincoln en la ciudad de Washington, conocido como “l have a dream” (Yo tengo un sueño). Al paso de los años ese sueño se le cumplió cuando las leyes de los Estados Unidos establecieron los derechos civiles para la población negra y con ellos la integración a la sociedad de ese país.

Desde entonces esa frase es sinónimo de esperanza, de lucha permanente contra las injusticias y los olvidos; de hacer realidad las ilusiones de un pueblo que trata a toda costa mantener su identidad, libre de las acechanzas de un poder global que trata de absorber todo, hasta las conciencias.

A lo mejor a las presentes generaciones de niños y jóvenes no les cause mayor interés la presencia de monumentos en la calzada Forjadores. Pero, a lo mejor, muchos de ellos se preguntarán que tan importantes fueron esos personajes, y eso justificará el hecho de haber colocado sus imágenes en esa rúa.

Tocará a las instituciones culturales difundir por los medios adecuados la vida y la obra de cada uno de ellos. Pero corresponderá a los maestros en sus clases de historia y civismo, abundar ese conocimiento por medio de su diaria enseñanza.

Julio 23 de 2015.

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