miércoles, 27 de enero de 2016

Dos alumnos, dos amigos

Ayer desayuné con Rubén González González y con Jesús Manuel Flores Díaz Bonilla. Son dos alumnos que estuvieron en la escuela primaria del poblado Santo Domingo, allá por los años de los cincuenta. Los atendí en el quinto y sexto años junto con otros compañeros de su generación. Después de muchos años los volví a frecuentar ya convertidos en jefes de familia y dedicados a ganarse la vida de la mejor manera.

Rubén, hijo de un pionero del Valle de Santo Domingo, don Salvador González Moreno, es ahora un próspero agricultor y empresario. Jesús Manuel, por su parte, estudió la carrera de maestro y ahora ya jubilado obtuvo una licenciatura en psicología. Su tiempo lo dedica a impartir conferencias relacionadas con la enfermedad de la diabetes, a la par que es un activista del Club de Leones del cual ha sido unos de los más activos promotores.
        
Son desayunos del recuerdo: de un maestro rural que inició su trabajo en el poblado Sebastián Allende de la colonia Jalisco y después, durante cuatro años, en el poblado de Santo Domingo. Del internado que daba cobijo a muchos niños de comunidades alejadas permitiéndoles terminar su instrucción primaria a fin de acceder a estudios superiores. Del celo y dedicación del profesor Ricardo Fiol Manríquez, director de la escuela y del internado, que hacía maroma y teatro con tal de conseguir los alimentos para los albergados.

Y el tiempo pasó. Rubén inició sus estudios de secundaria en la ciudad de La Paz, pero antes de concluirlos regresó al Valle. Jesús Manuel, después de un tiempo en el que ayudó a su padre, don Manuel Flores, en la distribución de bebidas refrescantes en toda la región de Santo Domingo, se inscribió en la Escuela Normal Urbana de La Paz y cuando terminó sus estudios lo comisionaron al estado de Sinaloa. Al jubilarse regresó a nuestro Estado y ahora radica en nuestra ciudad capital.

Rubén y Jesús Manuel son personas importantes en su medio. Pero aparte de eso, tienen vivencias de su estancia en el Valle de Santo Domingo que recrean toda una época en la que, con el esfuerzo y sacrificio decidido de sus colonizadores, lograron convertir una región agreste y olvidada, en una donde la agricultura fue la fuente económica, no solo de ellos, sino que también de toda la entidad bajacaliforniana.

Con el paso de los años la amistad entre nosotros tres se ha ido afirmando. Cada ocasión en que Rubén viene a La Paz nos habla por teléfono para saludarnos e invitarnos a tomar un café para hablar de los tiempos idos. Y también de los presentes. Hace unos meses, nos presentó una colección de fotografías a color tomadas por él, en las que aparece gran parte de la flora que existe en la región del municipio de Comondú. Por su calidad lo ayudamos para que fueran exhibidas en la galería de arte Carlos Olachea y parece que dentro de poco también se expondrán en el Instituto Tecnológico de Ciudad Constitución o en otros lugares del municipio y del Estado.

Jesús Manuel es un gran conversador y rememora sucesos de su juventud ocurridos en el Valle de Santo Domingo. En ocasión del VIII Encuentro de Escritores Sudcalifornianos efectuado en el  mes de julio del año pasado, Rubén y Jesús Manuel participaron en una mesa redonda donde hablaron de su vida de estudiantes en el poblado de Santo Domingo, de sus compañeros del internado, de sus maestros y en lo particular, del que los atendió en sus últimos años de estudios. Y es que ese Encuentro fue dedicado a mi persona.

Los dos amigos me guardan un gran respeto que es correspondido por todo lo que significa haber sido su maestro y hoy es su amigo. Cierto, hay diferencias de edades, pero al compartir esos momentos agradables el tiempo desaparece y solamente queda, para el recuerdo, tres seres que se niegan a olvidar su paso por esta vida, aquella donde dos alumnos y un educador reconocen mutuamente el valor de la amistad y el reconocimiento.


Enero 27 de 2016.

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