A
escaso un día del arribo a La Paz del padre jesuita Jaime Bravo, quien llegó
con el propósito de establecer la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz,
hago un breve recuerdo del misionero y de los trabajos de investigación que
realicé a fin de dar forma a un ensayo que subtitulé “Jaime Bravo, fundador de
la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz” que apareció en mi libro Tres Hombres Ilustres de Sudcalifornia, editado
en el año de 2002 por el XIII Ayuntamiento del Municipio de La Paz.
En
la investigación que llevé a cabo eché mano de los informes escritos por los
padres Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén que aparecen en el libro
“Testimonios sudcalifornianos”, con la edición, introducción y notas del mismo
autor. Por cierto fue una edición de la serie “Cronistas” patrocinada por el VI
Ayuntamiento de La Paz y el CONACULTA.
Por
supuesto me basé en los cronistas Miguel Venegas, Miguel del Barco y Francisco
Javier Clavijero. Y entre los más recientes la biografía de este misionero
escrita por Antonio Ponce Aguilar. Tenía conocimiento de los informes y cartas
enviadas por Bravo a diversas autoridades religiosas y personajes civiles, pero
fueron difíciles de conseguir. Por eso, valiéndome de la amistad de doña Carmen
Boone Canovas radicada en la Ciudad de México, le pedí me enviara unas copias
de los originales que existen en la Biblioteca Nacional de México. Al paso de
los días me las mandó por lo que tuve la oportunidad de incluir unos fragmentos
de ellas.
Además,
doña Carmen me recomendó el libro “El noroeste de México. Documentos sobre las
misiones jesuitas, 1600-1769” de Burrus-Zubillaga y que Harry Crosby y Polzer,
en sus libros, se habían ocupado de él. Lamentablemente las fuentes citadas por
mi amiga no son fáciles de conseguir aunque, por otra parte, los datos del
misionero están completos en las crónicas que mencioné al principio.
En
el ensayo hablé sobre la iglesia que se construyó y el misterio de su ubicación
en La Paz, así como su destrucción. Al respecto escribí: “Pero todavía queda la
incógnita de la desaparición de la misión que Bravo edificó en La Paz. Los
trabajos de las primeras excavaciones revelan por las medidas que eran para la
construcción de la iglesia. Sin embargo en todos los informes que se conocen
del padre ninguno hace alusión de ella y las clases de materiales que utilizó.
Vaya, ni siquiera un plano o croquis se conocen. En los ocho años que estuvo al
frente de la misión bien pudo terminar una iglesia sólida, adecuada para sus
tareas de evangelización. Experiencia la tenía, pues él dirigió la construcción
de la iglesia de Loreto antes de establecerse en el puerto de La Paz”.
“Podría pensarse que durante la insurrección
de los indígenas en 1734 la iglesia fue destruida dado su abandono durante dos
años. Al regreso del padre Guillermo Gordon, éste continuó con los oficios
religiosos prueba de que la parroquia estaba en pie. En los siguientes trece
años—la misión se abandonó en 1749—bien pudo conservarse incluso haciéndole
reparaciones.
Hasta
la fecha se ignora el lugar de La Paz donde el padre Bravo instaló la misión.
En la calle Zaragoza se encuentra un letrero indicando que en ese lugar se
fundó la misión, pero los jesuitas siempre tuvieron cuidado de escoger un
terreno plano, incluso cerca de un manantial, por lo que no es posible que en
una ladera como es donde se encuentra la calle mencionada haya sido el sitio
para instalar la iglesia, la vivienda del padre y las chozas de los indios que
servían en la misión.
Así
es que ahora, cuando el 3 de noviembre se recuerde al padre Jaime Bravo,
solamente la ciudad puede hacerlo por un callejón al este de la ciudad que
lleva su nombre. Y después de 300 años de la fundación de la misión no hay
ningún vestigio de su existencia ni tampoco un reconocimiento a la memoria de
este misionero por medio de una estatua colocada en la calzada Forjadores de
Sudcalifornia.
Aunque
bien a bien deberían colocarse otra dos, las de Juan de Ugarte y Clemente
Guillén, propulsores de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.
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