La semana pasada mi hija Martha Patricia me invitó a visitar Todos Santos, un pueblo distante 60 kilómetros de la ciudad de La Paz. Su intención era localizar un terreno que adquirió tres años atrás, ya que la construcción de viviendas en esa zona podía afectar su propiedad.
Las señas generales eran por el rumbo de “La Ahorcadita”, lugar donde existe una tumba en la que descansa una joven mujer que perdió la vida a manos de un celoso marido. Alrededor de ese suceso perdura una leyenda conocida por muchos habitantes de ese lugar.
Gracias al profesor Néstor Agúndez me enteré de esa leyenda, misma que incluí en mi libro “Mitos, leyendas y tradiciones sudcalifornianas” publicado en el año de 2005. Aproveché también la oportunidad para insertar otro relato “Minachi” contado también por Néstor.
Bueno, pero al visitar la tumba de “La Ahorcadita”, mi hija admiró un hermoso pero viejo árbol que protege el lugar, con su fronda de hojas verdes oscuras y alargadas. Mirándolo de pronto me preguntó: “Papá. ¿Cómo se llama este árbol?”
Ahora sí, como se dice, me agarró en curva, porque no tenía la más remota idea de su nombre. Así es que opté por decirle: “No me acuerdo, pero trataré de investigarlo”. Nos retiramos del lugar, no sin antes cortar una pequeña rama del árbol desconocido y tomarle unas fotografías.
Cuando regresamos a La Paz, aproveché la visita del buen amigo Humberto de los Ríos para mostrarle las fotos y las hojas del árbol, pero no logró identificarlo. “Ya sé lo que voy a hacer —le dije— llamaré a Heriberto Parra Hake, quien tiene un vivero en Todos Santos. De seguro él lo conoce”.
Unos minutos después de la llamada telefónica, Humberto pegó un golpe sobre la mesa y exclamó: ¡Ya sé cómo se llama, es el árbol de San Juan! Y comenzó a platicar donde los había visto. Por coincidencia, sonó de pronto mi celular. Era Parra Hake quien confirmó lo dicho por mi amigo. Efectivamente, es el árbol de San Juan el que cobija la tumba de “La Ahorcadita”.
Sobre el particular recordé que en mi biblioteca tenía el libro del profesor Maximino Martínez que habla de un viaje que hizo en el año de 1944 a la Baja California, cuyo contenido es una reseña del Territorio y de su flora. Ahí aparece el árbol de San Juan con su nombre científico: Forchammeria Warsoni Rose.
Por su lado, Martha Micheline Cariño Olvera en su libro “Historia de las relaciones hombre naturaleza en Baja California Sur, 1500-1910” hace mención del árbol “Levántate Juan”, una planta medicinal útil para el dolor de cabeza, inflamación estomacal y de los bronquios.
Por supuesto es una especie diferente al árbol de San Juan, ya que el otro lleva por nombre original Nicotiana Glauca conocido popularmente en Argentina y Bolivia como Palán Palán. Es del mismo género del tabaco corriente de la familia de las solanáceas. Esa planta en Baja California se le llama Levántate Juan.
La investigación de los san Juanes me obligó a releer los libros de Maximino Martínez y Martha Micheline Cariño, dos obras interesantes por sus contenidos acerca de la flora bajacaliforniana. Pero, además, el profesor Martínez hace un ameno relato de sus recorridos por el sur de nuestra entidad, visitando pueblos y rancherías, levantando datos de la vegetación.
—Cuando visitamos el rancho de Las Parritas —dice don Maximino— por la noche como no había camas disponibles, nos instalamos bajo un cobertizo, tumbados sobre un petate, en el suelo, vestidos. Una vaca se echó cerca de nosotros, a tres metros de distancia; los cochis y los perros venían a hurgar y a veces reñían. El cansancio, sin embargo, nos hizo dormir.
Ahí, en un rancho de nuestra California, durmió un científico mexicano, miembro de la Sociedad Botánica de América, fundador de la Sociedad Botánica de México y autor del libro “Las plantas medicinales de México”.
Agosto 16 de 2022.
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