Por Francisco López Gutiérrez
Acercarse a la vida y obra de
Leonardo Reyes Silva es retener el suelo germinal donde se nutren las raíces de
la sudcalifornidad. Recurrentes significados profundos y arraigados están ahí —en
sus obras— tratados con naturalidad, amenidad y erudición, mas para ello se
requiere contemplación y silencio frente a la esencia humanística y social de
este memorialista perseverante. Sí, Reyes Silva sabe comunicar: es humilde;
trasciende.
Me atrevo: el devenir y porvenir
de la historia, la cultura y la tradición peninsular no la podremos entender a
plenitud sin asomarnos la obra de Reyes Silva. Y más aún Leonardo Reyes Silva encarna el eco del fiel obrero y
constructor de la Edutopía mexicana,
sueño de Vasconcelos y el de Ornelas, ahora.
Así, en Leonardo desembocan los
valores humanos fundamentales y los comparte con sus seres más cercanos;
además, los imparte, con el ejemplo, a toda la gente tocada con el inasible
halo de su amistad y sabiduría. Cuán afortunado soy de tener como mentor y
amigo a este educador normalista sudcaliforniano.
El profesor Leonardo Reyes Silva
es oriundo de Santa Rosalía, Baja California Sur, un pueblo minero localizado
en la parte norte del estado. Hijo del matrimonio formado por Agustín Reyes
Castellanos y Julia Silva de Reyes. Pasó los primeros siete años de su vida en
ese puerto. Después por motivos de trabajo —su padre era militar— la familia se
trasladó a la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, lugar donde cursó sus tres primeros
años de instrucción primaria. En 1941 el batallón al que pertenecía su padre lo
destinaron a la ciudad de La Paz,
y fue allí donde terminó sus estudios hasta el sexto grado en la escuela
Ignacio Allende conocida también como la número uno.
En esos años y gracias a la
iniciativa del general Lázaro Cárdenas, presidente de México, el casino de Agua
Caliente en la ciudad de Tijuana fue convertido en un Instituto Técnico
Industrial con planes de estudios de prevocacional y vocacional con dependencia
del Instituto Politécnico Nacional de la ciudad de México. Ofrecía también
becas para alumnos del noroeste de la república, siempre y cuando contaran con
el visto bueno de los gobiernos de las entidades respectivas. Fue así como
Leonardo se inscribió en esa institución en el año de 1944.
Sus estudios en el ITI los
combinó con una rígida disciplina castrense, ya que la escuela era
semimilitarizada —el director en ese tiempo era un teniente coronel— y ello
obligaba a levantarse a las seis de la mañana para los ejercicios militares
portando los viejos máuseres .07 milímetros del ejército. En los desfiles,
con motivo de las celebraciones cívicas, todo el alumnado participaba usando el
uniforme verde olivo de gala, terciadas las armas y al frente la banda de
guerra. Huelga decir que el contingente era la admiración de los habitantes de
Tijuana.
Lamentablemente por situaciones
económicas de la familia, al cabo de dos años de permanencia en el Instituto
tuvo que abandonarlo y regresar a la ciudad de La Paz. Resuelto a ayudar al
sostén de su familia, entró a trabajar en la escuela industrial en la sección
de carpintería. Y allí se hubiera hecho viejo, si no es por otro joven quien
también laboraba en ese centro. Él había llegado de la ciudad de México y estaba
temporalmente trabajando porque tenía el propósito de inscribirse en la escuela
secundaria del lugar. A insistencia suya también causó alta en la institución y
juntos terminaron sus estudios en ese plantel.
Cuando egresaron de la escuela,
Óscar Valdez regresó a la ciudad de México, mientras que Leonardo se inscribió
en la Escuela Normal
Urbana, anexa a la misma secundaria. En junio 1950 terminó la carrera de profesor
de enseñanza primaria junto con 17 compañeros, entre ellos María Luisa Salcedo
Morales, María Esther Sánchez Domínguez, Viola Castillo Castro, Ricardo Fiol
Manríquez, Guadalupe Aguirre Tamayo, Juan Francisco Angulo y Arturo Salgado
Martínez.
De su labor docente
En el mes de septiembre de ese
año, las autoridades educativas lo comisionaron en la escuela de nueva creación
“Gral. Agustín Olachea Avilés” del poblado Sebastián Allende en la colonia
agrícola Jalisco del valle de Santo Domingo. Ahí trabajó dos años y en 1952 se
trasladó a la comunidad de El Salvador, a la altura del kilómetro 157 de la
carretera transpeninsular, donde prestó sus servicios en la escuela rural
“Estado de Veracruz”
Al siguiente año solicitó su
cambio de adscripción a la escuela “Estado de Querétaro” del poblado de Santo
Domingo, localizado en el extremo norte del valle del mismo nombre. Ahí,
colaborando con el profesor Ricardo Fiol Manríquez quien era el director de la
escuela y encargado del internado, permaneció tres años para luego trasladarse
a la escuela unitaria “5 de Febrero” de la colonia Agrícola La Purísima.
Cuando a principios de 1957 las
autoridades lo cambiaron a la ciudad de La Paz, las experiencias vividas en la región
agrícola del valle de Santo Domingo, lo motivaron para escribir el libro “Mis
memorias del valle de Santo Domingo, 1950-1956”, patrocinado por el gobierno de la
entidad, la Universidad Autónoma
de Baja California Sur y el ayuntamiento de Comondú.
En La Paz prestó sus servicios en la
escuela primaria “Carlos A. Carrillo”, y en 1958 junto con otros maestros
participó en la creación de una escuela nocturna para trabajadores, misma que
laboró en las aulas de la primaria. Por cierto ese plantel no logró su
reconocimiento por la SEP,
pero fue un loable esfuerzo de maestros como David Peralta Osuna, Domingo
Agúndez Zumaya, Juan Gutiérrez Luque y de Julia García quien fungía como
directora.
Después de tres años de estar
comisionado en el sindicato de maestros a nivel local en su calidad de secretario
general del mismo. El año de 1965 se reintegró al servicio docente en la
escuela primaria “Plutarco Elías Calles” de Villa Insurgentes. Al año siguiente
cambió su adscripción a la ciudad de La
Paz haciéndose cargo de
la dirección de la escuela “Benito Juárez”.
Durante su estancia al frente de ese plantel publicó la “Geografía del
Territorio de la Baja California”
un texto para alumnos de tercer grado, “Efemérides, Ideario y Anécdotas de
Benito Juárez” y “Benito Juárez, el educador”.
Aprovechando los cursos de verano
de la escuela Normal Superior de Tepic, Nayarit, en 1967 terminó sus estudios
como maestro en Lengua y Literatura Españolas. Su título expedido en 1977 está
firmado por el coronel Rogelio Flores Curiel, gobernador en ese entonces del estado.
Cuando el profesor Rafael
Hernández García ocupó la titularidad de la Dirección Federal
de Educación, en 1972, comisionó al profesor Reyes Silva como jefe del
Departamento Técnico de esa dependencia. Fue la época en que la SEP implantó nuevos planes de
estudios en ese nivel educativo, sobre todo en la enseñanza de la metodología
de la lectura y escritura en el primer grado. A él le tocó impartir los cursos
de capacitación sobre el método natural visitando todas las zonas escolares de
la entidad. Fue en ese periodo cuando publicó la “Historia del Estado de Baja
California Sur” para los alumnos de enseñanza primaria, obra que se reeditó en
los años de 1978 y 1989.
Con el respaldo de la estación
radiodifusora XENT y la participación de todas las escuelas primarias de La Paz, durante varios años se
llevó a cabo el concurso académico “Estudia y Vencerás”, el cual fue coordinado
por el profesor Reyes Silva, a través del Departamento Técnico.
En 1974, mediante concurso
escalafonario, se le otorgó el nombramiento de inspector de enseñanza primaria
y fue también en esos años cuando compartió su tiempo impartiendo clases en los
niveles de secundaria y preparatoria, en la Escuela Técnica Industrial y el
Centro de Bachillerato Tecnológico y de Servicios No. 62. Al mismo tiempo y con
motivo de la inauguración de la Escuela
Normal Superior en 1976, le tocó ser fundador de ese plantel
impartiendo las cátedras de Literatura Mexicana e iberoamericana, Fonética y Lingüística.
Cuando en 1981 se jubiló después
de treinta años al servicio de la educación nacional, continuó laborando en la Escuela Normal Superior como subdirector
y posteriormente como jefe del Departamento Técnico. Además fue catedrático en
los cursos de verano durante varios cursos. Y como en ese año se iniciaba un
nuevo periodo de gobierno presidido por el señor Alberto Alvarado Arámburo, se
le invitó a colaborar en la
Dirección de Acción Cívica, Social y Cultural. Meses después
se le comisionó como jefe del Departamento de Planeación de la Unidad Coordinadora
del Sector Educativo
Cronista Municipal y fundador del Archivo General Municipal
Durante 18 años estuvo al
servicio del gobierno del estado, tiempo en que ocupó los cargos de secretario técnico
del Consejo Estatal de Población, subdirector de Cultura y director del Archivo
Histórico “Pablo L. Martínez”. Después, en 1999, el X Ayuntamiento de La Paz lo nombró cronista municipal
y en el 2005 el XII Ayuntamiento lo comisionó como encargado del Archivo
General Municipal del cual fue su fundador. Por motivos de salud, en el 2009
renunció a los dos nombramientos.
De su obra literaria
El profesor Leonardo Reyes Silva,
además de los ya mencionados, es autor de los siguientes libros y folletos: “El
molino de viento”, “Cancionero popular sudcaliforniano”, “Calles y monumentos
de la ciudad de La Paz”,
“Casos y cosas del municipio de La
Paz”, “La Paz
y sus historias”, “Mitos, leyendas y tradiciones sudcalifornianas”,
“Narraciones de ayer y de hoy”, “Historia del municipio de La Paz”, “Tres hombres ilustres
de Sudcalifornia” y “Un viaje por la cultura sudcaliforniana”. Y las biografías
del general Manuel Márquez de León, maestra Rosaura Zapata Cano, General
Agustín Olachea Avilés y del maestro e historiador Pablo L. Martínez, cuyos
restos descansan en la Rotonda
de los Sudcalifornianos Ilustres.
En la actualidad es socio activo
de la Asociación
de Escritores Sudcalifornianos de la cual fue presidente fundador en 1999.
Pertenece también al grupo ciudadano “Reflexión” de esta ciudad de La
Paz. Ha sido colaborador permanente del
periódico “El Sudcaliforniano” escribiendo crónicas y relatos de la historia sudcaliforniana,
y diversas revistas bilingües.
Reconocimientos
Por su obra, el maestro Reyes
Silva se ha hecho acreedor a muchos reconocimientos, entre los que destacan:
“Forjador de Generaciones”, Diploma de Alto Mérito otorgado por la Escuela Normal Superior del
Estado.
Diploma de reconocimiento por su destacada trayectoria en la
difusión de la historia, la tradición y la cultura expedido por la Secretaría de Educación
Pública Estatal.
Valor Cultural 2006, entregado
por el gobierno del Estado de Baja California Sur.