Lo de periodista lo trae en la
sangre. Hijo de don Carlos Morgan, el fundador del periódico “El
Sudcaliforniano”, Cuauhtémoc siguió sus pasos y con el paso del tiempo, junto
con su esposa Hermelinda, fundaron el blog Colectivo Pericú, en la ciudad de
San José del Cabo.
Aprovechando los espacios del
blog, en los últimos días este periodista ha escrito dos artículos que se
refieren al peligro que entraña la penetración paulatina de los norteamericanos
en la península de la Baja California, en especial de la parte sur. Y no de
ahora, sino a través de muchos años atrás, iniciándose con el despojo de la
mitad de nuestro territorio nacional debido a la guerra de los años de 1846 a
1848.
En su último artículo da cuenta
de las instalaciones militares norteamericanas que se establecieron en Bahía
Magdalena y Pichilingue, a mediados del siglo pasado. Concesiones otorgadas por
los presidentes Benito Juárez y Porfirio Díaz hicieron posible la presencia en
aguas mexicanas no sólo de navíos de guerra sino de toda una flota que navegaba
oronda como en su casa.
Afortunadamente esas concesiones
fueron derogadas aún con la molestia de los norteamericanos que pretendían
renovarlas. Pero durante muchos años la presencia ominosa de los extranjeros
era motivo de alarma para los habitantes de estas regiones. Y como no, si los
barcos de guerra hacían frecuentes ejercicios disparando sus cañones que
rompían la quietud de la isla Magdalena y sus alrededores.
Esta información de Cuauhtémoc,
nos hace recordar otra invasión aunque temporal de las tropas de los Estados
Unidos que establecieron varias bases militares en el territorio de la Baja
California, en especial en la parte norte. Fue en 1941 y 1942, a raíz de la
declaración de guerra contra el Japón, motivado por el ataque a Pearl Harbor el
7 de diciembre de 1941.
Unos días después de ese
atentado, tropas norteamericanas penetraron a nuestro país supuestamente con
permiso de la Secretaría de la Defensa Nacional de México. Además de las bases
que establecieron, grupos de aviones de caza y bombarderos se dirigieron al sur
de la península según ellos para protegerla.
Esta intromisión a la soberanía
de nuestro país, hizo pensar que no era contra el Japón el peligro de la
invasión, sino de los Estados Unidos. Con el pretexto de colaborar en la
defensa de las costas mexicanas, ya tenían dispuesto un ejército en la frontera
listo para invadir la Baja California.
En ese mismo mes de diciembre el
presidente Manuel Ávila Camacho nombró al general Lázaro Cárdenas como
encargado de la Comandancia General del Pacífico, con sede en la ciudad de
Ensenada. Al llegar a ese lugar fue enterado de la presencia de las tropas
militares norteamericanas en varios lugares de la región e incluso que una
brigada había ocupado Santa Rosalía.
Así es que la primera tarea del
general Cárdenas fue la expulsar de la península a los invasores. No sin
pretextos y argumentos en contra, el 25 de enero de 1942 las tropas de los
Estados Unidos abandonaron nuestro país. Al respecto, bien lo dice Gregorio
Sosenski de que “la penetración de tropas norteamericanas en la Baja
California, el 20 de diciembre de 1941, con el fin de establecer bases
militares, significaron una grave amenaza para la integridad territorial y la
soberanía nacional de México…”.
De invasiones a invasiones. Ayer
por la fuerza de las armas y hoy con el poder del dólar. Una invasión silenciosa
que mi estimado amigo Cuauthémoc no desconoce, puesto que diariamente la
observa en esa región de Los Cabos. Aunque esas intromisiones a nuestro país
son cosas del pasado, lo cierto es que trascienden al presente y es por ello de
su importancia.
Junio
14 de 2016.