Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

jueves, 22 de abril de 2021

LOS DIPUTADOS DE AYER Y DE HOY

 Al promulgarse la Constitución Política en 1824, las Californias quedaron integradas a la nueva República mexicana, pero en calidad de territorio, lo que significaba estar bajo el control del gobierno central. Al año siguiente el presidente electo Guadalupe Victoria designó al coronel José María Echeandía como jefe político de ambas Californias.

En ese entonces San Diego era donde residían los poderes generales, por lo que Echeandía marchó a ese lugar, no sin antes dejar instalada la diputación territorial, así como el nombramiento del teniente José María Padrés como jefe político subalterno.

En un principio, las facultades de la diputación fueron mínimas, pero trascendentes. Por ejemplo, en un artículo mencionaba que debía “velar sobre la buena inversión de los fondos públicos de los pueblos y examinar sus cuentas, para que con su visto bueno recaiga la autoridad superior, cuidando que en todo se observen las leyes y los reglamentos”.

La influencia de los movimientos políticos en el centro del país y la situación política particular de la Baja California, se reflejó en la ausencia del poder legislativo en varios períodos de la vida pública. Incluso por ello se desconocen los nombres de los integrantes de ese órgano legislativo en las primeras décadas del siglo XIX.

En 1846, con motivo de la inminente invasión norteamericana a la Baja California, se instaló la diputación, ya que ella sería la autoridad legítima que defendiera con las leyes de la Constitución al pueblo de la entidad, Así fue como desconocieron a Francisco Palacios como jefe político y nombraron a Mauricio Castro en su lugar.

En el año de 1850, con autorización del congreso nacional, la diputación elaboró un estatuto orgánico que normaría la estructura política y administrativa del gobierno del territorio. Los diputados que firmaron ese importante documento fueron José María Cuevas, Fernando Elorriaga, Félix Béistegui y Tirso Vejo.

En 1855, entró en vigor un nuevo estatuto orgánico en el que, en su artículo 4º establecía que el gobierno se dividiría en dos Poderes: el Ejecutivo y el Económico Legislativo, estando a cargo del primero el jefe político y el segundo al de una diputación. Los firmantes en esta ocasión fueron personas que posteriormente participaron activamente en la vida pública de la entidad. Ellos fueron José María Blancarte, José María Gómez, Antonio Navarro, Félix Gibert, J. Gregorio Durazo, Nicanor Cota, Manuel Amao y Lino Amao.

En la segunda mitad del siglo XIX, de 1850 a 1856, la asamblea legislativa estuvo en funciones, sobre todo en este último año en el que tuvo que determinar la conveniencia de adherirse al imperio de Maximiliano. En esa memorable reunión, los diputados acordaron que “la honorable Asamblea de la Baja California, en fuerza de las razones que la obligan a hacerlo, no aclama sino se somete al imperio, protestando dejar ilesos los derechos de la Nación contra esta resolución que dicta, por no poder contrarrestar la fuerza de las circunstancias”.

La historiadora María Eugenia Altable en su libro “La organización política de la Baja California”, incluye la lista de los integrantes de la asamblea legislativa de 1850 a 1867. En este último año los diputados fueron Salvador Castro, Carlos F. Galán, Emilio Legaspy, José María Larroque, Gil Morales, Fernando Erqueaga y Antonio Piñuelas.

Los diputados integrantes del congreso local siempre han estado en los principales acontecimientos de la vida pública de la entidad. En la época de la Revolución mexicana, en la consolidación de la república en 1917 y ahora, en el presente, su voz de legitimidad se ha escuchado, aunque a veces, por inclinaciones partidistas no han estado a la altura de los problemas que afectan a nuestro país.

De todas maneras, su presencia forma parte de la organización política, social y económica del estado, que vemos en ellos los que aseguran los elementos básicos de la democracia tal como lo señala la Constitución de México. Actuar de manera contraria es atentar contra la paz y la armonía de la sociedad misma.

Y por eso nos preguntamos ¿quiénes integraron las legislaturas de Baja California Sur a partir de 1974, cuando la entidad se convirtió en un estado más de la Federación? En el 2005, Juan Cuauhtémoc Murillo Hernández publicó el libro “Breve historia del Congreso de Baja California Sur”. En él cita los nombres de los diputados de 1974 hasta el año de 2005. Ellos son mujeres y hombres que merecen recordarse porque supieron estar a la altura de sus compromisos con la ciudadanía que les dio su respaldo, al considerarlos aptos para defender las mejores causas populares.

Por eso vale la pena recordarlos en el tiempo presente. Sus nombres por dignidad no deben quedar en el olvido. Y si no lo hacemos es porque traicionaron la confianza que depositamos en ellos.


Abril 20 de 2021

miércoles, 14 de abril de 2021

LA REBELIÓN INDÍGENA DE 1734

La Sociedad de la Antigua California y otras instituciones han organizado un ciclo de conferencias virtuales acerca de la historia de San José del Cabo. Durante doce días, del 19 al 30 del presente mes de abril, los conferencistas hablarán de aspectos históricos, sociales y culturales de esa población, capital del municipio de Los Cabos.

De seguro alguno de ellos tocará el tema de la sublevación indígena en el año de 1734, donde murieron los padres Lorenzo Carranco de la misión de Santiago y Nicolás Tamaral, misionero de San José del Cabo.

Los movimientos de resistencia y las rebeliones indígenas tuvieron lugar durante los siglos XVII y XVIII que puso en alerta a las autoridades coloniales. En esos siglos hubo levantamientos de indios en Sonora, Nuevo México, Coahuila y Chihuahua donde los indios pimas, yaquis, mayos, contotores y tarahumaras mostraron su hostilidad contra el sistema religioso establecido.

El caso de California es especial porque presupone el rompimiento de un estatus armónico justificado a través de la religión al lado del sometimiento de los pueblos indígenas. Al respecto los padres jesuitas creyeron que con la conversión mediante el bautizo lograrían la aceptación de sus feligreses. Pero la verdad es que los indios jamás se convencieron de las buenas intenciones de los misioneros. Y así, su mundo ideal se les vino encima.

En el caso de lo sucedido en las misiones de Santiago y San José del Cabo, los sublevados asesinaron a un total de doce personas, entre ellos dos soldados, cuatro indígenas conversos y las familias de los soldados de San José ya que estos no se encontraban en el poblado.

En los días siguientes los indígenas —pericúes en su mayor parte, pero también guaycuras y huchitíes— atacaron la misión de La Paz, aunque no encontraron al padre William Gordon porque desempeñaba una comisión fuera de la península. Después llegaron a la misión de Todos Santos, de donde pudo escapar el padre Segismundo Taraval gracias a un aviso a tiempo.

El historiador Ignacio del Río en su libro “Conquista y aculturación de la California jesuítica”, dice: “Las crónicas describen la saña de los indígenas con el cuerpo de los misioneros que aún después de muertos fueron lapidados, vejados, desmembrados, arrastrados por la misión y finalmente quemados en una hoguera; el cuerpo del padre Carranco fue decapitado a golpes de piedra.

Ante la gravedad de los sucesos los padres jesuitas pidieron ayuda a las misiones de Sonora como al virreinato. El auxilio no tardó en llegar, pues los padres de Sonora enviaron cien indios flecheros, 25 soldados, más unos indios del presidio de Loreto. En cambio el virrey quien no la llevaba bien con los jesuitas negó al principio la ayuda con el pretexto de que solo el rey podía autorizarla. Posteriormente decidió enviar a Manuel Bernal de Huidrobo, gobernador de Sinaloa, para acabar con la insurrección.

La intervención del gobernador no fue la correcta a juicio de los misioneros ya que prefirió no utilizar métodos violentos y si en cambio ofreció indultos a los rebeldes, incluso prometió reparto de tierras para que ellos las cultivaran. Según Ignacio del Río, “Huidrobo halagaba a los apóstatas en lugar de castigarlos, lo cual motivaría en el futuro más rebeliones en lugar de inhibirlas”.

A finales de 1735, el gobernador apresó a varios indígenas quienes dieron los nombres de los sublevados. Así como capturaron alrededor de 25 culpables a quienes se les condenó al destierro. Durante el trayecto a la contracosta —narra el padre Venegas— trataron de amotinarse por lo que los soldados abrieron fuego sobre ellos, dejando solo dos con vida, mismos que murieron en el destierro.

Las causas que originaron la sublevación, a decir de los cronistas de la época, es que deseaban deshacerse de sus vínculos con el nuevo orden misional y volver a su antigua forma de vida, por lo que además de quitarle la vida a los padres Carranco y Tamaral, destruyeron las misiones, al igual que las imágenes de santos y los ornamentos.

Por su parte, Juan Jacobo Baegert, misionero que fue de San Luis Gonzaga, escribió que “la rebelión se debió a que los californios convertidos no quedaron conformes con tener un matrimonio con sólo una mujer, como era su deber y como lo habían permitido”.

Dice el historiador Salvador Bernabeu que la no aceptación de las normas e ideales de los jesuitas provocó que los pericúes se convirtiesen en un retrato de maldades. Y esto ocasionó la sublevación, un parteaguas en la labor misionera de los padres jesuitas.

Abril 14 de 2021.


martes, 6 de abril de 2021

LOS PERIÓDICOS VIEJOS Y UN JOVEN REPORTERO

 Saúl Bellow, el escritor norteamericano que obtuvo el premio Nobel en el año de 1976, autor de novelas como “El legado de Humboldt” y “Herzog 1964”, esta última un texto autobiográfico conocido como “el cornudo”, dijo en una ocasión que era un enigma de la modernidad que ahora, en la era de la comunicación, se esté al borde de la incoherencia total.

Bellow aseguró que este fenómeno de la incomunicación actual es la pérdida de contacto. Y lo extraño es que entre más medios de comunicación  tenemos, menos sabemos de las personas. Por eso, uno de los elementos que pueden impedir ese aislamiento son los periódicos viejos.

Cuando se acostumbra a leerlos para encontrar noticias del pasado y porque en ellos encontramos diversas historias de hechos y personas muchas veces desconocidas, pero que vale la pena recordarlas por lo mucho que significan a fin de valorar la calidad humana.

En lo particular me gusta conservar recortes de periódicos, algunos de varias décadas atrás. Notas periodísticas interesantes muchas de las cuales tienen que ver con la historia de nuestra entidad y que han aparecido en diarios como El Sudcaliforniano, El Eco de California, El Peninsular, Últimas Noticias, El Forjador y otros más editados en varias épocas. Aunque también siempre me llamaron la atención los artículos de las revistas.

Por mencionar solo una, la que llevaba el nombre de Compás que publicó en el mes de agosto del 2008 una semblanza  del periodista Mario Santiago, escrita por Leticia Garriga. En ella hace mención de los intentos de esta persona por encontrar un empleo en uno de los periódicos de la localidad. Así lo dice: “Un día cualquiera siempre con la esperanza de abrirse un futuro mejor, compró el periódico El Sudcaliforniano y descubrió un anuncio pequeño que decía: “Se solicita reportero profesional, los interesados presentarse en el periódico El Sudcaliforniano, Belisario Domínguez e Hidalgo”.

Le dio vuelco el corazón y se dirigió a buscar la dirección. El periódico El Sudcaliforniano llegaba a la entidad cada semana. Se editaba en Ensenada y lo traían por Aero-carga, línea aérea de la entidad. Siempre a pie  y sudando ese calorcito de agosto,  llegó ante don Tomás Limón García, director del periódico y se presentó solicitando el trabajo de reportero. Durante la entrevista tuvo que decir la verdad: ¡No tenía experiencia como periodista!

Al principio don Tomás no quiso contratarlo, pero ante las súplicas de Mario le encomendó hacerle una entrevista al director del Instituto de la Juventud —Víctor Lieceaga— relacionada con la visita de la preselección olímpica de los Estados Unidos que visitarían la ciudad. Al regresar al periódico, Mario le entregó la nota al director y al leerla le dijo ¡Te quedas! Esas palabras le permitieron iniciar su vida como periodista y trabajar después en otros medios.

“En ese tiempo —dice Leticia— trabajaban en El Sudcaliforniano don Tomás Limón como director general; Carlos Morgan como columnista, Carlos Savín, reportero; Beatriz Meza, reportera de sociales y como colaboradores Carlos Domínguez Tapia, Francisco Arámburo Salas, José Alberto Peláez y Néstor Agúndez.

La información anterior nos demuestra el grado de importancia que tienen las notas antiguas de los periódicos y revistas. Hojear una de ellas, con el cuidado que merecen esas hojas amarillentas, quebradizas, es reanudar una comunicación con el pasado que se hace presente cuando las comentamos con otras personas, para establecer corrientes de opinión, que se antojan indispensables en esta era de aislamientos y de egoísmos sociales.

Jacques Faubet, quien fue director del periódico La Monde dijo en una ocasión que el adversario de la prensa, del libro, es la movilidad de la existencia. En todos los medios sociales, muchos no leen los periódicos por pereza y se contentan con la radio y la televisión. La palabra escrita requiere un esfuerzo de silencio, de lectura y de reflexión.

Cuando le preguntaron cuál será el futuro de la información, contestó que es un problema de civilización y de sociedad. Los hombres sienten una necesidad de saber y al mismo tiempo no encuentran tiempo para ello. Se ven sacudidos constantemente, son cambiantes, móviles. Una civilización más tranquila volverá de forma natural a la palabra escrita.


Abril 05 de 2021