Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 21 de octubre de 2022

CARLOS LÓPEZ URRUTIA, UN RECUERDO

    Tengo tres recuerdos del doctor en historia Carlos López Urrutia. En el 2001 me obsequió el libro “El real ejército de California”; en el 2004 me hizo llegar “Vida de Joaquín Murrieta”, con la introducción, traducción y notas de él mismo. Y en el 2005 “Los insurgentes del sur” con el subtítulo “Los intentos navales argentino-chilenos por ayudar a la independencia de México.

    López Urrutia era de nacionalidad chilena. De joven emigró a los Estados Unidos donde estudió en la universidad jesuita de Santa Clara, California. Realizó estudios de posgrado y se doctoró en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Interamericana de México. Fue catedrático de Menlo College en California y profesor residente en la Universidad de Oxford, de Inglaterra.

    Lo conocí cuando llegó a La Paz e hizo una visita al Archivo Pablo L. Martínez, en uno de los años en que yo era director de esa institución. Un intelectual amable —como en general son todos— y un profundo conocedor de la historia de Chile y su armada y también del pasado de la California norteamericana.

    En crónicas anteriores me he referido al contenido de los libros que hablan de Murrieta y de los insurgentes del sur. Los dos son importantes pues están ligados, de una u otra manera, a la historia de las Californias.

    Ahora que en nuestro país existe un fuerte debate relacionado con la participación del ejército en tareas de seguridad y se comenta la importancia de las fuerzas armadas en la defensa de la soberanía nacional, es oportuno recordar el papel que desempeñó otro grupo de oficiales y soldados a los que López Urrutia los llama “El Real Ejército de California”.

    El autor lo dice en el prólogo: “Esta es la historia del Real Ejército de California, de los hombres que integraron sus cuadros; de los jefes y oficiales que guiaron, dirigieron y crearon una nación; de las estructuras jerárquicas y físicas que se levantaron; la historia, en fin, de uno de los tres componentes, tal vez el más importante, de la colonización de California”.

    La historia de estos militares comenzó en el año de 1702, cinco años después de la fundación de la misión de Loreto, por el padre jesuita Juan María de Salvatierra. En ese año de 1702 ya existían 18 soldados radicados en ese lugar. En 1730 aumentó a 29 que guarnecían las misiones de la región. En 1767, la que se llamó Compañía de California estaba integrada por 60 soldados, un capitán y un teniente.

    En ese año de 1767, año de la expulsión de los jesuitas de la península, llegó a la península el capitán Gaspar de Portolá, quien venía acompañado de 50 elementos del regimiento de Dragones de España. Un año después, cuando se inició el poblamiento de la región al norte de la península, la expedición que partió de Loreto estuvo acompañada por 215 soldados de la Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.

    Dice López Urrutia que “esta primera expedición terrestre pasaría a la historia como una de las más exitosas que llegaron a California. En dos meses, consumiendo medias raciones, había llegado a su destino sin perder un solo soldado y sin un enfermo. El soldado de cuera había demostrado su capacidad pasando la mayor parte de cada jornada en su cabalgadura, comiendo solo tres tortillas al día, a veces sin dormir, en un desierto sin agua ni refugio por un espacio de dos meses”.

    En los años siguientes, al ocupar los puertos de San Diego, Monterey y San Francisco y establecer presidios en ellos, para defensa de esos lugares y las misiones fundadas por los franciscanos, la presencia de los soldados fue indispensable para el éxito de la colonización.

    Hasta el año de 1821, las Californias dependieron del gobierno español, al igual que el llamado Real Ejército de California. Con la independencia de México, el poder gubernamental y la milicia formaron parte de nuestra nación.

    Como un dato curioso, los soldados usaban coleta. Obedeciendo órdenes superiores tuvieron que cortársela. Dice Juana Machado en sus memorias, que después de cumplir con la orden, su padre entró a la casa con la trenza en las manos con una cara muy triste y se la entregó a su esposa que también estaba con la cara compungida. “Mamá miró la trenza y se lanzó a llorar”. 

Octubre 19 de 2022.

jueves, 13 de octubre de 2022

ILDEFONSO GREEN Y LAS HUELLAS ANCESTRALES

    En la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres de la ciudad de La Paz, se encuentran los restos mortales de Ildefonso Green Ceseña, desde el año de 1986. Se hizo merecedor de esta distinción por su participación en los movimientos revolucionarios en nuestra entidad en los siglos XIX y XX.

    Una de sus hazañas tuvo lugar cuando en 1853 el filibustero William Walker se apoderó de La Paz con intenciones de fundar una nueva república. Ildefonso se puso al frente de un contingente armado para hacerle frente, lo que originó que el invasor abandonara la península.

    Participó en la Guerra de Reforma defendiendo al lado de Mauricio Castro la vigencia de la Constitución de 1857. Estuvo al lado del general Manuel Márquez de León, cuando este se opuso al gobierno del presidente Porfirio Díaz y dio a conocer el Plan Revolucionario de El Triunfo en el año de 1879. Todavía, a principios del siglo XX, hizo acto de presencia en la Revolución Mexicana apoyando el movimiento de Venustiano Carranza en nuestra entidad.

    Hubo una época, a finales del siglo XIX, en la cual Ildefonso se retiró del activismo revolucionario a fin de dedicarse a negocios privados, entre ellos la ganadería y la pesca. Se asegura que integró una armada para dedicarse a la explotación de placeres perlíferos, al igual que otros lo hicieron a lo largo de la península. Pero también se dedicó a la caza de ballenas.

    En el libro de Rosa María Mendoza Salgado, “Huellas ancestrales”—2ª edición—publicado recientemente, en las páginas 95 y 96, se hace mención de la captura de dos ballenas por Ildefonso, tal como lo menciona el periódico “La voz de California” del mes de febrero de 1883. Y la comercialización del aceite de esos animales. Quizá fue el único dedicado a esta actividad pesquera, ya que no tenemos referencia de otros armadores que hicieran lo mismo.

    Lo que sí es verdad fue la caza de ballenas en el norte de la península por barcos extranjeros. En el periodo de 1856 a 1869 se sacrificaron no menos de 30 mil de esos cetáceos. Aprovecharon el arribo de estos a las bahías de la península, como la de Ojo de Liebre, bautizada como Laguna Scammon por uno de los depredadores.

    El libro de Rosa María tiene como antecedente el primer libro publicado con ese nombre en el año de 2001. El actual, aumentado en sus páginas con un total de 254, describe con más amplitud la historia familiar de la autora y también de las costumbres y formas de vida de esa época, en las que la ganadería, la agricultura, la pesca y el comercio fueron las fuentes económicas de esa región sureña.

    La información aparecida en “Huellas ancestrales” en su primera edición del 2001, no pasó desapercibida por los autores de la obra que lleva el nombre de “Historia cultural e imágenes de San José del Cabo” escrita por los historiadores Edith González Cruz, Ignacio Rivas Hernández y Luis Arturo Torres Rojo, en el año de 2013.

    Un dato que incluye dice “Rosa María Mendoza Salgado. Los abuelos fueron José María Mendoza Wilkes y Prisciliana Mouet Ceseña, quienes se casaron en el año de 1900 y vivieron en una casa ubicada en la calle Mijares, cerca del único hotel que había en la Villa de San José del Cabo”. Además, en el contenido del libro se encuentran varias notas de pie de página mencionando a la autora.

    Y, por supuesto, “Huellas ancestrales” aparece en la bibliografía del citado libro, lo cual es una satisfacción para Rosa María merecedora de reconocimiento por su aportación a la historia de esa población del sur peninsular. 

Octubre 12 de 2022

viernes, 7 de octubre de 2022

LOS GOBERNADORES DE LAS CALIFORNIAS

    
    En el año de 2003, la historiadora María Luisa Rodríguez Sala publicó el libro “Los gobernadores de las Californias, 1767-1804”, con el prólogo del doctor David Piñera Ramírez.

    Tomando como antecedente la expulsión de los misioneros jesuitas y el arribo de Gaspar de Portolá como primer gobernador de las Californias, la autora hace un recuento detallado de los personajes que gobernaron las llamadas Californias —la Alta y la Baja— hasta el último en la figura de Diego de Bórica hasta el año de 1799, cuando solicitó licencia por enfermedad.

    En su lugar ocupó el puesto en forma interina José Joaquín de Arrillaga, quien permaneció al frente de las Californias hasta el año de 1804 cuando se dividieron en la Alta y la Baja. Arrillaga quedó al frente de la primera y Felipe de Goicochea de la segunda.

    Al respecto, dice la autora que “Fue esta situación geográfica y política la que marcó el inicio del poblamiento y desarrollo de la Alta California, que vendría a marcar su destino de asimetría económica frente a la potencialidad de un territorio mucho más rico para el desarrollo agrícola, ganadero y minero, que conformaría el auge de la actual California norteamericana”.

    A través del libro de Rodríguez Sala desfilan los nombres de los gobernadores a partir de Gaspar de Portolá: Lo sucedieron Matías de Armona, Felipe Barry, Felipe de Neve, Pedro Fagés, José Antonio Romeu, José Joaquín de Arrillaga y Diego de Bórica.

    Por supuesto, cada uno de ellos realizó sus programas de gobierno atendiendo los requerimientos de la población y los procesos de la colonización, de las desavenencias entre el poder militar y el religioso debido a la fundación de nuevas misiones a partir de la de San Diego de Alcalá. A Felipe de Neve le tocó el cambio de la capital de las Californias de Loreto a Monterrey y la promulgación del Reglamento Provisional de las Californias.

    La historia de las Californias es interesante no solamente en el periodo de la presencia de los misioneros jesuitas hasta el año de 1767, sino muchos años después tal como lo divulga la doctora Rodríguez Sala. Y también otros autores tratan esta parte de la historia como Carlos López Urrutia en su libro “El Real Ejército de California”, Antonio María Osio en su obra “The history of Alta California” y, desde luego, la “Historia de la Alta California de Pablo L. Martínez.

    Este libro de don Pablo merece reeditarse. Su contenido es veraz, ya que es el resultado de una exhaustiva investigación en archivos de la Unión Americana, como la biblioteca Bancroft, de la Universidad de California, en Berkeley. “Recorrí la entidad —dice don Pablo— durante un año, de Sur a Norte y de Este a Oeste, con el fin de captar el mayor número de datos geográficos posible, visité obras materiales, puertos, centros culturales y museos, en donde obtuve gran cantidad de material documental y gráfico, así como información en el aspecto bibliográfico, todo lo cual me resultó de inmensa utilidad”.

    Se ha hecho costumbre de los que escriben la historia de esta región de México, se refieran a los aconteceres de la Baja California, desde los primeros pobladores —pericúes, guaycuras, cochimíes— pasando por las primeras expediciones marítimas a partir de Hernán Cortés y la presencia de los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos.

    A partir de esa época, la historia es un tanto desconocida en relación a los hechos relacionados con el desarrollo de lo que hoy es la California norteamericana, una historia cuyo contexto general importa, por las consecuencias que resultaron al crearse una infraestructura más allá de la existente en la Baja California.

    Es por eso de la importancia de los libros que he mencionado. Resulta interesante conocer como actuaron los gobernadores militares de las Californias, a partir de nuevo régimen político que sustituyó al que detentaban los misioneros jesuitas hasta el año de 1767.

Octubre 05 de 2022.