La Sociedad de la Antigua
California y otras instituciones han organizado un ciclo de conferencias
virtuales acerca de la historia de San José del Cabo. Durante doce días, del 19
al 30 del presente mes de abril, los conferencistas hablarán de aspectos históricos,
sociales y culturales de esa población, capital del municipio de Los Cabos.
De seguro alguno de ellos tocará
el tema de la sublevación indígena en el año de 1734, donde murieron los padres
Lorenzo Carranco de la misión de Santiago y Nicolás Tamaral, misionero de San
José del Cabo.
Los movimientos de resistencia y
las rebeliones indígenas tuvieron lugar durante los siglos XVII y XVIII que
puso en alerta a las autoridades coloniales. En esos siglos hubo levantamientos
de indios en Sonora, Nuevo México, Coahuila y Chihuahua donde los indios pimas,
yaquis, mayos, contotores y tarahumaras mostraron su hostilidad contra el
sistema religioso establecido.
El caso de California es
especial porque presupone el rompimiento de un estatus armónico justificado a
través de la religión al lado del sometimiento de los pueblos indígenas. Al
respecto los padres jesuitas creyeron que con la conversión mediante el bautizo
lograrían la aceptación de sus feligreses. Pero la verdad es que los indios
jamás se convencieron de las buenas intenciones de los misioneros. Y así, su
mundo ideal se les vino encima.
En el caso de lo sucedido en las
misiones de Santiago y San José del Cabo, los sublevados asesinaron a un total
de doce personas, entre ellos dos soldados, cuatro indígenas conversos y las
familias de los soldados de San José ya que estos no se encontraban en el
poblado.
En los días siguientes los
indígenas —pericúes en su mayor parte, pero también guaycuras y huchitíes— atacaron
la misión de La Paz, aunque no encontraron al padre William Gordon porque
desempeñaba una comisión fuera de la península. Después llegaron a la misión de
Todos Santos, de donde pudo escapar el padre Segismundo Taraval gracias a un
aviso a tiempo.
El historiador Ignacio del Río
en su libro “Conquista y aculturación de la California jesuítica”, dice: “Las
crónicas describen la saña de los indígenas con el cuerpo de los misioneros que
aún después de muertos fueron lapidados, vejados, desmembrados, arrastrados por
la misión y finalmente quemados en una hoguera; el cuerpo del padre Carranco
fue decapitado a golpes de piedra.
Ante la gravedad de los sucesos los
padres jesuitas pidieron ayuda a las misiones de Sonora como al virreinato. El
auxilio no tardó en llegar, pues los padres de Sonora enviaron cien indios
flecheros, 25 soldados, más unos indios del presidio de Loreto. En cambio el
virrey quien no la llevaba bien con los jesuitas negó al principio la ayuda con
el pretexto de que solo el rey podía autorizarla. Posteriormente decidió enviar
a Manuel Bernal de Huidrobo, gobernador de Sinaloa, para acabar con la
insurrección.
La intervención del gobernador
no fue la correcta a juicio de los misioneros ya que prefirió no utilizar
métodos violentos y si en cambio ofreció indultos a los rebeldes, incluso
prometió reparto de tierras para que ellos las cultivaran. Según Ignacio del
Río, “Huidrobo halagaba a los apóstatas en lugar de castigarlos, lo cual
motivaría en el futuro más rebeliones en lugar de inhibirlas”.
A finales de 1735, el gobernador
apresó a varios indígenas quienes dieron los nombres de los sublevados. Así
como capturaron alrededor de 25 culpables a quienes se les condenó al
destierro. Durante el trayecto a la contracosta —narra el padre Venegas— trataron
de amotinarse por lo que los soldados abrieron fuego sobre ellos, dejando solo
dos con vida, mismos que murieron en el destierro.
Las causas que originaron la
sublevación, a decir de los cronistas de la época, es que deseaban deshacerse
de sus vínculos con el nuevo orden misional y volver a su antigua forma de
vida, por lo que además de quitarle la vida a los padres Carranco y Tamaral,
destruyeron las misiones, al igual que las imágenes de santos y los ornamentos.
Por su parte, Juan Jacobo
Baegert, misionero que fue de San Luis Gonzaga, escribió que “la rebelión se
debió a que los californios convertidos no quedaron conformes con tener un
matrimonio con sólo una mujer, como era su deber y como lo habían permitido”.
Dice el historiador Salvador
Bernabeu que la no aceptación de las normas e ideales de los jesuitas provocó
que los pericúes se convirtiesen en un retrato de maldades. Y esto ocasionó la
sublevación, un parteaguas en la labor misionera de los padres jesuitas.
Abril 14 de 2021.
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