En el año de 2009, el 30 de septiembre, el periodista Fernando Amaya Guerrero publicó en El Sudcaliforniano la entrevista que le hizo a la señora Luz Davis de Mendoza, esposa del ex gobernador Ángel César Mendoza Arámburo. Fue con motivo del ciclón Liza que devastó nuestra ciudad en ese día, pero de 1976.
Al frente del DIF estatal le tocó afrontar el difícil problema de atender a las familias afectadas por el ciclón que a causa del meteoro perdieron sus casas, pertenencias y parte de sus seres queridos. Con un equipo de voluntarias, se dedicó a la distribución de víveres a las personas desamparadas, muchas de ellas refugiadas en albergues improvisados.
Fue una tarea agotadora pero necesaria que duró muchas semanas. Gracias a la ayuda del DIF nacional, de la cooperación de algunos estados de la república y sobre todo, de la señora María Esther Zuno, esposa del presidente Luis Echeverría. Con la participación solidaria del ejército y de la marina atendieron la alimentación de centenares de damnificados.
Cuando fue necesaria la reinstalación de las familias en un nuevo asentamiento —la actual colonia 8 de Octubre— Luz y su equipo de voluntarias les llevaron día tras días las provisiones necesarias para su mantenimiento, así como ropa y atención médica. En tanto, siguieron con la distribución de despensas en las zonas más afectadas por el ciclón.
En cuanto a la colaboración desinteresada de muchas personas, la entrevistada cuenta la anécdota de una brigada con 15 camionetas que llegaron a la entidad con el fin de iniciar una campaña contra la garrapata. Al enterarse de la tragedia, pusieron a su disposición los vehículos y el personal. Y así, con la ayuda de todos, lograron solucionar en parte los graves daños ocasionados en las familias que vivían en esa zona de la ciudad, arrasada por el ciclón Liza.
Fueron muchos los hechos dramáticos que se vivieron en esos días. Doña Luz recuerda el caso de un niño de escasos cuatro años que le llevaron al DIF, supuestamente sobreviviente al que no reclamaron. Cuando lo estaban atendiendo, llegaron con otra niña un poco mayor en las mismas condiciones. Pero, al verla, el primero corrió a abrazarla llamándola por su nombre: ¡Susanita, Susanita! —Era su hermana.
Con la tragedia, se creyó que muchos niños habían quedado huérfanos, pero no fue así. Ante esa creencia varias familias ofrecieron adoptar algunos de ellos. Tal fue el caso de una señora de Loreto —prima de doña Luz— quien solicitó la adopción de los dos niños. Y en eso estaban cuando apareció el padre quien no sufrió daño porque pernoctó en otra casa del centro de la ciudad. Total, se hizo cargo de ellos ya que su mamá había fallecido.
Han pasado muchos años y doña Luz todavía recuerda a esos pequeñitos, de su desamparo y tristeza. ¿Qué fue de ellos? —se pregunta. Quizá si se hubieran quedado con su pariente, ahora fueran dos hijos, con todas las comodidades de una excelente familia. Pero así son las cosas.
Escribe Amaya Guerrero que doña Luz le confesó atribulada. “El día 29 de septiembre anduve de gira por varias colonias de esa zona, con un grupo de señoras. Hubo mucha gente a la que atendimos, con la que platicamos y disfrutamos. ¡El día treinta, NADA!
En efecto, nada quedó. La avalancha de agua proveniente del represo que se rompió, arrasó con las casas que se encontraban en el lecho del arroyo y en sus orillas, junto con sus habitantes. La parte oficial dijo que fueron 600 las personas fallecidas, entre ellas muchos niños, pero siempre se ha creído que fueron miles los que perecieron ese día.
Fue una tragedia que jamás se olvidará. Como la participación de la población de La Paz que se solidarizó en esos días de angustia y sufrimiento. Por eso, recuerdos como el de la señora Luz Davis, deben permitir que la historia no se repita.
Octubre 1º de 2016.