jueves, 28 de enero de 2016

La calle Primo de Verdad

Licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos
¿Por qué esta calle se llama así? —me preguntó uno de mis nietos cuando la recorríamos para llegar a la parte sur de la ciudad. Es una calle de un solo sentido que muchos automovilistas la utilizan como medio alterno en lugar de la llamada Félix Ortega que siempre tiene mucho tráfico.

Así de pronto, acerté a decirle que había sido una persona distinguida cuyos restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres en la ciudad de Guadalajara. Afortunadamente no me preguntó quien le había puesto ese nombre a esa calle de nuestra ciudad, pues no hubiera podido responderle.

El licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos fue, de hecho, un precursor de la independencia de nuestro país, dos años antes que el padre Miguel Hidalgo se levantara en armas en 1810, en Dolores Hidalgo. Precursor por sus ideas libertarias y la valentía para expresarlas en una época donde todavía existía el dominio español.

En el año de 1808, España se vio envuelta en una revolución del pueblo en contra de un gobierno impuesto por Napoleón, a cuyo frente dejó a su hermano José Bonaparte llamado despectivamente Pepe Botella. Ya se imaginarán por qué. Lo cierto es que los franceses aprovecharon la dimisión del rey Fernando VII al trono de España, para invadir ese país y poner un gobierno de su conveniencia.

Con el pueblo español en pleno levantamiento, las colonias americanas, especialmente México —se conocía como Nueva España— aprovecharon la oportunidad para promover un gobierno propio, contando con la buena disposición del virrey Iturrigaray, el ayuntamiento de la ciudad y la simpatía de todo el pueblo, menos los integrantes de la Audiencia, sus tristemente famosos oidores.

Cuando los planes de ese movimiento habían avanzado, el virrey convocó a una reunión a la que asistieron los integrantes del ayuntamiento, los inquisidores, el arzobispo y, desde luego, los oidores de la audiencia. Ahí, en su calidad de síndico, don Francisco Primo de Verdad y Ramos, pronunció unas palabras proféticas cuando se refirió al derecho de los pueblos de gobernarse sin sometimientos ajenos.

Fue la primera vez en que se hizo mención de la patria, de la libertad y de la independencia. Y fue en esa ocasión también cuando Primo de Verdad firmó su sentencia de muerte al hacer referencia a la soberanía del pueblo, como fin último de su derecho a gobernarse por sí mismo.

Los más alarmados fueron los oidores ya que serían los primeros afectados por los cambios que se veían llegar. En efecto, el virrey Iturrigaray se decidió a integrar una junta y un gobierno provisional y para el caso expidió circulares a los ayuntamientos para que sus representantes acudieran a la ciudad de México.

Pero en tanto los oidores intrigaron en tal forma que reunieron partidarios suyos para hacer prisioneros a los principales jefes del movimiento. Así, fueron detenidos el virrey, los miembros del ayuntamiento y otros personajes adheridos a la noble causa. Uno de ellos fue, naturalmente, el licenciado Primo de Verdad y Ramos.

En la cárcel del arzobispado pasó sus últimos días. La mañana del 4 de octubre de 1808 se conoció la noticia de que había muerto. Pronto se corrió la versión de que había sido envenenado. Nunca se supo la verdad de su muerte, aunque después de muchos años se tuvieron indicios de que en realidad falleció por ahorcamiento.

Por eso, esa calle que corre de norte a sur de nuestra ciudad lleva ese nombre en su recuerdo. Como otras más que atraviesan nuestra capital con los nombres de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Nicolás Bravo, Hermenegildo Galeana, todos patriotas que entregaron su vida por hacer de México un país independiente y soberano, tal como fue el anhelo de Francisco Primo de Verdad y Ramos.


Enero 28 de 2016.

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