Saúl Bellow, el escritor norteamericano que obtuvo el premio Nobel en el año de 1976, autor de novelas como “El legado de Humboldt” y “Herzog 1964”, esta última un texto autobiográfico conocido como “el cornudo”, dijo en una ocasión que era un enigma de la modernidad que ahora, en la era de la comunicación, se esté al borde de la incoherencia total.
Bellow aseguró que este fenómeno
de la incomunicación actual es la pérdida de contacto. Y lo extraño es que
entre más medios de comunicación
tenemos, menos sabemos de las personas. Por eso, uno de los elementos
que pueden impedir ese aislamiento son los periódicos viejos.
Cuando se acostumbra a leerlos
para encontrar noticias del pasado y porque en ellos encontramos diversas
historias de hechos y personas muchas veces desconocidas, pero que vale la pena
recordarlas por lo mucho que significan a fin de valorar la calidad humana.
En lo particular me gusta
conservar recortes de periódicos, algunos de varias décadas atrás. Notas
periodísticas interesantes muchas de las cuales tienen que ver con la historia
de nuestra entidad y que han aparecido en diarios como El Sudcaliforniano, El Eco de California, El Peninsular, Últimas
Noticias, El Forjador y otros más editados en varias épocas. Aunque también
siempre me llamaron la atención los artículos de las revistas.
Por mencionar solo una, la que
llevaba el nombre de Compás que publicó en el mes de agosto del 2008 una
semblanza del periodista Mario Santiago,
escrita por Leticia Garriga. En ella hace mención de los intentos de esta
persona por encontrar un empleo en uno de los periódicos de la localidad. Así
lo dice: “Un día cualquiera siempre con la esperanza de abrirse un futuro
mejor, compró el periódico El
Sudcaliforniano y descubrió un anuncio pequeño que decía: “Se solicita
reportero profesional, los interesados presentarse en el periódico El Sudcaliforniano,
Belisario Domínguez e Hidalgo”.
Le dio vuelco el corazón y se
dirigió a buscar la dirección. El periódico El
Sudcaliforniano llegaba a la entidad cada semana. Se editaba en Ensenada y
lo traían por Aero-carga, línea aérea de la entidad. Siempre a pie y sudando ese calorcito de agosto, llegó ante don Tomás Limón García, director
del periódico y se presentó solicitando el trabajo de reportero. Durante la
entrevista tuvo que decir la verdad: ¡No tenía experiencia como periodista!
Al principio don Tomás no quiso
contratarlo, pero ante las súplicas de Mario le encomendó hacerle una
entrevista al director del Instituto de la Juventud —Víctor Lieceaga— relacionada
con la visita de la preselección olímpica de los Estados Unidos que visitarían
la ciudad. Al regresar al periódico, Mario le entregó la nota al director y al
leerla le dijo ¡Te quedas! Esas palabras le permitieron iniciar su vida como
periodista y trabajar después en otros medios.
“En ese tiempo —dice Leticia— trabajaban
en El Sudcaliforniano don Tomás Limón
como director general; Carlos Morgan como columnista, Carlos Savín, reportero;
Beatriz Meza, reportera de sociales y como colaboradores Carlos Domínguez
Tapia, Francisco Arámburo Salas, José Alberto Peláez y Néstor Agúndez.
La información anterior nos
demuestra el grado de importancia que tienen las notas antiguas de los
periódicos y revistas. Hojear una de ellas, con el cuidado que merecen esas
hojas amarillentas, quebradizas, es reanudar una comunicación con el pasado que
se hace presente cuando las comentamos con otras personas, para establecer
corrientes de opinión, que se antojan indispensables en esta era de
aislamientos y de egoísmos sociales.
Jacques Faubet, quien fue
director del periódico La Monde dijo
en una ocasión que el adversario de la prensa, del libro, es la movilidad de la
existencia. En todos los medios sociales, muchos no leen los periódicos por
pereza y se contentan con la radio y la televisión. La palabra escrita requiere
un esfuerzo de silencio, de lectura y de reflexión.
Cuando le preguntaron cuál será
el futuro de la información, contestó que es un problema de civilización y de
sociedad. Los hombres sienten una necesidad de saber y al mismo tiempo no
encuentran tiempo para ello. Se ven sacudidos constantemente, son cambiantes,
móviles. Una civilización más tranquila volverá de forma natural a la palabra
escrita.
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