Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

sábado, 18 de septiembre de 2021

UN CUMPLEAÑOS Y CRISTÓBAL COLÓN

    El domingo pasado, con motivo de llegar a los 91 años, mis hijos me invitaron a un desayuno en uno de los restaurantes al norte de la ciudad. Después, al mediodía, mi nieta Martha y su esposo Carlos me ofrecieron una comida en otro lugar especializado en platillos españoles.

    En la sobre mesa Martha me regaló un texto escrito por ella, bajo el título “91 y contando”. Es de una sola página y entresacando unas frases de su contenido, dice: “Cuando llego sin avisar entro sigilosamente revisando cada una de las habitaciones, mientras el ruido del teclado de la computadora me va guiando. A veces puedo estar detrás de él por varios minutos sin que me perciba, pues es tanta su concentración que su mundo exterior desaparece. Crónica tras crónica, relato tras relato, sus dedos tienen que ser más rápidos que su imaginación. Y como siempre, con un cálido beso lo sorprendo. Y ahí está su sonrisa que sin decirme nada me dice mucho”.

    Al término de la comida y con una taza con café en la mano, surge la pregunta: “Abue, ¿Por qué el gobierno de la Ciudad de México decidió quitar la estatua de Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma?”. La pregunta mereció una somera explicación de las justificaciones dadas por las autoridades capitalinas, de que Colón formó parte de los conquistadores españoles que diezmaron y esclavizaron a los indígenas no sólo de México sino de todo el continente americano a partir de 1492, año en que Cristóbal Colón descubrió América.

    Al igual que Colón otros, como Pedrarias Dávila, Cristóbal de Olid, Nuño Beltrán de Guzmán, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, fueron los causantes de la muerte de miles de indios, después de someterlos a una esclavitud generadora de riquezas para beneficio de España.

    Desde luego, tal apreciación carece de validez histórica. El escritor José Javier Esparza es enfático al afirmar: “Los excesos de la literatura indigenista nos han vendido la imagen del pérfido depredador español que llega a las Indias a explotar al buen indio que dormitaba tranquilamente en su bohío. Es una imagen ridícula. Primero y ante todo, los indios son tan protagonistas de la conquista como los propios españoles”.

    Y en verdad, Colón logró instalarse en La Española con la ayuda de los tainos. Cortés nunca hubiera podido apoderarse de Tenochtitlan sin la fuerza que representaban los tlaxcaltecas, o bien Pizarro quien conquistó el imperio inca acompañado de los tallanes, huancas y los chachopoyas. Estos grupos indígenas se unieron a los españoles porque eran explotados por los aztecas y los incas. Y es que como dice Javier Esparza, las comunidades amerindias eran sociedades muy conflictivas, muy violentas, donde unos pueblos sometían a otros sin la menor compasión.

    Octavio Paz, nuestro premio nobel de Literatura, dijo al respecto: “Los españoles y los portugueses unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban dioses distintos y guerreaban entre ellos. Los unieron a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas pero, sobre todo, por la lengua, la cultura y la religión. Si las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas”.

    Opiniones como las anteriores debieron ser consideradas por las autoridades que pretenden quitar la estatua de Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma. Además de que el Almirante debe ser considerado como el autor de una hazaña sin precedentes, al llegar a un continente que cambió definitivamente la realidad geográfica del mundo de ese entonces.

    Cristóbal Colón, tal como lo dice Samuel Eliot Morison, merece por ese hecho histórico el reconocimiento de la América Latina. Aparte de otras cualidades, fue un extraordinario navegante. “Como marino y navegante fue el más grande de su época. Jamás un título fue más justamente conferido que aquel que más celosamente conservó, el de Almirante del Mar Océano”.

    Así es que brindemos porque Colón vuelva a su sitio, ese que forma parte desde hace dos siglos de la fisonomía cultural de la ciudad de los palacios. 

Septiembre 15 de 2021

sábado, 11 de septiembre de 2021

EL ÚLTIMO INFORME PRESIDENCIAL

     A ocho días del tercer informe del presidente López Obrador, aún se sigue comentando su contenido, los avances en el desarrollo del país, así de cómo el gobierno ha enfrentado las situaciones críticas como la pandemia, la inseguridad, el deterioro económico, la delincuencia organizada, el narcotráfico, entre otros aspectos.

    Voces críticas de políticos, periodistas y corrientes de opinión pública, afirman que los logros del gobierno de la 4T no son como lo dice el informe, sino más bien adolecen de veracidad y que sólo se ha buscado mantener la confianza en un gobierno que no ha podido rendir buenas cuentas a los mexicanos.

    El hecho de que ocupemos el cuarto lugar mundial por decesos debidos a la pandemia del Covid-19 no es para sentirnos orgullosos; la muerte de cien mil personas a manos de la criminalidad rebasa los límites de seguridad de la población; los feminicidios en aumento, los altos índices de pobreza y las deficiencias en la atención a la salud de niños y adultos, son aspectos que no fueron tomados en cuenta en el informe presidencial. Al contrario, como bien lo dice una corriente de opinión del periódico El Universal, el presidente invoca en su informe “un país lleno de justicia, de éxitos de riquezas y, sobre todo, de futuro, de esperanzas, de un mejor mañana. Es una lástima que los ciudadanos de esa utopía sólo habiten en su cabeza”.

    Por allá del año de 1980, compré el libro “Utopía” de Thomas Moro, en el que el autor imagina una isla desconocida en la que se llevaría a cabo la organización ideal de la sociedad; una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en plena armonía. Desde luego no es la utopía a la que aspira nuestro presidente, sino más bien se asemeja a la distopía porque la sociedad que él pregona es ficticia, irrealizable en sí misma.

    Las distopías se conocen porque son propias de gobiernos tiránicos, deshumanizados y por llevar a los pueblos a graves crisis de crecimiento. Por supuesto, es atrevido afirmar que lo anterior es lo que está sucediendo en nuestro país por culpa del presidente, aunque sí podemos repetir lo que escribiera Luis Cárdenas en un artículo reciente: “Preocupa, lejos del síndrome de Hubris, que el presidente que más conoce la realidad de su pueblo, se empeñe en cegarla por su propia arrogancia”. Y es que la palabra hubris significa precisamente arrogancia. Se caracteriza por un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, la aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás.

    Resulta difícil ¿o fácil? encuadrar al presidente dentro del síndrome de hubris, pero las características de ese trastorno quedan como anillo al dedo al primer mandatario, al menos por su comportamiento político: alejamiento progresivo de la realidad, desprecio por los consejos de quienes lo rodean, el rival debe ser vencido a cualquier precio.

    La realidad que hoy vive nuestro país no es la misma que difunde nuestro presidente; lo contradicen los altos índices de la criminalidad, el aumento de contagios por la Covid-19, la economía en declive, la inseguridad en la población.

    El presidente sólo escucha su propia voz. Tenía en su gabinete funcionarios capaces de reorientar el rumbo con sus opiniones, pero las despreció e incluso los obligó a renunciar. Un secretario de Hacienda, un director del Seguro Social y un consejero jurídico son los casos más notables.

    Su lucha de cuartel contra los periodistas y medios de información se ha llegado al extremo acusándolos de conservadores, neoliberales y enemigos de la 4T. Sus ataques personales no llevan otro fin que acabar con la oposición que representan. Si no que lo digan Loret, López Dóriga, Camín. Y de los periódicos y revistas ni se diga. El Universal, Reforma, Nexos, Letras Libres, que son exorcizados diariamente por el presidente López Obrador.

    Quizá el síndrome de hubris resaltó cuando a la mitad del informe, el presidente exclamó con voz más alta que de costumbre “¡Tengan para que aprendan, tecnócratas!” La arrogancia en vivo. 

Septiembre 8 de 2021