La maestra Elizabeth Acosta Mendía me obsequió el libro que
describe la vida y la obra del general Agustín Olachea Avilés. Ella participó
en la investigación, junto con Cristina Ortiz Manzo, Marisol Ochoa García y Laura
Silva Castañón. Con un texto inédito e interesante y con numerosas fotografías
alusivas también inéditas, el libro es un referente obligado cuando se trata de conocer la participación de
este sudcaliforniano en la vida social, política y militar no sólo de Baja
California Sur sino en el ámbito nacional.
Cuando estaba leyendo el libro vino a mi memoria el día que
se trasladaron los restos del general a la Rotonda de los Sudcalifornianos
Ilustres de esta ciudad de La Paz. Fue el 13 de noviembre de 1986 ante la
presencia de sus familiares, de las autoridades civiles y militares y grupos
escolares que hicieron valla en el recibimiento.
En ese tiempo yo era miembro de la Comisión de la Rotonda
por lo que me tocó vivir de cerca los preparativos para ese acto de gran
solemnidad.
Además, tuve la oportunidad de elaborar un folleto al que
puse por título “Gral. Agustín Olachea Avilés, Apuntes para una biografía”.
Incluí algunas fotografías y el decreto expedido por el Congreso del Estado.
El impreso fue editado con oportunidad y por eso fue posible
que se distribuyera entre los presentes al acto. Como no fue una investigación
formal —faltó tiempo— decidí poner las acciones más relevantes del general,
sobre todo cuando llevó a cabo la tarea más significativa de su gobierno: La
apertura a la agricultura de los valles de Santo Domingo y Los Planes.
Y conté la anécdota que se hizo famosa entre los campesinos
que llegaron al valle de Santo Domingo. Fue en el mes de abril de 1951, cuando
el presidente Miguel Alemán, junto con el general y varios funcionarios
federales visitaron esa región y, en su momento, su avión aterrizó en la pista
improvisada de la colonia María Auxiliadora. Con la noticia se habían reunido
campesinos de las colonias cercanas y, desde luego, la mayoría de ese lugar.
A media escalerilla del avión, el presidente Alemán se
detuvo pues los campesinos, ondeando una bandera nacional, comenzaron a cantar
el himno nacional. Y en el folleto que escribí, dije: “Los más haciendo el
saludo y el resto en actitud marcial y descubiertos lanzaron al espacio las
notas vibrantes de nuestro canto patrio, frente al hombre que gobernaba al país
y quien, con la sorpresa y la admiración reflejada en su rostro, repetía
también la letra del himno que allí, en la soledad del valle, representaba el
más claro ejemplo del amor y la fe que sentían por México…”.
Fue un acto inusitado que yo presencié pues en ese año
trabajaba como maestro en el poblado de Sebastián Allende, alejado unos tres
kilómetros de la colonia sinarquista. Si el presidente tenía dudas sobre el
surgimiento del valle como emporio agrícola, allí, escuchando los problemas de
los campesinos, reafirmó su convicción de seguir respaldando la colonización de
esa región bajacaliforniana. Pero también fue una prueba palpable de la
confianza que le tenían al general Olachea el que, en las reuniones con ellos,
siempre les repetía “Tengan confianza hijos, yo no los abandonaré”. Y lo
cumplió con creces.
Por eso, cuando la nueva generación de profesionistas se
interesan en dar a conocer las acciones de mujeres y hombres en favor de nuestra entidad, no podemos menos que
felicitarlos, sobre todo cuando se trata de sudcalifornianos como el general
Olachea, un personaje distinguido de Baja California Sur.
Y a propósito, el Instituto Sudcaliforniano de Cultura acaba
de editar un libro que se refiere a los sudcalifornianos ilustres de la
Rotonda, entre ellos el general Agustín Olachea Avilés. Enhorabuena.
Mayo 17 de 2017.
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