Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

miércoles, 5 de junio de 2019

California, las perlas y la literatura

Fue cuando se descubrió la península de la Baja California que se comenzó a hablar de las perlas. En 1535, luego de la fundación del Puerto y Bahía de Santa Cruz por Hernán Cortés, los expedicionarios las buscaron y las encontraron a tal punto que en un rudimentario mapa elaborado por Cortés aparece la isla de las perlas que no es otra que la de Espíritu Santo, cercana a la ciudad de La Paz.

En todo ese siglo y el siguiente los navegantes españoles siempre llegaron a California en busca de las conchas perleras, con excepción de unos cuantos como Francisco de Ulloa, Juan Hernández Cabrillo y Sebastián Vizcaíno, exploradores que recorrieron los mares de la península en su afán de nuevos descubrimientos.

En 1697, cuando los misioneros jesuitas comenzaron a llegar a la península la explotación de los placeres perleros continuaban con el permiso de las autoridades virreinales. Y aunque los religiosos se opusieron no pudieron contra la avaricia y el afán de riqueza de los permisionarios. Y más aún porque éstos llevados de su religiosidad, entregaban algunas perlas para adorno de la virgen de Loreto.

Y así nacieron las leyendas de esa época. El Mechudo, La Perla de la Virgen, La isla del tesoro. De ellas, la primera es la más conocida dado que trata de un indio quien al momento de tirarse al mar para bucear blasfemó “voy a sacar una perla para el diablo”, pero la virgen lo castigó y se quedó enredado en el fondo del mar. Después, cuando otros buceadores trataban de buscar ostras en ese lugar, encontraban al indio que buscaba desesperadamente la perla maldita.

Años después, cuando las “armadas” organizaban la pesca de ostras perleras en los meses de septiembre y octubre abarcando una gran parte de los litorales del Golfo de California, desde Cabo Pulmo hasta cerca de Santa Rosalía, las reseñas de la explotación de los placeres fueron divulgadas a nivel nacional e internacional. Pero la desmedida extracción de las ostras originó la decadencia de la pesca tal como denunciaron algunos historiadores y funcionarios de esa época.

En 1769, El visitador José de Gálvez, durante su permanencia en Baja California dio las primeras instrucciones para controlar la pesca de perlas nombrando a un inspector que se encargaría de cobrar el quinto real a las armadas, llevando un control de ellas. Y aunque la medida se aplicó fue difícil el cobro dado el gran número de pescadores en todos los litorales del golfo de California.

En 1789 el padre jesuita Francisco Xavier Clavijero en su libro Historia de la Antigua California anotó que “por el año de 1786 empezaron a escasear las perlas y desde entonces acá se ha ido disminuyendo la pesca en términos de hallarse absolutamente abandonada y los pocos que se han dedicado a ella, apenas han podido sacar los costos, especialmente en estos últimos años en que la economía europea ha introducido en México el uso de las perlas falsas”.

Sin embargo la explotación de la pesca de ostras perleras continuó durante todo el siglo XIX, sin que hubiera una reglamentación al respecto que evitara la depredación de los fondos marinos californianos. En 1855, el entonces presidente de México, Antonio López de Santa Ana expidió un decreto en el que imponía “un derecho de dos reales a cada quintal de concha perla o nácar en la península de la Baja California se extraiga de sus costas o de sus islas. El producto íntegro del impuesto se dedicará íntegramente al ramo de la instrucción pública en la propia península…”.

Dos años después, en 1857, José María Esteva escribió una Memoria sobre la pesca de la perla en la Baja California y expidió un decreto en el que consideraba que “la desordenada explotación que se hace de los placeres de concha perla, da lugar a que año por año se demeriten considerablemente, siendo de temer llegue el día de la completa extinción de este ramo de la riqueza pública, he decretado lo siguiente”.

También en 1858, cuando apareció el libro “Historia de la colonización de la Baja California y Decreto del 10 de marzo de 1857” que hacía referencia a la propiedad de la tierra en esta región de México, Ulises Urbano Lassépas incluyó un capítulo dedicado a la pesca de perlas describiendo sus características de forma, tamaño y valor.

Todavía a principios del siglo XX aparecieron varios libros escritos por extranjeros en que narran, aparte de las características de la población peninsular, su medio físico y su economía, la pesca de perlas. El francés León Diguet y los norteamericanos J. R. Southworth y Aurelio de Vivanco, así como el mexicano Adrian Valadés describieron la importancia de este producto marino, sus características y los procedimientos para llevar a cabo el buceo de las ostras perleras.

Por toda esta información la población de la entidad, sobre todo la de La Paz, mantuvo una visión optimista de la riqueza que abundaba en los fondos marinos y eso dio margen a que muchos escritores aficionados a la literatura, se refirieran a ella en términos elogiosos. Poetas, cuentistas, incluso compositores, les dedicaron parte de sus creaciones.

Los cuentos y novelas de Estela Davis, John Steinbeck, Scott O Dell, José María Esteva y el Doctor Atl recrean esa época de esplendor de la Baja California. Y en la poesía no son pocos los que elogian a las perlas, como Fernando Jordán, José María Garma, Filemón C. Piñeda y Dominga G. de Amao, entre otros. Pero entre los compositores las canciones relacionadas con las perlas son numerosos. Algunas de ellas son Costa Azul, Perla del Bermejo, Sudcalifornia, Paceñita, Pescadorcita de Perlas y la muy conocida Puerto de Ilusión.

A través de los años, más bien siglos, las perlas ha formado parte de las tradiciones sudcalifornianas. Y aunque el recuerdo se ha difuminado con el tiempo, cuando oímos cantar Puerto de Ilusión se reaviva el recuerdo de las perlas de California.

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