jueves, 19 de octubre de 2017

Sebastián Taraval, indio cochimí

Cuando el fraile franciscano Junípero Serra se dirigió al norte de la Baja California, en 1769, a fin de fundar misiones en toda esa región perteneciente hoy a los Estados Unidos llevó consigo, además de soldados de cuera, un grupo de indios cochimís con el fin de que ayudaran en los sitios donde se iban a establecer los presidios y los centros religiosos.

En ese grupo iba un indio joven acompañado de su esposa y un hermano, procedentes de la misión de Santa Gertrudis. Bautizado por el padre Retz le pusieron por nombre Sebastián Taraval, en recuerdo quizás de Sigismundo Taraval, un jesuita que estuvo en las misiones de la Purísima y Todos Santos.

En la Alta California lo destinaron a la misión de San Gabriel, una de las primeras que se establecieron en la región y también una que pasó muchas necesidades antes de contar con sus propios medios de subsistencia. La escasa alimentación, la vida insalubre en sus jacales y el rigorismo de los soldados que por motivos baladíes castigaban severamente a los indios fueron causa de que varios de ellos huyeran de la misión. Uno de ellos fue Sebastián.

Junto con su esposa y su hermano se dirigieron al este, a las montañas, tratando de evitar los caminos trillados de la costa. Pasaron muchas dificultades, sobre todo cuando bajaron al desierto y carecieron de agua y de comida. Sus acompañantes murieron, pero él continuó huyendo hasta llegar, cuando ya estaba al borde de la muerte, a una ranchería indígena que le dio socorro a la vez que le pidieron explicaciones sobre su presencia en ese lugar.

Repuesto un poco de sus males, Sebastián continuó su camino hasta llegar a los dominios de los indios Yumas, una ranchería localizada en la confluencia de los ríos Colorado y Gila, y de la cual el cacique era Salvador Palma. Éste, al conocer los motivos de Taraval, le aconsejó que llegara hasta el presidio de Tubac donde se encontraba el capitán español Juan Bautista Anza.

Por coincidencia, Anza estaba organizando una expedición, con el fin de abrir una ruta terrestre desde Sonora hasta la Alta California y el conocimiento que tenía Sebastián le iba a servir como guía. Fue en el año de 1774 cuando la comitiva de Anza —soldados, indios amigos, víveres y bestias de carga— iniciaron esa larga y peligrosa travesía. Salvador Palma, amigo de los españoles, ordenó que un grupo de sus indios los acompañaran hasta las cercanías de las montañas, entre las que se destacaba La Rumorosa.

De allí continuaron su travesía, siempre en busca de agua y forraje para sus animales.

Pero el desconocimiento de la región y el malestar de los expedicionarios casi dieron al traste con su aventura. Cuando se enfrentaron a lo inaccesible de la sierra y estaban a punto de abandonar la empresa, un grito de Sebastián los detuvo: “¡Esperen, esperen, yo conozco un atajo que nos llevará a un lugar donde hay pasto y agua!

Se trataba de la ranchería que le había dado cobijo cuando casi se moría de inanición. En efecto, al cabo de varias horas llegaron al lugar, donde los indios los recibieron sin hostilidades y reconocieron a Sebastián cuando estuvo con ellos. Fue en ese momento cuando el capitán Anza reconoció la gran ayuda que el indígena los proporcionó, y en agradecimiento a ese paraje le dio el nombre de “Ciénaga San Sebastián, el peregrino”

Los siguientes días continuaron su camino, atravesando valles y llanuras a un costado de la sierra Nevada, hasta que a finales de marzo llegaron a la misión de San Gabriel. Taraval acompañó al padre Francisco Garcés en varias expediciones al norte de la Alta California y meses después regresó a Sonora.

Dicen algunos historiadores que Sebastián estaba en una de las misiones fundadas en las márgenes del río Colorado cuando los indios yumas encabezados por Salvador Palma destruyeron las dos misiones y mataron a los padres que las atendían. Ahí también murió el capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada, un personaje de la historia de esos tiempos. Vale la pena recordar los hechos de esa rebelión.

Se cree que Sebastián Taraval murió en esa masacre del mes de julio de 1781, pero no hay constancia de ello. Más bien es probable que haya regresado a la Baja California, a su tierra de origen. Como quiera que haya sido, no cabe duda que fue un indígena cochimí que fue reconocido por los pobladores de la Alta California.

Octubre 19 de 2017.

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