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Medalla de Cortés hecha en 1529 por Cristopher
Weiditz
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Cuando Hernán Cortés llegó a la
península de California en 1535 ya habían transcurrido 14 años de la conquista
de México Tenochtitlan por un ejército español bajo su mando. En efecto,
después de sitiar la ciudad durante varios meses, con frecuentes batallas
contra los aztecas, en el año de 1521 lograron vencerlos y con ello el desplome
del imperio que abarcaba todo el centro de nuestro país.
De ese acontecimiento muchos
cronistas e historiadores lo han descrito como es el caso de Bernal Díaz del
Castillo, quien acompañó a Cortés y fue testigo de los hechos de la conquista. Con
el paso de los años se publicaron muchos libros sobre el tema, algunos de ellos
con nuevas fuentes documentales que complementaron la crónica de Bernal. Pero
fue hasta el siglo XIX cuando dos historiadores extranjeros, William H.
Prescott y Hugh Thomas escribieron los libros más completos en torno a la
figura de Hernán Cortés y la conquista de la ciudad de Tenochtitlan.
Desde su aparición la obra de
Prescott se convirtió en un clásico de la literatura histórica universal, sobre
todo porque se fundamentaba en fuentes mexicanas y españolas. Se apoyó en
escritos antiguos como las Cartas de Relación de Hernán Cortés y de los
cronistas clásicos Bernal Díaz del Castillo y Francisco López de Gomara hasta
las historias generales del siglo XIX.
Por su lado Thomas en su libro
“Cortés and the falls of old México” utilizó fuentes primarias como la “Historia
de las Indias de Nueva España”, escrita por Fray Diego Durán en el siglo XVI, y
con documentos inéditos del Archivo de Indias de Sevilla. Aquí en México un
historiador, José Luis Martínez, escribió uno de los mejores libros que se han
escrito sobre Hernán Cortés. Respecto a la personalidad del conquistador
escribió: “Cortés nos interesa siempre de manera extremosa para exaltarlo o
para detestarlo. Concentramos en su persona el conflicto de nuestro origen y,
frente al choque que aquel anudamiento ocasionó, unos toman el partido de
considerar injusta, brutal y rapaz la acción de los conquistadores y como
víctimas a los indígenas, cuya cultura se exalta como un noble pasado y otros,
comenzando por justificar el derecho a la conquista: la imaginan como una
sucesión de hechos heroicos cuyo protagonista es Hernán Cortés, y piensan que
gracias a su victoria sobre pueblos bárbaros y sanguinarios recibimos los
bienes de la cultura española y occidental”.
Otros dos historiadores, Carlos
Pereyra y Christian Duverger también investigaron la vida y la obra de Cortés,
haciendo alusión al descubrimiento de la península de California, aunque el
primero fue más parco al hacerlo. En cambio Duverger ocupa varias páginas para
referirse a los preparativos que tenían como finalidad descubrir nuevas
tierras, construyendo embarcaciones en el puerto de Tehuantepec y
acondicionando las flotas que explorarían la Mar del Sur. Describe la
navegación de Diego Hurtado de Mendoza en 1532; la expediciones de Diego
Becerra y Hernando de Grijalva en 1533, la muerte del primero a manos de los
marinos amotinados y el arribo de Fortún Jiménez a tierras californianas en ese
mismo año.
Tras el fracaso de las
anteriores expediciones, Cortés en persona decidió explorar esos mares y
regiones desconocidas. En tres navíos, Santa Águeda, San Lázaro y Santo Tomás
embarcó 130 soldados y 40 jinetes con sus cabalgaduras y el 18 de abril de 1535
se hizo a la vela rumbo a la península. Fue así como el 3 de mayo de ese año
desembarcó en un lugar al que le puso por nombre Puerto y Bahía de Santa Cruz.
Pero con el paso de los días
Cortés se dio cuenta que en Santa Cruz no había perlas, oro ni especies; no
existían templos con ídolos adornados con piedras preciosas y en toda la región
explorada no había ciudades que conquistar, solo tierra desértica, carente de
manantiales y raquítica vegetación. Y por si fuera poco, en sus acompañantes la
decepción, el hambre y la muerte.
Después de casi un año de
permanecer en Santa Cruz y a solicitud de su esposa doña Juana de Zúñiga y del
virrey Antonio de Mendoza, Cortés regresó a la capital. En 1539 viajó a España
con el fin de entrevistarse con el rey Carlos V y justificar su presencia en la
Nueva España. Detenido por un juicio de residencia no pudo volver a México como
eran sus deseos y fue por eso que el 2 de diciembre de 1547 murió en Castilleja
la Vieja, una comunidad cercana a la ciudad de Sevilla.
Respecto a la conquista del
imperio azteca, el historiador José Luis Martínez señaló: “Mucho se ha avanzado
en el conocimiento histórico de la conquista, del mundo indígena y en general
del siglo XIX, mientras que la figura de Cortés, aún después de cinco siglos de
su nacimiento, con señaladas salvedades, sigue en poder de las facciones.
Puesto que los mexicanos somos herederos de las dos ramas de nuestros abuelos,
es deseable hacer un esfuerzo por conocer completa la personalidad de quien nos
dio una doble descendencia. Acaso alguna vez consigamos liberarlo de las
ideologías y estudiarlo con la cruel objetividad de la historia, para descubrir
con luces y sombras una personalidad excepcional. Los tercos hechos siguen allí
esperando ser conocidos y explicados…”.
Por lo que se refiere al descubrimiento de
California, el mayor mérito de Cortés fue que a raíz de ello la península —fue
conocida primero como isla— se incluyó en la cartografía mundial. Lo que antes
era un mito y una leyenda pasó a ser un lugar conocido sobre todo en sus
características geográficas de los dos litorales, el del Océano Pacífico y el
del Golfo de California. Cortés abrió el camino para las posteriores
exploraciones hasta culminar con la llamada conquista espiritual, obra a cargo
de los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos.
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