martes, 9 de junio de 2020

AUSENCIA

El ocho de este mes de junio falleció mi querida esposa. La llevamos el mismo día al panteón de los SanJuanes donde, acompañado por contados familiares y amigos, quedó a un lado de nuestro hijo primogénito Guillermo Reyes Murillo. Y creo, estoy seguro, que su hijo le dirá: Bienvenida, mamá, te estaba esperando.

Fueron 64 años que en las buenas y en las malas, convivimos en un feliz matrimonio. Ahora ella se ha ido y nos ha dejado con los recuerdos de su presencia, la que siempre estará a mi lado hasta que llegue el momento de estar con ella.

Yo sé que la vida tiene sus límites y que tarde o temprano tiene que extinguirse. Pero nadie lo desea y es por eso el dolor que causa cuando se ha compartido, como en mi caso, durante tantos años.

Cande y yo transitamos por esta vida a nuestro modo. Nos enfrentamos a ella con la fuerza que se da entre dos seres que se amaron mucho. Y ahora ese amor que me dio sin limitación alguna, la heredó a nuestros hijos, a nuestros nietos y bisnietos. Y en la medida en que la recuerden, así será la recompensa para ella que tanto los quiso.

El dolor quizá pasará, pero la ausencia mellará nuestros corazones, porque nos acostumbramos a que estuviera a nuestro lado como esposa, como madre. Por qué su actitud ante la vida fue de retos constantes, siempre con el ánimo de llevar bienestar a sus hijos y para apoyar a un esposo en sus afanes de superación.

Así fue Cande y por eso no me resigno el haberla perdido. Los pocos años que me quedan de vida avivaré su recuerdo, pero su ausencia marcará para siempre mis pasos por este mundo. Y cuando esa ausencia llegue a sus límites, entonces llegará el momento en que, juntos en la eternidad, continuaremos con nuestro lazo matrimonial bendecido por Dios.

No te desesperes, amor, pronto estaré contigo.

Junio de 2020.


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