lunes, 8 de abril de 2019

Félix Ortega y José María Maytorena

Gral. Félix Ortega Aguilar
Los dos generales y los dos revolucionarios. El primero en Baja California Sur y el segundo en el estado de Sonora. Los dos exiliados en los Estados Unidos en el año de 1915. Son historias hermanadas al vaivén de la política de esos años, cuando se rebelaron contra la dictadura de Victoriano Huerta, en 1913. Los dos, en su momento, fueron gobernadores de sus respectivas entidades.

La vida revolucionaria de José María Maytorena es muy interesante dado que se inicia en 1911 cuando se rebela contra la dictadura del general Porfirio Díaz. Con el triunfo del movimiento armado es electo gobernador de Sonora y en esa posición lo encuentra el golpe de estado de Huerta y el asesinato del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez.

Cuando en el norte del país Venustiano Carranza y Francisco Villa inician la lucha contra el gobierno usurpador, Maytorena encabeza la rebelión en su estado, apoyado en principio por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, quienes años después, cuando triunfó la Revolución, fueron presidentes de nuestro país. Sin embargo, en el transcurso del movimiento esa relación se rompió originando la desconfianza de Carranza y el desprecio al gobierno de Maytorena. Esa división entre los grupos armados tuvo su efecto cuando, en 1914, se llevó a cabo la Convención Revolucionaria de Aguascalientes convocada para tomar acuerdos benéficos para nuestro país.

En Baja California Sur, Félix Ortega Aguilar con un pequeño grupo de simpatizantes se sumó a la causa revolucionaria y a través del Plan de las Playitas de la Concepción, se levantó en armas secundando a Venustiano Carranza. Fue una lucha desigual pero, con todo, defendieron la causa en los pueblos de El Triunfo, San Antonio y Miraflores. Al triunfo de la Revolución estuvo presente en la Convención de Aguascalientes, donde seguramente conoció a los principales caudillos como Carranza, Villa, Zapata, Obregón y, por supuesto a José María Maytorena.

Desgraciadamente, la Convención no logró sus propósitos. La pugna por el poder, la lucha por los mandos militares y las desavenencias entre Villa y Carranza fueron las causas principales del fracaso de esta reunión. Por supuesto esto influyó en los destinos de Maytorena y Ortega quienes, por convicción, se afiliaron al gobierno emanado de la Convención al igual que lo hizo Francisco Villa.

Maytorena continuó como gobernador de Sonora mientras que Ortega se hacía cargo de la Jefatura Política de nuestra entidad. Pero la situación fue de mal en peor. En el centro de la república se enfrentaban dos fuerzas armadas, las llamadas constitucionalistas y las convencionistas. Las primeras con Carranza y Obregón y las segundas con Francisco Villa. Indirectamente esto llevó al fracaso a los gobiernos de Maytorena Y Ortega.

Pero en su exilio hubo una diferencia. Mientras que el primero se dirigió a los Estados Unidos luego de haber terminado su periodo de gobierno en Sonora y también porque se distanció de Villa, Félix Ortega en cambió, fue objeto de una asonada que lo hizo abandonar la entidad, sumarse a las fuerzas villistas en Sonora y a la derrota de éstas refugiarse en el país vecino.

Hubo otra diferencia. Mientras que Maytorena continúo apoyando desde el exilio a los grupos opositores al carrancismo, incluso apoyando económicamente a otros desterrados como Felipe Ángeles y Rafael Buelna; por su parte Ortega Aguilar, radicado en Los Ángeles hizo llevadera su estancia desempeñando trabajos de oficina por medio de sus conocimientos de abogacía. Su familia que también tuvo que salir de la entidad estuvo con él en esa ciudad norteamericana.

En el año de 1938, Maytorena pudo regresar a México y durante años se dedicó a litigar a efecto de que le devolvieran sus propiedades incautadas por el gobierno. Su fallecimiento tuvo lugar en la ciudad de México, el 17 de enero de 1948. Murió con el grado militar de general de división. Una pequeña distinción en su carrera de revolucionario.


Por su parte, el general brigadier Félix Ortega Aguilar regresó a su tierra en 1921 e inició gestiones para la devolución de sus propiedades. Logró algunas, entre ellas el rancho de Las Playitas que le sirvió como estancia hasta su muerte, lugar donde planeó su levantamiento armado. Ahí murió el 10 de diciembre de 1929.

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