miércoles, 18 de marzo de 2020

ADIÓS, COMPADRE


Este día, 18, por la mañana, murió el profesor Ricardo Fiol Manríquez después de 92 años de una vida ejemplar. Falleció rodeado de sus hijas e hijos y del espíritu de su esposa fallecida años atrás. Murió con el convencimiento de lo inevitable y de la creencia de que su paso por este mundo no fue en vano. Su figura de educador, pionero del Valle de Santo Domingo y luchador social así lo confirman.

En sus inicios, a partir del año de 1950, cuando egresó de la hoy Benemérita Escuela Normal Urbana “Domingo Carballo Félix”, se desempeñó como profesor en el pueblo de Cabo San Lucas y después como director encargado de la escuela y del internado del poblado de Santo Domingo. Con los años, fundó y dirigió la escuela secundaria Ricardo Flores Magón en Ciudad Constitución durante 22 años. También participó en la creación de la escuela preparatoria por cooperación Adolfo López Mateos en la misma localidad y por varios años estuvo al frente de la dirección de la misma.

Paralelamente atendió un lote agrícola gracias al apoyo del general Agustín Olachea Avilés, gobernador en este tiempo del Territorio Sur de la Baja California. Fueron los años del desarrollo económico y de la reglamentación del uso del agua y sistemas de riego en esa extensa región de la entidad. Y obligado por las circunstancias, con los problemas naturales de la explotación agrícola, contribuyó con su experiencia como integrante de la Asociación Agrícola del Valle de Santo Domingo y de la Asociación de Productores de Cítricos del mismo Valle.

En el periodo de 1990 a 1992, Ricardo fue presidente del patronato para la sanidad vegetal y después como tesorero del Comité de Sanidad Vegetal en Baja California Sur. Pero años antes, como integrante de la asociación agrícola, alzó su voz para detener la explotación del agua que en forma desordenada llevaban a cabo la mayoría de los agricultores. Fue una voz que en esos años clamó en el desierto, ya que ninguna autoridad hizo caso de sus recomendaciones. Incluso profesionistas como los ingenieros Luis Gallo Quevedo y Santiago Gutiérrez Silva se sumaron a las protestas, sin obtener resultados positivos.

Con el paso de los años y ante la salinidad de muchos pozos y la carencia de agua, el gobierno federal le dio la razón a Fiol Manríquez y expidió normas y reglamentos para el uso correcto del agua. Fue una lucha tenaz que midió el carácter y altitud de miras de Ricardo. Sin embargo el mal estaba hecho y eso originó la bancarrota de muchos agricultores.

Después de muchos años de permanencia en el Valle de Santo Domingo y con motivo de su jubilación en 1984, Ricardo regresó a la ciudad de La Paz. Aquí reanudó sus relaciones de amistad con las maestras y maestros de su generación, entre ellos María Luisa Salcedo de Beltrán, Estela Lizardi, María Esther Sánchez, Isidro Jordán, Arturo Salgado, Alejandro Amad y el que escribe.

En reuniones periódicas recordamos nuestra época de estudiantes en la BENU, de los buenos maestros y de las anécdotas propias de esos años. Y desde luego, de cómo disfrutamos de la vida después de tantos años dedicados a la niñez y la juventud y del paso inexorable del tiempo que limita las esperanzas propias. Y ese tiempo, causa de la desaparición física de algunos como María Esther, J. Guadalupe Aguirre Tamayo, Francisco Angulo, Juana y Pilar Navarro y Ángela Mayoral.

Y ahora él. El compadre por amistad sempiterna. Una amistad que tuvo principio cuando fuimos alumnos en la escuela primaria Ignacio Allende y un final que va más allá de la muerte. Porque tengo la seguridad que algún día nos encontraremos y allá en el infinito vamos a reanudar esa amistad que nos unió. Y por eso te pido: guárdame un lugarcito allí donde te mandan tus seres queridos. Adiós, compadre.

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