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Afromexicanas |
Con motivo de la publicación de
mi artículo “La esclavitud en los Estados Unidos”, un buen amigo interesado en
esta cuestión de la historia me preguntó: “Oye, ¿hubo esclavos en nuestro país?
Lo que le contesté es el contenido de esta crónica.
El año pasado en el foro
realizado sobre las lenguas indígenas y afromexicanas en México, se hizo
hincapié en la importancia de considerar a este núcleo del pueblo de nuestro
país como parte indisoluble en el desarrollo social, económico y político del
mismo. Y con los derechos y prerrogativas de todas las mujeres y hombres que
viven en México.
En uno de los pronunciamientos
del foro se afirmó: “Demandamos el reconocimiento pleno del pueblo
afromexicano, pues son parte fundamental de la composición pluricultural de
México y han tenido un destacado papel histórico en la construcción del país.
Es necesario por ello que se establezcan en la Constitución y en las leyes un
catálogo de derechos que permitan su ejercicio en la vida cotidiana…”.
La población negra en México
data desde la época de la colonia, cuando cientos de esa raza llegaron a
nuestro país para ser utilizados como esclavos en las plantaciones de caña, en
las minas y en las haciendas. Llegaron cerca de 250 mil personas, la mayoría a
finales del siglo XVI y principios del XVII y fueron distribuidos en los
estados de Veracruz, Guerrero y en menor número en otras entidades del sur de
la república. Dice la historia que fue el virrey Luis de Velasco el que
autorizó en 1570 la compra de esclavos a los portugueses quienes a su vez los
adquirían en algunas regiones de África.
En esos años, los traficantes de
esclavos los desembarcaban en el puerto de Veracruz y luego vendidos en subasta
pública. Por ejemplo, un hombre entre 20 y 50 años valía 300 o 400 pesos; las
mujeres jóvenes un poco menos, los niños entre 100 y 150; los ancianos, 25.
Pero no solo los compraban los hacendados sino también los particulares para servir
en sus negocios, entre ellos alcaldes, militares, sacerdotes, boticarios y
dueños de comercios. También era común que se entregaran como dote.
Los esclavos negros ocuparon una
posición inferior a los indios y es por ello que se convirtieron en los antepasados
invisibles de nuestro país. Sin embargo, su presencia ha sido considerada por
algunos antropólogos como la tercera raíz de la cultura nacional, además de la
española y la india.
De hecho, los primeros esclavos
negros llegaron a nuestro país cuando se inició la conquista de México
Tenochtitlan en 1519. Dos de los cabecillas españoles, Hernán Cortés y Pánfilo
de Narváez, tenían esclavos a su servicio, ya que era costumbre que
conquistadores y descubridores llevaran negros en sus expediciones. Se sabe que
Francisco de Montejo llevaba un numeroso grupo en su conquista de Yucatán. Y
que Pedro de Alvarado en sus intentos de conquistar el imperio inca llevó en su
contingente a 200 hombres de color. ES más, antes de morir, en el mes de mayo
de 1542, Cortés firmó contrato con uno de los traficantes para la compra de 500
negros que se destinarían a las haciendas de su marquesado.
Y es que a partir del descenso
demográfico de la población indígena debido a las epidemias y las muertes
motivadas por la guerra, se hizo preciso contar con mano de obra y la
contratación de miles de negros a fin de que atendieran la explotación de las
minas, en las labores agrícolas y ganadera e incluso en las faenas domésticas.
A fines de la época colonial,
con el movimiento de independencia en 1810, se empezó a poner fin a la
esclavitud en nuestro país. Miguel Hidalgo, conocedor del problema, en un bando
del 6 de diciembre de ese año declaró su abolición, aunque quedó en un mero
intento. Años después consumada la independencia, los gobiernos de Guadalupe
Victoria y Vicente Guerrero expidieron bandos prohibiendo la esclavitud en
México con la salvedad de que los dueños serían indemnizados.
Pero de una u otra forma ese
sistema permaneció aunque un mucho disminuido en todo el trascurso del siglo
XIX. A principios del siglo XX, en 1917, con la promulgación de la Carta Magna,
se incluyó en el artículo 1º el párrafo siguiente: “Está prohibida la
esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos de otros países que
entrasen al territorio nacional, alcanzarán por este solo hecho su libertad y
la protección de las leyes”.
La población afromexicana es
numerosa en nuestro país. En el año 2015, el INEGI estimó en un millón y medio
los que viven en varios estados de la república, tomando en cuenta los
afrodescendientes, estos últimos mezclados con otras razas. En Baja California
Sur, según datos de esta dependencia, existían en ese año 11,036 afromexicanos
y 17,573 afrodescendientes.
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