Ayer,
por la mañana, recibí una llamada telefónica de Isidro, quien después de
saludarme me invitó a pasar por su casa pues tenía algunas cosas que
platicarme. Acudí con el gusto de saludar al amigo de tanto tiempo atrás,
cuando fuimos compañeros en la escuela primaria Ignacio Allende, conocida en
esos años como la número uno.
Después
continuamos frecuentándonos durante nuestros estudios en la secundaria, junto
con otros compañeros como Ricardo Fiol, Norberto Flores y Arturo Salgado. Pero
mientras nosotros continuamos en la escuela normal él, por motivos personales,
ingresó al trabajo burocrático en el entonces Territorio Sur de la Baja
California. Con el paso de los años ocupó los cargos de oficial mayor y delegado
de Gobierno de La Paz.
Al
saludarlo y obsequiarme un regalo —una caja de chocolates— me platicó que entre
sus recuerdos de esos tiempos estaba la visita que hizo al pueblo de Cabo San
Lucas donde visitó el local que ocupaba la subdelegación. Lo que le llamó la
atención es que esa oficina, desde luego improvisada, tenía como paredes
láminas de hojalata de tambos utilizados en la planta empacadora de atún
establecida en ese lugar.
Me
dijo que la encargada de la subdelegación era la profesora Amelia Wilkes
Ceseña, nombrada por el entonces gobernador Hugo Cervantes del Río. La maestra
atendió los asuntos administrativos de ese lugar, durante los años de 1966 a
1970.
Desde
luego la información de Isidro está sujeta a comprobación, no tanto por las
paredes de hojalata sino más bien si la profesora Amelia despachó en esa
original oficina. Habremos de preguntarle a su hija, también maestra como lo
fue ella, si tal hecho fue verdad.
De
todas maneras, el recuerdo de esa época nos trae gratos recuerdos. De cómo, en
los años sesenta, recorrimos esa región y nos maravillamos de sus hermosas
playas y de la bucólica vida de los habitantes de San José del Cabo y Cabo San
Lucas. Eran los años en que el boom turístico todavía no transformaba la región
alterando el medio ambiente en pos de un desarrollo económico.
Afortunadamente,
los recuerdos de esa época han sido recreados por algunos escritores, sobre
todo los que se refieren a la hoy ciudad de Cabo San Lucas. Gustavo de la Peña
Avilés escribió un libro que se llama “Las memorias del vigía” y la maestra
Faustina Wilkes Ritchie con su libro “El San Lucas que yo conocí”. Son dos
textos obligados de leer a fin de tener una visión más clara de lo que fue ese
hermoso lugar—lo sigue siendo a pesar de todo—hace ya varias décadas
Le
agradezco a Isidro su amistad y que haya retrocedido en el tiempo para contarme
cosas tan originales como la subdelegación de gobierno de Cabo San Lucas, sobre
todo porque ahora, esa población convertida en uno de los
pilares de la economía del municipio de Los Cabos, tiene magníficos edificios
que albergan las oficinas gubernamentales.
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