miércoles, 23 de septiembre de 2015

Una calle para un gran hombre

Hace unos días apareció en el periódico “El Sudcaliforniano” un artículo de Manú Dornbierer que habla sobre Gilberto Bosques, cónsul de nuestro país en Francia allá por los años treinta del siglo pasado. Ella dice que bien merece que la capital de la república imponga su nombre a una calle por su gran labor humanitaria a favor de los miles de refugiados que tuvieron que emigrar de Francia y España por los peligros de la segunda guerra mundial y la dictadura de Francisco Franco.

Propone Manú que el nombre de la actual avenida Presidente Masaryk sea sustituido por el de Bosques, habida cuenta que aunque Masaryk fue un personaje relevante en su país no tiene gran significado en el nuestro. Y sí Gilberto por haber hecho posible que veinte mil españoles llegaran a México enriqueciendo la cultura y la ciencia y un soporte más para su desarrollo.

La información viene a cuento porque aquí en nuestra ciudad de La Paz existen nombres de calles que bien pueden cambiarse por otros. Una de ellas es la conocida como Isabel la Católica, nombre que no tiene ninguna relación con la historia sudcaliforniana. O la Antonio Rosales, un revolucionario sinaloense sin ninguna influencia en el acontecer de nuestra entidad.

En su lugar pudiera pensarse en mujeres y hombres distinguidos de nuestra tierra como el ingeniero Modesto C. Rolland, el poeta Filemón C. Piñeda, el doctor Raúl Carrillo Salgado y otros más. Sin menospreciar a nadie, se trata de raíces culturales sudcalifornianas indispensables para salvaguardar nuestra identidad.

Pero no es el caso de cambiar por cambiar, según el criterio de autoridades pasadas. Existieron nombres de calles en el centro de la ciudad que jamás debieron cambiarse. Tal es el caso de las actuales Carlos M. Esquerro, Agustín Arriola y la Ignacio Bañuelos Cabezud. Sus nombres antiguos eran Comercio, Puerto y Muelle, y así se les conoció durante todo el siglo XIX y mediados del veinte.

Hace unas décadas se autorizó nueva nomenclatura para las calles Conde de Revillagigedo y el virrey Antonio de Mendoza y en su lugar se colocaron los nombres del profesor Marcelo Rubio Ruiz y Gral. Félix Ortega Aguilar. Desde luego los cambios fueron aceptados por la población de nuestra ciudad, sobre todo porque los primeros, además de poco conocidos, son personajes de la época colonial.

Pero no se crea que las calles van de acuerdo con su nombre. En anteriores crónicas me he referido a esta incongruencia. Y es que, por malas decisiones, a distinguidos bajacalifornianos les ha correspondido callejones o callecitas irrelevantes. Y también para otros que no siendo de nuestra entidad, merecieron el reconocimiento de nuestro pueblo.

Mauricio Castro, Ildefonso Green, Clodomiro Cota; los padres jesuitas Clemente Guillén, Juan de Ugarte y Jaime Bravo son hombres que debieron tener calzadas y bulevares, además de que sus efigies adornaran la calzada Forjadores de la Baja California.

Así las cosas, tal como lo propuso Manú, sería saludable que la calle Isabel la Católica se cambiara por la de Modesto C. Rolland, por su gran contribución al progreso de nuestro país. Creo que los paceños, incluidos desde luego, la numerosa familia Rolland que existe en nuestro Estado, estarían de acuerdo en tal propuesta.

Claro, corresponderá a la Comisión de Nomenclatura y Numeración del municipio de La Paz llevar adelante las ponderaciones necesarias para ese fin.

Septiembre 23 de 2015.

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