Tengo tres recuerdos del doctor en historia Carlos López Urrutia. En el 2001 me obsequió el libro “El real ejército de California”; en el 2004 me hizo llegar “Vida de Joaquín Murrieta”, con la introducción, traducción y notas de él mismo. Y en el 2005 “Los insurgentes del sur” con el subtítulo “Los intentos navales argentino-chilenos por ayudar a la independencia de México.
López Urrutia era de nacionalidad chilena. De joven emigró a los Estados Unidos donde estudió en la universidad jesuita de Santa Clara, California. Realizó estudios de posgrado y se doctoró en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Interamericana de México. Fue catedrático de Menlo College en California y profesor residente en la Universidad de Oxford, de Inglaterra.
Lo conocí cuando llegó a La Paz e hizo una visita al Archivo Pablo L. Martínez, en uno de los años en que yo era director de esa institución. Un intelectual amable —como en general son todos— y un profundo conocedor de la historia de Chile y su armada y también del pasado de la California norteamericana.
En crónicas anteriores me he referido al contenido de los libros que hablan de Murrieta y de los insurgentes del sur. Los dos son importantes pues están ligados, de una u otra manera, a la historia de las Californias.
Ahora que en nuestro país existe un fuerte debate relacionado con la participación del ejército en tareas de seguridad y se comenta la importancia de las fuerzas armadas en la defensa de la soberanía nacional, es oportuno recordar el papel que desempeñó otro grupo de oficiales y soldados a los que López Urrutia los llama “El Real Ejército de California”.
El autor lo dice en el prólogo: “Esta es la historia del Real Ejército de California, de los hombres que integraron sus cuadros; de los jefes y oficiales que guiaron, dirigieron y crearon una nación; de las estructuras jerárquicas y físicas que se levantaron; la historia, en fin, de uno de los tres componentes, tal vez el más importante, de la colonización de California”.
La historia de estos militares comenzó en el año de 1702, cinco años después de la fundación de la misión de Loreto, por el padre jesuita Juan María de Salvatierra. En ese año de 1702 ya existían 18 soldados radicados en ese lugar. En 1730 aumentó a 29 que guarnecían las misiones de la región. En 1767, la que se llamó Compañía de California estaba integrada por 60 soldados, un capitán y un teniente.
En ese año de 1767, año de la expulsión de los jesuitas de la península, llegó a la península el capitán Gaspar de Portolá, quien venía acompañado de 50 elementos del regimiento de Dragones de España. Un año después, cuando se inició el poblamiento de la región al norte de la península, la expedición que partió de Loreto estuvo acompañada por 215 soldados de la Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.
Dice López Urrutia que “esta primera expedición terrestre pasaría a la historia como una de las más exitosas que llegaron a California. En dos meses, consumiendo medias raciones, había llegado a su destino sin perder un solo soldado y sin un enfermo. El soldado de cuera había demostrado su capacidad pasando la mayor parte de cada jornada en su cabalgadura, comiendo solo tres tortillas al día, a veces sin dormir, en un desierto sin agua ni refugio por un espacio de dos meses”.
En los años siguientes, al ocupar los puertos de San Diego, Monterey y San Francisco y establecer presidios en ellos, para defensa de esos lugares y las misiones fundadas por los franciscanos, la presencia de los soldados fue indispensable para el éxito de la colonización.
Hasta el año de 1821, las Californias dependieron del gobierno español, al igual que el llamado Real Ejército de California. Con la independencia de México, el poder gubernamental y la milicia formaron parte de nuestra nación.
Como un dato curioso, los soldados usaban coleta. Obedeciendo órdenes superiores tuvieron que cortársela. Dice Juana Machado en sus memorias, que después de cumplir con la orden, su padre entró a la casa con la trenza en las manos con una cara muy triste y se la entregó a su esposa que también estaba con la cara compungida. “Mamá miró la trenza y se lanzó a llorar”.
Octubre 19 de 2022.
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