Thomas Mann fue un escritor alemán autor de la novela “La montaña mágica”, publicada en el año de 1924. Es un libro que en su época despertó gran interés y el más conocido del autor. Por su obra escrita, en 1929 se hizo acreedor al premio Nobel de Literatura.
La montaña mágica trata la estancia temporal del ingeniero Hans Castorp en el sanatorio Berghof, con el fin de visitar a su primo Joachim Ziemsein, enfermo de tuberculosis. Localizado en Los Alpes, el sanatorio atiende a pacientes —mujeres y hombres— sometidos a tratamientos especiales, donde el clima frío y la ausencia de contaminación del ambiente, son los elementos principales para su curación.
Un blog de literatura apunta que el ambiente sosegado y tranquilo era perfecto, para llevar a cabo un análisis exhaustivo de la condición humana, por parte de dos personajes: Settembrini (masón, progresista, humanista, filósofo, escritor y pedagogo) y Naphta (judío converso al catolicismo, jesuita, nostálgico del orden medieval y sofista). Ellos, en sus discusiones, enfrentan el pensamiento de principios del siglo XX: democracia liberal contra totalitarismos.
Pero el amable lector se preguntará: y la novela ¿qué tiene que ver con el hospital del Carrizalito?
Cuando el general Francisco J. Múgica fue gobernador del Territorio Sur de la Baja California (1941-1945) ante el número alarmante de enfermos de tuberculosis, incluidos niños, se vio en la necesidad de fundar un preventorio y el 1944 el inicio de la construcción de un hospital localizado en las estribaciones de la sierra de La Laguna, cerca del pueblo de Santiago.
El hospital, al igual que el sanatorio Berghof, reunía las condiciones de libre contaminación natural y humana. En el año de 1945 estaba terminado, pero no logró funcionar porque hubo cambio de gobernante en la persona del general Agustín Olachea Avilés. El proyecto quedó abandonado y con el paso del tiempo el edificio se fue deteriorando a tal grado que a la fecha solo queda el cascarón de la obra, ¿por qué no funcionó? Se pregunta la gente.
La respuesta más difundida fue el descubrimiento de los antibióticos, vacunas y medidas de higiene que permitieron un mayor control de esa enfermedad. Por cierto, otros dos hospitales, uno en Perote, Veracruz y el otro en un lugar cercano a Guadalajara, también no funcionaron, aunque sus edificios fueron convertidos en instituciones sociales.
La visita a las ruinas del Carrizalito es difícil dado que el lugar es propiedad privada y un portón con candado impide la entrada. En años pasados, el periodista Carlos Domínguez Tapia, con el apoyo de la XENT divulgó un documental de las ruinas del hospital y relató que era un edificio de tres plantas, con dormitorios para albergar a gran número de enfermos, así como también la casa para los médicos construida un poco más arriba.
Dado lo exiguo del presupuesto federal asignado al Territorio, resulta admirable la inversión para esas construcciones, pues según información fidedigna el hospital costó $ 527, 079.11 pesos y la casa $ 73,000. Pero eso fue posible por la insistencia del general Múgica, quien solicitó al presidente Ávila Camacho un subsidio especial para realizar ese proyecto.
Así es que el sanatorio de La montaña mágica y el hospital del Carrizalito tienen algo en común. Se hicieron con el noble fin de poder mitigar los estragos de la tuberculosis. Pero el primero en la ficción logró su cometido, mientras que el otro, convertido en realidad, nunca logró sus propósitos.
Opiniones diversas, entre ellas la de Domínguez Tapia, han sugerido que se rehabilite el edificio y que pueda servir como un hotel de descanso, o un centro cultural tipo museo. Lo que sea, con tal de aprovechar esas instalaciones, testigos mudos de un noble proyecto de salud del gobierno de ese entonces.
¡Ah!, Y gracias a Humberto de los Ríos por el regalo de la fotografía del hospital del Carrizalito.
Agosto 31 de 2022