El pasado día 20, como todos los años, se conmemoró el inicio de la Revolución mexicana en todo nuestro país. Se recordó a Francisco I. Madero y a los que con él llevaron adelante la oposición armada contra el general Porfirio Díaz.
La historia nacional ha recreado los acontecimientos que tuvieron lugar antes y después de la Revolución, con personajes como los hermanos Flores Magón, del Partido Liberal Mexicano y después con la férrea oposición de Francisco Villa y Emiliano Zapata, entre otros.
Dos años antes, en 1908, el periodista norteamericano J. Creelman fue recibido por el general Díaz. En conversación con el presidente tuvo la oportunidad de comprobar en que forma en que forma se combinaba un autocrático gobierno y las alabanzas a un ideal democrático.
Ralph Roeder en su libro “Hacia el México moderno: Porfirio Díaz” dice que: “El reportaje se revistió de valor histórico, porque en el curso de la conversación, el general Díaz se dignó defender su dictadura y anticipar al periodista su abdicación a favor de la democracia”.
Aquí sus palabras: “Hemos conservado la forma republicana y democrática de gobierno. Sin embargo hemos adoptado una política patriarcal en la actual administración de los negocios de la nación, guiando y restringiendo las tendencias populares, con una fe completa en que una paz forzada permitirá a la educación, a la industria y al comercio desarrollar elementos de estabilidad y unidad en un pueblo que es por naturaleza inteligente y sensible”.
Y remató: “He esperado pacientemente el día en que el pueblo de la República Mexicana estuviera preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas y sin daño para el crédito y el progreso nacionales. ¡Creo que ese día ha llegado ya!
Las opiniones del general Díaz causaron expectación en todo el país y los grupos opositores se organizaron en partidos políticos, uno de ellos bajo el lema de Sufragio Efectivo No Reelección. Los resultados fueron los previstos porque se obligó al dictador a renunciar y la aceptación de Francisco I. Madero como presidente de la república.
Y aunque el cambio se vio frustrado por la traición de Victoriano Huerta originando un nuevo movimiento armado, lo cierto es que a partir de 1917, el respeto a la Constitución y la No Reelección fueron los garantes de un país en constante progreso hasta la fecha.
Hubo intentos de permanencia en el poder por algunos mandatarios —Obregón, Alemán, Salinas de Gortari— pero los antecedentes dejados por los que lucharon en el pasado, lo impidieron.
En el México de hoy, muchos comentaristas políticos creen que el presidente López Obrador pretende perpetuarse en el poder. Lo justifican por el sometimiento del Congreso de la Unión y de la Suprema Corte de Justicia. Lo vaticinan cuando quiere desaparecer al INE y buscar el apoyo incondicional de las fuerzas armadas.
Y lo peor, en sus afanes de dominio ha polarizado a los mexicanos dividiéndolos entres buenos y malos, entre conservadores y adictos a la cuarta transformación. Para él los opositores son hipócritas, cretinos, oligarcas, racistas, clasistas y además fifís. Ofensas que solo llevan el intento de desprestigiar a los contrarios los que, por cierto, algunos son intelectuales y políticos de prestigio, y no digamos de periodistas canalizadores de la verdad.
Así las cosas, cuando López Obrador afirma que las dictaduras no garantizan la paz y que su gobierno cuenta con el respaldo de la mayoría de los mexicanos. ¿Porque entonces no gobierna para todos y solo por los treinta millones que votaron a su favor en el 2018?
Los mexicanos buscamos reencontrar el camino que nos lleve de nueva cuenta por los caminos de la democracia y la unidad de propósitos, en un ambiente de concordia y paz, alejados de autoritarismos y ansias de poder generadores de autocracias y dictaduras.
Noviembre 23 de 2022.