En el transcurso de los descubrimientos en América, cundió la noticia de que en un lugar situado en las regiones de Colombia existía un pueblo con casas y calles de oro. La leyenda cuenta que una tribu refugiada en medio de la selva enterraba a sus muertos en la laguna de Guatavita. A los muertos los envolvían en sábanas y les colocaban flores y una gran cantidad de joyas de oro. Ese lugar fue conocido como el Dorado por los conquistadores.
Esa leyenda tiene mucha similitud con otra que se originó durante las exploraciones del noroeste de México en el siglo XVI cuando se tuvo noticia de siete ciudades llenas de oro conocidas como Cibola y Quvira. Lo anterior originó que exploradores como Francisco Vázquez de Coronado organizaran expediciones en busca de ellas. Pero nunca las encontraron.
El Dorado buscado por varios exploradores jamás dio resultados. Fue por eso que en 1558, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, virrey del Perú, autorizó a Pedro de Ursúa en su calidad de Capitán General, para buscar las ciudades de Omagua y el Dorado. Fue una expedición que terminó en un rotundo fracaso.
Durante su recorrido los expedicionarios llegaron al río Amazonas —usaron bergantines, balsas y canoas— y en una isla conocida como García descansaron una semana. Pero a esas alturas, el descontento de los hombres que lo acompañaban iba en aumento, sobre todo por no encontrar lo que buscaban, pero además, porque Ursúa le dedicaba más atención a su amante Inés de Atienza quien estuvo con él desde principios de la expedición y no ponía atención a las inconformidades de la tropa.
Mientras tanto, el malestar de sus hombres originó una conjura para asesinar a Pedro de Ursúa. El cabecilla de la rebelión fue Lope de Aguirre. En la noche del 1º de enero de 1561 los conjurados entraron a la tienda del capitán quien los recibió confiadamente. No le dieron tiempo de defenderse y lo mataron hundiéndole una espada en el pecho.
Dueño de la situación, Lope de Aguirre continuó la búsqueda de el Dorado, atravesó las regiones de la hoy Venezuela y se apoderó de pueblos a base de asesinatos y un terrible ejercicio de su poder. Por supuesto lo anterior causó inquietud entre la tropa que seguía a su lado, dado su carácter altanero y la forma despótica como los trataba. Y le pasó lo mismo que a Pedro de Ursúa. Cuando se vio en peligro de muerte cometió una de las mayores atrocidades: le quitó la vida a su hija antes de que él muriera de varios arcabuzazos. Fue decapitado y su cabeza expuesta en una jaula de hierro.
16 de julio de 2024
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