Mucho se ha hablado en estos días de la violación a las leyes que nos rigen debido a la consulta nacional de la revocación de mandato del presidente de la república. Y se ha hecho viral la frase emitida por el presidente “A mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Lo anterior ha sido causa de que juristas, exmagistrados y expertos en la ciencia política, hayan salido en defensa de los principios constitucionales, y de las luchas que a través de su vida independiente ha tenido que enfrentar nuestro país para darse un régimen jurídico más acorde con las aspiraciones del pueblo mexicano.
Una Constitución lo es en la medida en que nosotros la interpretemos de la mejor manera y que por su trascendental significado busquemos sus raíces en el pasado de nuestro país para ponderar su importancia en el desarrollo político, económico, social y cultural de México.
Ya lo dijo Jorge Sayeg Helú en su libro “El constitucionalismo social mexicano” que México ha sido y seguirá siendo fiel a su propia historia y en la actualidad mantiene principios que se acuñaron desde muy antiguo en la tradición política, pero que conserva la frescura y la vigencia de nuestra hora.
El movimiento de independencia iniciado en 1810 por Hidalgo, Allende, Jiménez y otros insurgentes dieron origen a la Constitución de Apatzingán promulgada el 22 de octubre de 1814, año que Morelos encabezaba la rebelión contra el gobierno español. Nombrado Primer Jefe del Ejército y depositario del Poder Ejecutivo, Morelos desechó el cargo de Alteza y se hizo nombrar tan sólo Siervo de la Nación.
Con el logro de la independencia de México en 1821, se integró un nuevo Congreso que dio origen a la Constitución de 1824. En ella se incluyen los tres poderes, el legislativo, ejecutivo y judicial y se divide políticamente el país en estados y territorios, siendo dos de ellos la Baja y la Alta California.
En los años siguientes hasta 1857, un historiador les llamó como la etapa de la anarquía, pues hubo cambios frecuentes de presidentes de la república sin que se tomara en cuenta la Constitución y sus leyes respectivas, sino más bien por acomodos políticos entre partidos liberales y conservadores. Así, ocuparon la presidencia Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Valentín Gómez Farías, Antonio López de Santa Ana (6 veces).
En ese largo periodo México tuvo que sortear diversos enfrentamientos que atentaban contra su soberanía y libertad, como fue el caso de la pérdida de Tejas y la intervención norteamericana en los años de 1846 a 1848 en la que nuestro país perdió más de la mitad de su territorio, pues Estados Unidos se apropió de la Alta California, Nuevo México y Arizona.
En 1857, después de un periodo de inestabilidad política, durante el gobierno del general Ignacio Comonfort se promulgó una nueva Constitución federal, democrática y representativa. Pero la oposición representada por el partido conservador la desconoció y nombró, ante la renuncia de Comonfort al general Félix Zuloaga como su sucesor.
Fue por ello que a don Benito Juárez, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, le correspondió por derecho ocupar el cargo de presidente de la república. Pero al hacerlo, dio origen a lo que se llama en la historia la Guerra de Reforma que causó la muerte de muchos mexicanos de las filas liberales y conservadoras.
Después vinieron la intervención francesa con el emperador Maximiliano de Habsburgo y la dictadura del general Porfirio Díaz hasta el año de 1910, cuando se inició la Revolución Mexicana acaudillada por Madero con el lema de “Sufragio Efectivo, No Reelección.
Los avances democráticos de esa etapa fueron entorpecidos con el golpe de estado del general Victoriano Huerta y de los hechos de armas que hicieron posible la vuelta a la legalidad, pero ahora con la promulgación de la Constitución de 1917 que mantiene vigente el principio de Sufragio Efectivo, no Reelección.
Son ya muchos años en que el pueblo de México se rige por las leyes constitucionales. Le ha costado sacrificios, incluso derramamientos de sangre defendiendo el respeto a la ley y al derecho de vivir en paz y en libertad. No se puede gobernar sin el amparo de la ley, porque al no hacerlo se corre el peligro de la anarquía que es un paso para la tiranía o la dictadura.
Abril 13 de 2020.