jueves, 13 de febrero de 2020

La esclavitud en México

Afromexicanas

Con motivo de la publicación de mi artículo “La esclavitud en los Estados Unidos”, un buen amigo interesado en esta cuestión de la historia me preguntó: “Oye, ¿hubo esclavos en nuestro país? Lo que le contesté es el contenido de esta crónica.

El año pasado en el foro realizado sobre las lenguas indígenas y afromexicanas en México, se hizo hincapié en la importancia de considerar a este núcleo del pueblo de nuestro país como parte indisoluble en el desarrollo social, económico y político del mismo. Y con los derechos y prerrogativas de todas las mujeres y hombres que viven en México.

En uno de los pronunciamientos del foro se afirmó: “Demandamos el reconocimiento pleno del pueblo afromexicano, pues son parte fundamental de la composición pluricultural de México y han tenido un destacado papel histórico en la construcción del país. Es necesario por ello que se establezcan en la Constitución y en las leyes un catálogo de derechos que permitan su ejercicio en la vida cotidiana…”.

La población negra en México data desde la época de la colonia, cuando cientos de esa raza llegaron a nuestro país para ser utilizados como esclavos en las plantaciones de caña, en las minas y en las haciendas. Llegaron cerca de 250 mil personas, la mayoría a finales del siglo XVI y principios del XVII y fueron distribuidos en los estados de Veracruz, Guerrero y en menor número en otras entidades del sur de la república. Dice la historia que fue el virrey Luis de Velasco el que autorizó en 1570 la compra de esclavos a los portugueses quienes a su vez los adquirían en algunas regiones de África.

En esos años, los traficantes de esclavos los desembarcaban en el puerto de Veracruz y luego vendidos en subasta pública. Por ejemplo, un hombre entre 20 y 50 años valía 300 o 400 pesos; las mujeres jóvenes un poco menos, los niños entre 100 y 150; los ancianos, 25. Pero no solo los compraban los hacendados sino también los particulares para servir en sus negocios, entre ellos alcaldes, militares, sacerdotes, boticarios y dueños de comercios. También era común que se entregaran como dote.

Los esclavos negros ocuparon una posición inferior a los indios y es por ello que se convirtieron en los antepasados invisibles de nuestro país. Sin embargo, su presencia ha sido considerada por algunos antropólogos como la tercera raíz de la cultura nacional, además de la española y la india.

De hecho, los primeros esclavos negros llegaron a nuestro país cuando se inició la conquista de México Tenochtitlan en 1519. Dos de los cabecillas españoles, Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez, tenían esclavos a su servicio, ya que era costumbre que conquistadores y descubridores llevaran negros en sus expediciones. Se sabe que Francisco de Montejo llevaba un numeroso grupo en su conquista de Yucatán. Y que Pedro de Alvarado en sus intentos de conquistar el imperio inca llevó en su contingente a 200 hombres de color. ES más, antes de morir, en el mes de mayo de 1542, Cortés firmó contrato con uno de los traficantes para la compra de 500 negros que se destinarían a las haciendas de su marquesado.

Y es que a partir del descenso demográfico de la población indígena debido a las epidemias y las muertes motivadas por la guerra, se hizo preciso contar con mano de obra y la contratación de miles de negros a fin de que atendieran la explotación de las minas, en las labores agrícolas y ganadera e incluso en las faenas domésticas.

A fines de la época colonial, con el movimiento de independencia en 1810, se empezó a poner fin a la esclavitud en nuestro país. Miguel Hidalgo, conocedor del problema, en un bando del 6 de diciembre de ese año declaró su abolición, aunque quedó en un mero intento. Años después consumada la independencia, los gobiernos de Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero expidieron bandos prohibiendo la esclavitud en México con la salvedad de que los dueños serían indemnizados.

Pero de una u otra forma ese sistema permaneció aunque un mucho disminuido en todo el trascurso del siglo XIX. A principios del siglo XX, en 1917, con la promulgación de la Carta Magna, se incluyó en el artículo 1º el párrafo siguiente: “Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos de otros países que entrasen al territorio nacional, alcanzarán por este solo hecho su libertad y la protección de las leyes”.

La población afromexicana es numerosa en nuestro país. En el año 2015, el INEGI estimó en un millón y medio los que viven en varios estados de la república, tomando en cuenta los afrodescendientes, estos últimos mezclados con otras razas. En Baja California Sur, según datos de esta dependencia, existían en ese año 11,036 afromexicanos y 17,573 afrodescendientes.

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