La semana pasada en el Museo del Arte se presentó el libro “California del Sur bibliográfica, Tomo II” de la autoría de Eligio Moisés Coronado. Los presentadores, la doctora Marta Reyes y el niño Edoardo Coronado, hicieron alusión de la importancia de conocer a las mujeres y los hombres que han escrito textos relacionados con el pasado y el presente de esta región de nuestro país.
En el prólogo al que el autor le llama portal, escribió: “Asumo la gratificante certeza de que esta compilación dará, a quien la conozcan, un acercamiento a la enorme e inacabable riqueza en materia de libros acerca de nuestra California; y a quienes tienen recursos para publicar ideas de los textos cuyos méritos han pasado la prueba del tiempo y que por su importancia e interés merecen ser reeditados”.
Al término de la presentación y cuando se pidió al público algún comentario al respecto, uno de ellos preguntó al autor del por qué el título del libro ya que daba lugar a pensar que existía una California del norte. La respuesta fue clara y contundente: “En realidad debió haberse llamado California bibliográfica, pero habría confusión porque podría pensarse que me refería a la California de Estados Unidos. Sin embargo, para los más enterados, ese término corresponde a la península por más que las demarcaciones geográficas la hayan dividido a raíz de los descubrimientos y colonización de la región que hoy forma parte del país vecino.”
En efecto, el vocablo California nació cuando Francisco de Ulloa en los años de 1539 y 1540 recorrió las costas de la península y uno de sus acompañantes le dio ese nombre a la región donde hoy se encuentra la ciudad de Cabo San Lucas. Desde esos años poco a poco la palabra California se extendió para identificar a toda la península.
Todavía durante la permanencia de los misioneros jesuitas en la que fue llamada “las Californias, no se hablaba de la Alta y la Baja California. Fue cuando se inició la colonización de la parte más arriba de la península en 1769 por los padres franciscanos que se dieron esos nombres, y así se conocieron hasta el año de 1804 en que por motivos de gobernabilidad la región se dividió en la Antigua y la Nueva California. La primera con capital en Loreto y la segunda en Monterrey.
Después de pasados 42 años, con motivo de la invasión norteamericana a nuestro país en los años de 1846 a 1848, fue cuando los Estados Unidos nos arrebató los que son los ahora estados de California, Nuevo México y Arizona. Y se agandallaron con el primero quitándole el vocablo de Alta, dejándole a la península con la Baja.
No está demás aclarar que fueron los misioneros jesuitas Miguel Venegas, Miguel del Barco y Francisco Javier Clavijero quienes divulgaron los nombres de California y de la Antigua o Baja California. Años después, en 1794, el padre dominico publicó el libro “Noticias de la Provincia de las Californias”.
Cuando en 1952 el Territorio Norte se convirtió en un Estado más de la Federación tomó el nombre de “Estado de Baja California”, por lo que, en 1974, cuando pasó lo mismo con el Territorio Sur, no le quedó otra que llamarse “Baja California Sur”. Dos parches, según la opinión de Moisés Coronado, que han servido para que una parte del pueblo y sobre todo de los extranjeros le llamen ahora “Baja” o “Baja Sur” a nuestro Estado.
Es por eso la conveniencia de hacer desaparecer esos parches y afirmar el nombre de California que por antigüedad le pertenece a nuestra entidad. Y que nuestra península de igual manera se llame igual sin el parche de Baja. De lo contrario California continuará emparchada.
Marzo 11 de 2024.
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