martes, 3 de octubre de 2017

Octubre, la rebelión de los californios

Ayer saludé al buen amigo Eligio Moisés Coronado en un centro comercial que ofrece baratas todos los martes. No sé qué compró, pero mi esposa apañó verduras y frutas para toda la semana. Y platicando con él me acordé que el día tres el padre jesuita Nicolás Tamaral, misionero de Santiago, murió a manos de un grupo de indios pericús sublevados.

Dos días antes, el primero, los indios habían asesinado al padre Lorenzo Carranco y destruyeron la misión de San José del Cabo. Los cronistas de esa época describen esos hechos sangrientos, pero quien dio los detalles de esa rebelión fue el padre Sigismundo Taraval quien en ese año de 1734 estaba encargado de la misión de Todos Santos.

Taraval es autor de una especie de diario o crónica en el que relata la sublevación indígena que tuvo lugar en el sur de la península y de la campaña militar posterior que puso fin a la revuelta. Desde luego, los principales amotinados —Boton y Chicori— fueron castigados y con ellos muchos de sus secuaces.

Por cierto se tenía conocimiento de ese diario desde el año de 1931, cuando fue traducido al inglés, pero en español no se conocía. No fue sino hasta el año de 1996, cuando gracias al interés de Moisés Coronado, ese testimonio fue publicado en forma de libro por la editorial Doce Calles, de Madrid, España. Y el título que se le puso fue “La rebelión de los Californios”, con una presentación del doctor Salvador Bernabeu Albert y un índice onomástico y de topónimos.

El historiador español dice del diario de Taraval lo siguiente: “En el afán de encontrar la huella providencial y para dar a conocer los dramáticos sucesos ocurridos en la península, Taraval relata minuciosamente los acontecimientos hasta llegar a aturdir al lector. Lo hace en primera persona, como protagonista activo de los sucesos, haciendo gala de una prodigiosa memoria y dando un sesgo autobiográfico a la crónica. Cuando no ha sido testigo de algún episodio que considera importante, no duda en acudir a otros informadores en busca de la verdad, lo que amplía el valor de la narración para los historiadores de la península californiana y, en especial de los sudcalifornianos, quienes encontrarán datos importantísimos para sus quehaceres…”.

Lo sucedido en el martirio de los misioneros Carranco y Tamaral ha dado lugar a varias interpretaciones, Una de ellas es el fracaso de la evangelización de los indígenas, que a 37 años de haberse iniciado por el padre Juan María de Salvatierra, no había logrado permear en las conciencias y en las costumbres de los californios. Ignacio del Río señala “que esa rebelión fue una especie de parteaguas en la historia de las misiones jesuitas de la península, pues a partir de entonces la visión del indio y del proyecto evangelizador bajacaliforniano entró en crisis”. Y sigue diciendo “esta rebelión representa un momento de ruptura, un momento en que entran en crisis las estructuras institucionales de la conquista jesuítica y, en general, el sistema de relación hispano-indígena”

En el caso particular de los pericús, varios historiadores atribuyen los motivos que los llevó a la rebelión a que no quedaron conformes con tomar en matrimonio a una sola mujer como era su deber y como lo habían aceptado, y por la otra por haberles exigido a vivir de acuerdo a las normas de conducta ajenas a ellos, y también por las continuas reprimendas y castigos, entre los cuales se encontraban los azotes.

La rebelión tuvo un impacto global, pues se creyó que la mayoría de las etnias distribuidas en toda la península se sumarían y por ello cundió la alarma en todas las misiones. Y es que los insurrectos, además de asesinar a los dos misioneros, soldados y sirvientes, destruyeron las iglesias de San José del Cabo, Santiago, Todos Santos y La Paz. No lograron apresar al padre Taraval, pues éste avisado a tiempo, escapó junto con sus feligreses hasta llegar a la misión de Los Dolores.


Octubre 03 de 2017.

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