Los
últimos días del año pasado los pasé disfrutando de la lectura de dos
interesantes libros, obsequios de la maestra Elizabeth Acosta Mendía y de mi
compadre el profesor Ricardo Fiol Manríquez. El primero lleva por título
“Paisajes y personajes de María Auxiliadora” de su autoría, y el segundo
“México en la frontera del caos” del escritor y periodista Andrés Openheimer.
La
maestra Acosta Mendía describe en su libro el proyecto colonizador en el
territorio sur de la Baja California en los años de 1940 a 1944 por los
sinarquistas y de la figura de Salvador Abascal, dirigente de ese grupo de
campesinos que llegó al valle de Santo Domingo. Es un texto novedoso que está
acompañado de numerosas fotografías de la estancia de estas familias en esa
región de nuestra entidad.
A
reserva de escribir un poco más sobre este tema, voy a explayarme con el
contenido del libro de Openheimer, sobre todo porque hace referencia a la
sublevación de los grupos indígenas en el estado de Chiapas conocido como Movimiento
zapatista de liberación nacional, hecho que se inició el primero de enero de
1944, en la madrugada.
Liderados
por el subcomandante Marcos, se apoderaron de San Cristóbal las Casas y otras
poblaciones causando la muerte de policías y civiles que se enfrentaron a ellos.
Justificaron su alzamiento debido a las condiciones de pobreza y marginación
originadas por la falta de atención de las autoridades federales y estatales. Y
los abusos de terratenientes y funcionarios que constantemente los despojaban
de sus tierras.
El
gobierno central —en esos años el presidente de la república era Carlos
Salinas— enviaba recursos pero eran aprovechados por las autoridades locales
bien para su beneficio o en obras de relumbrón. Se dio el caso de un Gobernador
aficionado al basquetbol que mandó construir 1,700 campos de baloncesto en
otras tantas comunidades indígenas. O la construcción de un hospital en la
región de la selva lacandona que costó casi seis millones de dólares,
institución que casi no funcionó por la falta de personal y equipo médico.
El
levantamiento indígena tomó por sorpresa al presidente Salinas. Ocupado en
divulgar la inmejorable situación de nuestro país, en especial por la firma del
tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, no puso
atención a los graves problemas que se vivían en el sureste, a pesar de que
funcionarios de alto nivel le habían advertido del peligro de una insurrección
en esa región de Chiapas. Por eso, cuando sucedió, el mundo se le vino encima y
no hallaba la manera de resolver ese movimiento armado que dio al traste con su
afán de hacer ver a México como un país del primer mundo.
En
un principio ordenó que las fuerzas federales acabaran con la rebelión, y lo
hubieran logrado. Pero ello motivaría la repulsa de la mayoría de las naciones
y afectaría el tratado de libre comercio. Por eso, escuchando los consejos de
sus funcionarios, entre ellos Manuel Camacho Solís, secretario de Relaciones
Exteriores, optó por la vía de la paz y la amnistía. Para ello nombró al mismo
Camacho Solís como comisionado de la paz entre el gobierno y el EZLN.
Openheimer
aprovecha el momento, para comentar la situación política del país dado que en
ese año de 1994 se llevarían a cabo las elecciones para presidente de la
república. Hace mención del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, de su
asesinato en Tijuana por Aburto y de Ernesto Zedillo que lo sustituyó y se
convirtió en el primer mandatario del país.
En
el último capítulo titulado Caída y Resurrección, el autor hace mención de la
inestabilidad política y económica de México motivada por la devaluación de
diciembre de 1994. Una crisis que obligó a la clase gobernante a abrir los
caminos de una mayor intervención de los partidos que permitieran encauzar al país en sus vías
de crecimiento.
Enero 11 de 2018.
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