martes, 4 de julio de 2017

Un compañero de escuela

Compañeros de escuela. El primero de la izquierda es el general retirado Florentino Rodríguez Cota.
Ayer saludé al general piloto aviador Florentino Rodríguez Cota, un compañero de estudios en la escuela primaria Ignacio Allende, hoy Miguel Hidalgo, de esta ciudad de La Paz. Cursamos el sexto año junto con otros veintitantos alumnos, entre ellos Ricardo Fiol Manríquez, Norberto Flores, Isidro Jordán Carlón, Arturo Salgado, todos ellos vivitos y coleando hasta la fecha.

Después de la secundaria en la escuela Morelos, lo enviaron a la ciudad de Guadalajara donde se inscribió en la Escuela Militar de Aviación en Zapopan, Jalisco. Cuando terminó la carrera en menos tiempo de lo previsto, recibió el grado de teniente y a partir de ese año estuvo al servicio del gobierno escalando en jerarquía hasta obtener el grado de general. Cuando se jubiló siguió trabajando en la iniciativa privada en diversas compañías de aviación.

En una comida a la que nos invitó, estuvieron presentes María Luisa Salcedo, María Elena González, Ricardo y yo. Fue una reunión de los recuerdos cuando estuvimos en la secundaria. De los maestros como el de música, Luis Peláez Manríquez, quien hizo famosa la frase “Cantas o seis”. Y es que nos pasaba al frente del salón y nos pedía que entonáramos la escala musical y ya sea por lo desafinado o por temor a la burla de los demás, lo cierto es que no lo hacíamos y era por eso lo del seis.

“Yo —recordó Tino, así lo tratamos—  en todas las materias tuve diez pero en música puros seises” Para su consuelo nosotros también. Las consentidas del maestro Peláez – cantaban muy bien— eran María Luisa y María Esther Sánchez Domínguez.

En la ciudad de México Florentino se casó con la señora Delfina Gómez y procrearon cuatro hijas, María de Lourdes, Violeta, Verónica y Rocío, todas profesionistas, pero esta última es piloto y trabaja en el medio oriente. Con sus hijas, sus nietos y bisnietos transcurre la vida de este amigo de estudios, allá por la década del cuarenta del siglo pasado, cuando su padre el profesor Luis Rodríguez Chávez era el director de la escuela Allende.

En la comida recordamos cuando formados frente a la entrada de la escuela el director nos preguntaba con la voz recia que tenía: “Los que trabajan…. y esperaba que nosotros contestáramos al unísono: “¡que coman!; y finalizaba: “y el que no” y gritábamos: ¡que se muera de hambre! Con ese entusiasmo como que nos daban más ganas de estudiar.

Al papá de Tino lo volvimos a tratar cuando fue inspector de la zona escolar que abarcaba todo el Valle de Santo Domingo, cuando se abrió a la agricultura esa región en el año de 1950. A pesar de su edad —tenía 50 años— recorría todas las colonias de campesinos recién establecidas, para supervisar las escuelas que se iban fundando. Los viejos colonos aún recuerdan al maestro por sus empeños en llevar la educación a la niñez de esos grupos de mujeres y hombres que llegaron al valle buscando mejores niveles de vida.

Qué bueno que el general Rodríguez Cota se vuelva a reencontrar con sus amigos de la época de estudiantes. En los recuerdos del pasado se encuentran las raíces de un presente reflejado en los descendientes —hijos, nietos, bisnietos— y las conductas heredadas que son normas de vida y ejemplos a seguir por todo lo que tienen un compromiso familiar, como el del matrimonio que conforman Florentino y su esposa Delfina.

Por lo demás, debemos felicitarnos por tener la oportunidad de saludar a un viejo amigo —todos pasamos de los ochenta— y pasar unas amenas horas entre bromas y risas rememorando aquellos tiempos de estudiantes que, no cabe duda, renuevan con nuevos bríos la alegría de vivir.

Julio 04 de 2017.

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