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Harriet Tubman
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La semana pasada compré la película “Harriet, libre o muere” en la que se dramatiza parte de la vida de Harriet Tubman, una mujer negra que sufrió la esclavitud en las plantaciones del estado de Maryland, en Estados Unidos. Y de cómo, en su afán de ser libre, recorrió miles de kilómetros hasta llegar a la ciudad de Filadelfia donde encontró refugio.
No conforme con ello, regresó a la plantación para guiar a su familia a la libertad, junto con otros esclavos, evadiendo las persecuciones de que fueron objeto. La película es interesante pues revela las condiciones de pobreza, de trabajo sin horario y de las humillaciones por los malos tratos de los hacendados.
Para evitar ser reconocida, su nombre original era Amarinta Ross, lo cambio por el de Harriet Tubman como fue conocida a través de sus acciones en favor de los negros esclavos. En la realidad ella en trece misiones efectuadas liberó a 70 personas utilizando lo que se llamó el Tren Subterráneo, que era una red de rutas secretas y refugios.
Por lo demás, la vida de Harriet es interesante ya que forma parte de la historia de los Estados Unidos. En el transcurso de la guerra civil, estuvo presente como enfermera, espía y participó en la milicia. Al frente de un destacamento, en 1863, logró liberar a 700 esclavos.
Frederick Douglass, uno de los principales políticos que luchó por el abolicionismo, dijo de ella: “La diferencia entre nosotros es muy marcada. La mayor parte que he hecho y sufrido al servicio de nuestra causa ha sido en público y he recibido mucho aliento. Tú has trabajado de manera solitaria. Si yo he forjado en el día, tú en la noche, donde las silenciosas estrellas ha sido testigos de tu devoción a la libertad y tu heroísmo…”.
La vida de Harriet Tubman me hizo recordar un libro que adquirí muchos años atrás titulado “La cabaña del tío Tom” de la escritora Harriet Beecher Stowe. En 1851, diez años antes de iniciarse la Guerra de Secesión, aparecieron los primeros capítulos de esta novela la que, con el tiempo, fue un referente obligado para conocer como fue la esclavitud en los Estados Unidos.
Una periodista, Lucila Rodríguez Alarcón, escribió de ese libro lo siguiente: “La cabaña del tío Tom es un documento tremendo en el que la deshumanización de un sistema infame queda desmontada a través de personajes de una humanidad épica. La narración está hecha de una forma que profundiza en los personajes y sus situaciones. Las descripciones de los sistemas de esclavitud poseen detalles que nos trasladan a esa época. Pero lo más relevante de este libro es que presenta las diferentes formas de percibir la esclavitud por los distintos actores implicados”.
Harriet Beecher ganó la fama con esa publicación. Corre la historia de que en el año de 1862, en plena guerra, el presidente Abraham Lincoln conoció a la autora a quien le dijo: “Así es que usted es la pequeña mujer que escribió el libro que inició esta guerra”. Lo curioso es que Beecher nunca conoció el sur del país, de los estados de mayor esclavitud, pero hizo una investigación exhaustiva por medio de los documentos existentes en esa época.
En la novela, la autora recrea parte de la vida de Harriet Tubman, creando personajes que escapan hacia la libertad a través de caminos desconocidos para los hacendados, hasta llegar al norte donde podían vivir en libertad. Supo del Tren Subterráneo, una organización clandestina, el mismo que utilizó Tubman para liberar a muchos esclavos.
Las dos Harriet forman un paralelo en la lucha contra la esclavitud en los Estados Unidos. La primera, Tubman, sufriendo en carne propia los peligros para lograr su libertad y la segunda, a través de la ficción, mostrando lo que fue en la realidad el drama de la servidumbre en esa época. Las dos se ganaron el reconocimiento de la gente que luchaba contra la esclavitud y por ello sus nombres han trascendido a través de los años.
Habrían de pasar muchos años para que su ejemplo cundiera en los Estados Unidos.
Luchadores como Rosa Parcks, la mujer negra que en 1955 se opuso a la discriminación de su raza que no podían compartir los lugares públicos, escuelas, restaurantes o los asientos de los autobuses urbanos. O de Martin Luther King defensor de los derechos civiles de los negros. Gracias a ellos y otros más las cosas cambiaron en ese país. Ahora forman parte del pueblo norteamericano y su presencia ha sido determinante en la vida deportiva, cultural y política de ese país.