viernes, 9 de febrero de 2018

Mi amigo Isidro Jordán Carlón

Ayer, por la mañana, recibí una llamada telefónica de Isidro, quien después de saludarme me invitó a pasar por su casa pues tenía algunas cosas que platicarme. Acudí con el gusto de saludar al amigo de tanto tiempo atrás, cuando fuimos compañeros en la escuela primaria Ignacio Allende, conocida en esos años como la número uno.

Después continuamos frecuentándonos durante nuestros estudios en la secundaria, junto con otros compañeros como Ricardo Fiol, Norberto Flores y Arturo Salgado. Pero mientras nosotros continuamos en la escuela normal él, por motivos personales, ingresó al trabajo burocrático en el entonces Territorio Sur de la Baja California. Con el paso de los años ocupó los cargos de oficial mayor y delegado de Gobierno de La Paz.

Al saludarlo y obsequiarme un regalo —una caja de chocolates— me platicó que entre sus recuerdos de esos tiempos estaba la visita que hizo al pueblo de Cabo San Lucas donde visitó el local que ocupaba la subdelegación. Lo que le llamó la atención es que esa oficina, desde luego improvisada, tenía como paredes láminas de hojalata de tambos utilizados en la planta empacadora de atún establecida en ese lugar.

Me dijo que la encargada de la subdelegación era la profesora Amelia Wilkes Ceseña, nombrada por el entonces gobernador Hugo Cervantes del Río. La maestra atendió los asuntos administrativos de ese lugar, durante los años de 1966 a 1970.

Desde luego la información de Isidro está sujeta a comprobación, no tanto por las paredes de hojalata sino más bien si la profesora Amelia despachó en esa original oficina. Habremos de preguntarle a su hija, también maestra como lo fue ella, si tal hecho fue verdad.

De todas maneras, el recuerdo de esa época nos trae gratos recuerdos. De cómo, en los años sesenta, recorrimos esa región y nos maravillamos de sus hermosas playas y de la bucólica vida de los habitantes de San José del Cabo y Cabo San Lucas. Eran los años en que el boom turístico todavía no transformaba la región alterando el medio ambiente en pos de un desarrollo económico.

Afortunadamente, los recuerdos de esa época han sido recreados por algunos escritores, sobre todo los que se refieren a la hoy ciudad de Cabo San Lucas. Gustavo de la Peña Avilés escribió un libro que se llama “Las memorias del vigía” y la maestra Faustina Wilkes Ritchie con su libro “El San Lucas que yo conocí”. Son dos textos obligados de leer a fin de tener una visión más clara de lo que fue ese hermoso lugar—lo sigue siendo a pesar de todo—hace ya varias décadas

Le agradezco a Isidro su amistad y que haya retrocedido en el tiempo para contarme cosas tan originales como la subdelegación de gobierno de Cabo San Lucas, sobre todo porque ahora, esa población convertida en uno de los pilares de la economía del municipio de Los Cabos, tiene magníficos edificios que albergan las oficinas gubernamentales.

Febrero 08 de 2018

No hay comentarios.:

Publicar un comentario