Dentro del grupo de aventureros españoles que llegaron al Nuevo Mundo se recuerda el nombre de Francisco de Orellana, el descubridor del río Amazonas. Y también de un pueblo indígena gobernado por mujeres.
Orellana llegó a América muy joven acompañando a su pariente Francisco Pizarro el conquistador del Perú. Junto a él participó en batallas contra las fuerzas sublevadas de Diego de Almagro que culminaron con la muerte del opositor de Pizarro.
Después de la muerte de Francisco en 1541 a causa de una traición de los almagristas, su sucesor Gonzalo Pizarro, en su carácter de gobernador del Perú, comisionó a Orellana para organizar una expedición hacia una región donde se aseguraba existía un lago tranquilo en cuyas orillas la arena estaba formada por guijarros grandes y pequeños de oro y piedras preciosas.
Gonzalo y Francisco organizaron la expedición, pero el segundo se adelantó a fines de febrero de 1541 —en ese año Francisco de Ulloa recorría los litorales de la península de California— con 220 españoles, varios cientos de indios, caballos y perros. Después de varios días llegaron al río Coca.
En su recorrido pasaron hambre ya que no encontraron ninguna aldea. Fue por eso que Pizarro dio instrucciones a Orellana para que se adelantara en busca de víveres. En un bergantín construido ahí mismo se adentraron en las caudalosas aguas corriente abajo, en tanto Gonzalo haría la travesía por la ribera.
Pasaron los días y el hambre y las enfermedades se hicieron presentes. Al fin, a lo lejos, escucharon el sonido de tambores señal de que cerca se encontraba una aldea. En efecto llegaron a ella y se apoderaron de los alimentos de los indígenas.
Después, contra lo dispuesto por Pizarro que regresaran con víveres para el resto de la tropa, los expedicionarios decidieron no regresar y seguir adelante con sus exploraciones. Con dos nuevos barcos continuaron navegando hasta que encontraron el río Amazonas. Era el mes de febrero de 1542.
Al continuar su recorrido se internaron por los afluentes a los que llamaron río de la Trinidad, río Negro y río Madeira. Y días después llegaron al legendario reino de las guerreras amazonas. En este lugar tuvieron un enfrentamiento con mujeres. El capellán fray Gaspar que los acompañaba dijo de ellas: “Estas mujeres son muy altas y blancas y tienen el cabellos muy largo y destrenzado; son membrudas, andaban desnudas, en cueros y atapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos, haciendo tanta guerra como doce indios, y en verdad que hubo muchas de estas que metieron un palmo de flecha por uno de los bergantines y otros menos que parecían nuestros bergantines puerco espín”.
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