Así es el título del libro que
se presentó el 11 de este mes de mayo en el edificio del Archivo Histórico
Pablo L. Martínez. Es una obra que editó la propia institución cultural gracias
a la buena disposición de su directora la maestra Elizabeth Acosta Mendía.
El nombre de Antigua California
viene cientos de años atrás, cuando la península fue descubierta y colonizada,
a partir del año de 1533 —Cortés, misioneros jesuitas—, aunque entonces
solamente se le llamaba California. Lo de Antigua se debió a una separación
geográfica que en mala hora determinaron las autoridades de la Nueva España.
La historia es simple. Resulta
que cuando los padres jesuitas fueron expulsados de sus misiones en 1768, el
gobernador Gaspar de Portolá y el visitador José de Gálvez por instrucciones
del Virrey, prepararon una expedición a fin de colonizar la región más al norte
de la península, apoyados por los frailes franciscanos al mando de Junípero
Serra. Allí comenzaron a fundar presidios y misiones como San Diego, Santa
Clara, San Juan Capistrano y San Francisco.
Fue en esa época cuando se
comenzó a llamar a esa región como Alta California y a la península como Baja
California. Años después, cuando se crearon las provincias internas, en 1776, se
oficializaron los nombres de la Vieja California y la Nueva California. Posteriormente,
días antes de que se promulgara la constitución de 1824, la división política
incluía a Las Californias, la Alta y Baja o Nueva y Antigua. Y ya expedida la
constitución las Californias quedaron divididas en dos territorios, el de la
Alta California y el de la Baja California.
De tal modo que llamarle a
nuestra península Antigua California nos parece muy adecuado más que llamarle
Baja y Vieja. Pero, claro, el respeto a las determinaciones del gobierno nos
hace aceptar la denominación de Baja California. Y ahora, desde que nuestra
entidad se convirtió en Estado en 1974, adquirimos el patronímico de Baja
California Sur. Así están las cosas.
Llegará el día, ojalá y sea
pronto, en que por decisión de nuestro pueblo, la península se llame Antigua
California o California a secas, habida cuenta que por razones históricas
tenemos derecho a ello. Y que nuestra entidad a tono con la nueva denominación
reciba el nombre de Estado de la Antigua California. ¿Cómo la ven?
Algo de eso lleva mi libro que
se acaba de presentar en días pasados. Y de otro que escribí en el año de 2013
titulado Relatos de la California Mexicana, a semejanza de uno que escribió el
doctor Miguel León Portilla al que llamó La California Mexicana, ensayos de su
historia, editado por la Universidad Autónoma de México, en 1995.
Volviendo a la presentación, fue
una sorpresa escuchar de la voz de estudiantes de la Escuela Normal Urbana la
lectura de cinco crónicas que vienen en mi libro. Y debo agradecer al doctor
Francisco López Gutiérrez quien comentó la obra, por haber tenido el acierto de
invitar a esos alumnos, sobre todo porque siempre he insistido en que es a los
niños y los jóvenes a quienes he dedicado la mayoría de mis trabajos históricos
y literarios.
Por lo demás siempre he de
reconocer la asistencia al evento de estimados amigos que comparten mis
ideales, como Rosa María Mendoza de Uribe, Eligio Moisés Coronado, Simón Oscar
Mendoza, Gilberto Piñeda y Jesús Chávez Jiménez. Y otros más a quienes
agradezco me acompañaran en la presentación, como es el caso de Rubén González
y Jesús Manuel Flores Díaz Bonilla, estimados amigos y
exalumnos de la escuela primaria del poblado de Santo Domingo.
Mayo
12 de 2017.
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