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José María Lafragua
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¿Saben ustedes quien fue José María Lafragua? Así comenzó su intervención la doctora en historia Mercedes de Vega Armijo, directora general del Archivo General de la Nación, en la inauguración del Séptimo encuentro estatal de Archivos, el jueves 14 del presente mes de julio.
Organizado por la maestra Elizabeth Acosta Mendía, directora del Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”, el evento cultural contó con la presencia de representantes de las diversas dependencias del gobierno del estado y del XV ayuntamiento de La Paz.
Me llamó la atención la manera un tanto desparpajada de la doctora al exponer la importancia de los archivos como receptores de la memoria histórica de nuestro país. Sin alardes de erudición y utilizando el recurso socrático de preguntas y respuestas, logró el interés de los presentes y algunos de ellos emitieron sus opiniones con toda libertad.
José María Lafragua —dijo— fue un funcionario importante en los años de 1846 a 1872. Fue ministro de Relaciones Exteriores en dos ocasiones y director de la Biblioteca Nacional. En 1846 se expidió el Reglamento del Archivo General de la Nación mismo que había sido creado en el año de 1823. Fue necesario porque desde ese año muchos documentos valiosos fueron destruidos o tirados a la basura.
Y aquí, como quien dice, abrió una llaga en la historia sudcaliforniana porque, en efecto, innumerables documentos generados a partir de 1697, cuando los misioneros jesuitas llegaron a California y posteriormente en toda la época de la independencia, desaparecieron sin que alguna autoridad los protegiera.
Muchos de esos valiosos documentos se encuentran en bibliotecas extranjeras como la Bancroft, en San Francisco, Estados Unidos; en el Archivo de Indias de Sevilla, España y naturalmente en el Archivo General de la Nación de la ciudad de México, la biblioteca nacional y el archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Pero siempre hubo preocupación por conservar nuestra memoria histórica. En 1857, Ulises Urbano Lassepas hizo un llamado al gobierno local para conservar los documentos, ya que los encargados de ellos los tenían en completo desorden por lo que propiciaban la pérdida de ellos. Y citaba el caso del filibustero William Walker cuando se apoderó por sorpresa de La Paz en 1853 y utilizó los legajos de las oficinas para hacer cartuchos.
Y de milagro se salvaron los restantes, pues cuando Walker huyó de la ciudad los llevó hasta Ensenada. Pero como también hizo prisionero al jefe político Rafael Espinoza, éste logró escapar en el mismo barco y regresar a La Paz junto con las cajas de documentos.
Las preocupaciones de Ulises fue causa de que en 1886 el presidente municipal de La Paz, don Antonio Canalizo, emitiera un acuerdo para que los funcionarios del ayuntamiento organizaran debidamente los documentos generados en sus dependencias, incluso dio instrucciones para su correcto resguardo. Lo curioso de esas disposiciones es que muchas de ellas se siguen respetando en la administración de documentos de los tiempos actuales.
La doctora De la Vega recalcó la importancia de los archivos ya que estos constituyen la memoria del gobierno y permiten hacer más eficiente la gestión gubernamental. Y más ahora cuando la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública dispone que toda la información que poseen los archivos deberá ser pública y accesible a cualquier persona.
Por lo pronto y gracias al encuentro estatal de archivos, los asistentes tendrán una visión más clara del porqué es importante resguardar los documentos generados en sus dependencias.
Julio 16 de 2016.
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